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—Siempre he creído —decía Jean—. Que entre todos los sabores de helado que existen el chocolate está innecesariamente sobrevalorado.

Armin lo observó divertido, llevándose una cucharada de, valga la redundancia, helado de chocolate a la boca.

—¿Ah sí? Es difícil tomarle en serio a un fanático del helado de fresas.

—Te recuerdo que elegí cereza, no fresa —le corrigió con un ligero mohín.

A pesar de ello a Armin no le interesó y continuó degustando su propio helado, manteniendo la cucharilla plástica entre sus labios por un tiempo prolongado.

—Da igual. En realidad creo que todos los sabores de helado tienen lo suyo.

—¿Entonces por qué criticas el helado de fresa?

—Porque cuando criticaste mi helado de chocolate me diste permiso de criticar tu helado de fresa.

—Pero te dije que es cereza, no fresa.

—Casi lo mismo.

Pudo haberse mostrado ofendido, pero la verdad es que disfrutaba tener esa clase de conversaciones con Armin, en especial desde que el chico había comenzado a hablarle ya que no sólo significaba que era el único con la dicha de escuchar su voz, sino también el único a quien Armin le tenía la libertad suficiente para mostrarse tal cual es sin miedo a ser juzgado y por ende burlado.

En su cabeza tal cosa nunca tuvo sentido ¿de qué se burlaría? Armin es ocurrente, ingenioso, alguien que siempre tiene un tema para opinar o bromear, en su compañía pocas veces se ha llegado a aburrir y eso gracias a que Armin es bastante diverso en cuanto a sus gustos, no hay nada de lo que pueda burlarse, al menos nada lo suficiente notorio como para considerarse digno de crítica. Es justo por eso que a Jean no le costó suponer que entonces, la causa de su inseguridad, debía tener un trasfondo un poco más profundo que por ser "el chico sordo."

—¿Quieres que te de helado en la boca? —preguntó Armin logrando sacarlo de sus pensamientos. Jean lo enfocó tras pestañear numerosas veces, encontrando la cuchara plástica viajando en su dirección y la voz del chico sonando infantil y burlesca—. Anda, dale paso al avioncito.

No cedió a la tentación por suerte, apenas la cuchara estuvo lo suficiente cerca Armin cambió de dirección y la llevó a su propia boca, esbozando una mueca divertida.

—¿Tu mamá no hacía eso contigo?

—Cuando tenía tres años —respondió—. ¿Y la tuya?

—Supongo, la verdad tampoco es que me acuerde. Debí ser muy pequeño.

—Todavía lo eres.

—Es que no todos nacimos para ser el próximo Peter la anguila.

Jean lo miró mal aunque sabía no conseguiría intimidarlo, mientras que Armin se rió y continuó degustando su helado como el niño que en el fondo todavía era.

Para ser honesto consigo mismo, Jean sí tenía unas cuantas sospechas o presentimientos respecto a Armin (no sabía de que forma catalogarlo) pero más que todo en base a ciertas cosillas que el chico le había ido soltando en cuanto a la relación con sus padres. Nada del otro mundo, tampoco quería tomarse el atrevimiento de hacer suposiciones que bien podían ser equívocas, pero cuando lo analizaba con detenimiento tampoco se le hacía tan descabellado creer que Armin simplemente había bloqueado parte de su infancia, no conscientemente, sino que más bien fue su propio subconsciente intentando protegerlo.

Tampoco tenía todos losn detalles aunque estaba al tanto de que Elizabeth y Anthony Arlert habían hecho un trabajo cuestionable en la crianza de su hijo, algo que para Jean resultó chocante de imaginar al tratarse de una familia a simple vista funcional, no tenía y sigue sin tener sentido en su cabeza que dos personas se las arreglaran para tener un hijo de la manera correcta y luego sólo tratarlo como si fuese basura ¿Por qué molestarse en traer vida si luego no lo vas a querer? Absurdo, no es como si Armin hubiera sido el producto de una noche pasada de copas.

Voces que fabrican sueños ¦ Jearmin ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora