#10

161 15 38
                                    

Jean podría decir que se quedó el resto de la tarde besándose con Armin, que fue débil ante sus propios deseos y no quiso apartar sus labios de los de él, gustoso por aquel mágico contacto que no hizo más que prolongarse e intensificarse gracias a la cercanía que guardaban, fundiendose el uno con el otro más y más, hasta que el mundo entero se desvaneció.

Pero estaría mintiendo, porque tal cosa no ocurrió.

Recordarlo le hacía gruñir disgustado y muy avergonzado. Se besó con Armin (obviamente) pero lejos de ser el momento mágico y único que fantaseosamente se habría idealizado, aquello se volvió un recuerdo penoso del que esperaba deshacerse a cualquier costo.

Volviendo a la tarde anterior, a cuando pecó de ingenuo y la boca de Armin presionando la suya fue suficiente para tentar su autocontrol, permaneció sobre él con cuidado de no aplastarlo y ronroneando por lo bajo por las cosquillas que le producía Armin en cada sutil caricia a su nuca. Le era curioso recordarlo, estaba arriba en un segundo y para el otro era Armin quien estaba sobre él, alzando su mentón y obligándolo a no cortar el beso bajo ningún pretexto, llevándolos al punto de quedarse sin aire y que el ambiente en la habitación se volviese agitado, casi erotico.

Y no iba a mentir, se sentía muy bien todo, no pensaba en nada salvo lo bien que besaba Armin y pasaba sus manos por la espalda del chico con la intención de mantenerlo cerca. Armin, que se complacía de la situación, sonreía y le veía de reojo de vez en cuando, memorizando cada detalle de la escena para sí mismo antes de continuarlo besando más apasionadamente que antes.

Jean no estaba siendo racional en absoluto y poco le importó analizar qué los llevó a besarse sin control y rodar en la cama de Armin hasta que un repentino sonido, no producido por ninguno de los dos, lo hizo reaccionar. Oyó con claridad la puerta de la entrada cerrarse anunciando la llegada de alguien y su rigidez los presionó a acortar el beso.

—Sólo es mi mamá —respondió Armin con desinterés, acariciando la mandíbula de Jean despacio, con suplica—. No va a venir.

Aun así Jean permaneció estático, adquiriendo una palidez enfermiza ante las posibilidades de ser atrapado en una situación tan indecorosa.

—No, no. —Negó deprisa, dándole un leve empujón a Armin para sacárselo de encima—. No podemos...-

—La puerta está trancada, aunque quisiera venir no nos vería.

—¿Armin estás en tu cuarto?

Por el impulso del momento (y dando un chillido bastante alterado) Jean no reparó en la fuerza que empleó y acabó empujando a Armin fuera de la cama, sólo para que este lo jalara consigo y acabaran dándose un fuerte golpe contra el piso, mismo que les hizo sisear adoloridos y que Elizabeth Arlert tocase la puerta de la habitación una vez más.

—¿Está todo en orden?

—Ajá —pronunció en voz alta, lo suficiente audible para ella.

—Está bien, cualquier cosa estaré leyendo en mi cuarto.

Pasos alejándose, el ruido de una puerta más al fondo abriéndose y cerrándose, ambos distinguieron cuando Elizabeth se fue y aunque Armin se mantuvo tranquilo, Jean siguió negando repetidas veces con un sonrojo en sus mejillas nada esperanzador. Se levantó deprisa del suelo, buscando guardar su guitarra en su respectivo estuche bajo la atenta mirada de un desconcertado Armin.

—¿Ya te vas? —preguntó desalentado.

—No quiero que tu mamá nos vea o escuche, es mejor que me vaya ahora.

—¿Qué? Mi mamá está en su habitación, te aseguro que no escuchará nada.

—No, en serio, no te quiero ponerte en problemas por mi culpa.

Voces que fabrican sueños ¦ Jearmin ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora