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Aroma a pastel recién horneado inundando cada rincón de la cocina, un bizcocho esponjoso que su madre dejó frente a él en la mesa para que la suave brisa primaveral que se colaba por la ventana lo enfriara. Se veía apetitoso, su sabor seguro le haría justicia.

Su madre tras eso volvió a darle la espalda y tomó el cucharón de madera más cercano, batiendo el merengue del tazón entre sus manos con la destreza propia de una repostera experta. Un hecho es que su madre ama cocinar, pero preparar postres siempre ha sido su especialidad.

—Deberías irte arreglando —aconsejó sin detenerse en su trabajo. Jean frunció el entrecejo con desconcierto—. Después de que termine iremos a visitar a los nuevos vecinos.

Con que de eso se trataba. Debió haberlo visto venir, era obvio que su madre no dejaría pasar la oportunidad de presentarse con personas nuevas y llevarles el especial de la casa, bizcocho de vainilla, considerado por ella misma la mejor manera de sentar las bases de una relación armoniosa y sobretodo funcional.

—¿En serio tengo que acompañarte? —cuestionó el muchacho con un discreto mohín.

Una risa burlona se escapó de la boca de su mamá.

—Por supuesto que sí Jean, hay que ser educados y presentarnos cordialmente con ellos. —Hizo una pausa y luego añadió—: Además son un matrimonio con un hijo de tu misma edad según pude enterarme, ahora que el chico es nuevo en el vecindario es necesario que tenga alguien cerca con quien contar, tienes que hacerte su amigo.

La idea de visitar a los nuevos vecinos no le había llegado a disgustar hasta ese momento pero pensar en tener que forzar una relación con un desconocido sólo por tener la misma edad lo incomodó en sobremanera. Las relaciones entre adolescentes no funcionan así, ya no era ningún niño como para entablar una amistad en cuestión de segundos y dudaba su madre fuera consciente de eso, sin mencionar que al no tener ningún conocimiento del chico nuevo no podía prometer nada, existía la probabilidad de que fuera un imbécil o un rarito que le provocara rechazo.

Lo malo es que no podía debatir con su mamá, conoce cuan intensa es Marle Kirstein cuando tiene una idea bien clavada en la cabeza y eso quiere decir que, aunque hubiera querido evadirla y quedarse encerrado en su habitación viendo tiktok, ella igual se las habría ingeniado para sacarlo de ahí o en el mejor de los casos lo estaría reprendiendo por semanas por no haberle obedecido y acompañado. Conoce también cuan melodramática puede llegar a ser y no soportaría tenerla que oír cada cinco minutos repitiendo como le rompió el corazón con su acto de rebeldía barato, no gracias.

Sin más opción se levantó de la mesa, estirando los brazos por encima de la cabeza para intentar deshacerse de la flojera que cargaba encima.

—Bien, bien, pero espero valga la pena.

—Oh, lo hará. —No pudo verla de frente pero imaginó su sonrisa triunfante—. Ponte algo lindo cielo, nada de sudaderas.

Gruñó entre dientes, dándose la vuelta para ir a su habitación.





























Su madre presionó el timbre y al segundo se escuchó un fuerte y claro ''ya voy'' en voz femenina desde el interior de la casa. Se quedaron esperando y para Jean cada segundo se le hizo más duradero y pesado que el anterior, con los brazos empezando a acalambrarse por tener que cargar con el bizcocho de vainilla de su madre y que la susodicha le repitiera en voz baja que no fuera flojo porque si se le caía lo obligaría a limpiar y preparar otro él mismo. Se obligó a quedarse quieto, no exponiendo lo tediosa que se le hacía la situación.

La puerta se abrió, revelando a una mujer de baja estatura y un desordenado cabello rubio miel recogido en una coleta baja que le daba un aspecto tierno y juguetón. Ella les sonrió con afabilidad, observando con extrañes a sus visitantes.

Voces que fabrican sueños ¦ Jearmin ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora