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Si para alguien más fue o no evidente que Armin y él perdieron cercanía no dijeron nada, ni siquiera Connie pudo formular una pregunta al respecto cuando al tomar las maletas cada quien estuvo por su lado incapaces de verse a la cara o coexistir en un mismo espacio sin que la tensión en el ambiente incomodara a los demás. Incluso Thomas que tan ajeno era a lo que ocurría llegó a comentar:

''Esta habitación se siente rara.''

Aunque el problema no estuviera en la habitación sino en las personas en su interior. También sospechaba que Hitch se dio cuenta porque al abordar el autobús Armin prefirió sentarse con un compañero al azar con quien no tendría que intercambiar ni una palabra (básicamente porque no entiende lenguaje de señas) y eso para alguien que de antemano parecía ilusionada ante la idea de compartir un momento juntos, resultó alarmante... Al menos un poco.

Jean no podía opinar gran cosa, hizo lo mismo pero tomando asiento junto a una compañera de pelo castaño y rizado que mascaba chicle y tarareaba una canción de blackpink. Jean esperó poder amortiguar tan molesto ruido con la música de sus audiculares y en parte lo consiguió, agradeciendo para sus adentros que nadie en ese autobús (o continente) quisiera hablarle.

Y entre una cosa y otra, pasaron días y semanas, hasta cumplirse un mes entero sin hablar con Armin.

No es como que no intentó, a lo largo de ese tiempo Jean insistió una y otra vez, rogando perdón a través de múltiples mensajes de párrafos largos y muy detallados, también con visitas ocasionales donde no le abrían la puerta, pero dejaba ramos flores en la entrada que luego encontraba tirados en la basura. O Armin era muy orgullo o Jean sobrepasó un límite imperdonable, era difícil saberlo.

Después de tres semanas consecutivas tratando de inutilmente conversar con Armin, Jean desistió aceptando que lo único que lo iba a ayudar sería el tiempo mismo. Aunque la culpa lo estaba carcomiendo, si Armin decidía que guardar distancia era lo mejor, debía de respetar eso.

El problema, por supuesto, no llegó hasta un mes después, un día común y corriente en clases

Como una mañana cualquiera, todos estaban en sus respectivos grupos conversando animados antes del inicio de clases, tan centrados en lo suyo que la existencia de estudiantes como Armin o Jean pasaba desapercibida. Con la campana escolar vino, además de gemidos de fastidio y una oleada de cansancio, el inicio de la primera clase del día, misma donde se les sería revelada una sorpresa no muy agradable.

Los estudiantes faltantes ingresaron al aula en compañía del profesor. Sin embargo, por si las cosas no podían volverse más extrañas en su vida, Armin quedó de piedra cuando sus ojos notaron a un muchacho sospechosamente familiar tomando asiento varios puestos por delante de él.

—Bien, ¿quieres que te presente o estás bien así? —la voz del profesor llegó a sus oídos gracias a sus audífonos, pero por desgracia no alcanzó a distinguir la voz del chico.

Trató inutilmente de verle el rostro, inclinandose de un lado a otro para al menos ver su perfil y comprobar si sus suposiciones eran acertadas (y esperaba que no). Lo malo es que por mucho que tratara, desde su posición era casi imposible.

Miró a Jean por inercia. Estaba pálido, con los ojos fuera de órbita y una quietud anormal. Tal reacción envió escalofríos en Armin, quien dio un último esfuerzo por mirar al chico que tenía delante. Para su suerte, esta vez él giró la cabeza, permitiendo que intercambiaran miradas.

Era Eren.

La clase siguió su curso habitual ya que lo que pudiese haber sentido o no Armin (e incluso Jean y Eren) no significaba nada cuando tomabas en cuenta que lo ''importante'' es la parte académica. Trató de no perderle el hilo a la clase, pero en cuanto pudo salir del aula no dudó en tomar a Eren consigo y arrastrarlo antes de que este pudiese tan siquiera elaborar un saludo adecuado.

Voces que fabrican sueños ¦ Jearmin ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora