Hurt

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Hurt—Johnny Cash

Nota del autor: Desde ya les digo que me van a odiar en este capítulo, pero por favor entiendan que es una historia de la narrativa de cada personaje y TODO es ficticio, en ningún momento mi intención es fomentar el acoso y mucho menos la violencia. Lean bajo su responsabilidad.

Siempre he sentido celos de ella. Pero de ese tipo de celos que desean destruirla, robar sus pertenencias, arrebatarle sus días soleados y desatar huracanes. Sin embargo, el odio es mutuo, al punto de que no signifique nada para ella. Mi único deseo ha sido su felicidad, ser la clase de persona que se aferra a ella solo por anhelar la eternidad. Intentar robar aunque sea un poco de su luz y sus suspiros.

Pero el odio es mutuo. La vida me odia, y yo la odio a ella.

Cuando era joven, solía pintar mucho, porque los adolescentes piensan que son invencibles. Como ya sabes, no hay tiempo, solo el deseo de ser eterno con ese amor que conociste un sábado por la tarde y odiaste a la vida por no poder tener una eternidad junto a ella.

Siempre asocié el arte con el romance, como si el amor fuera una galería con una exhibición que solo quería mostrarle a ella.

Pero el amor no es tangible. No es un objeto que puedas tener y reclamar como posesión.

Supongo que tenía razón al pensar que el arte es como el amor. «Un comienzo en un lienzo. Colores y formas. La magia del primer beso y una promesa de terminar una pintura que queda vacía en una promesa que no se cumplió.»

Es por eso que un pintor nunca termina realmente su arte, simplemente deja de pintar.

Así como yo dejé de pintarla, en esa promesa de una eternidad que sabíamos que no tendríamos.

Y es que yo conocía perfectamente el sentimiento de querer pintar a la persona con la que deseas ver el mundo de manera opuesta a lo que realmente es. Lo entendía perfectamente...

Él me odia.

Y yo me odio.

Pero cuando navegas en el mar del odio, disfrutas viendo a alguien ahogarse en las lágrimas que tú mismo provocaste.

Había terminado mi trabajo a tiempo, así que decidí ir a ver la pintura de Jimin, aunque fuera a escondidas. Sin embargo, me sorprendí al llegar y darme cuenta de que ya no estaba allí. Mientras caminaba por la universidad para asegurarme de que todo estuviera en orden, lo divisé a lo lejos en la facultad de música, con una sonrisa en el rostro.

Y había algo que odiaba aún más que la vida.

Mi hijo.

Se supone que los padres deben amar y cuidar a sus hijos, ser la clase de personas que les enseñan cómo vivir y enfrentar la vida.

Pero yo no.

Deseaba que experimentara todo el dolor que él me hizo sentir a mí. Quería arrebatarle sus días felices y convertirlos en miseria, tal como él hizo conmigo.

Odiaba verlo.

Tenerlo cerca.

Verlo caminar.

LOS SONIDOS DEL SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora