Down

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Down—Jason Walker.

No puedes intentar borrar tus cicatrices cuando tus cortes aún están abiertos.

Acabo de terminar de leer: Las ventajas de ser invisible. Y ahora tengo la sensación de querer un Patrick en mi vida, o enamorarme de alguien única como Sam. Pero la vida golpea diferente cuando eres adulto.

Leer ese libro me hizo pensar en cómo, ya sabes, la existencia o mejor dicho, mi existencia, es un error de la vida.

Y siento que todos alguna vez hemos querido sentirnos como Charlie; como cuando sube a la camioneta y escucha esa canción viendo las luces de la ciudad, y se siente infinito.

Pero yo desprecio tanto la sensación de tener que salir. Y realmente se siente vacío estar atrapado en mi cabeza y hacer las cosas con la única compañía que tengo llamada soledad.

Porque si soy sincero, tengo miedo de perder las pocas cosas que amo y que escondí muy dentro de mí. Tengo miedo de perderlas y entonces perderme por completo a mí.

No soy Charlie, mucho menos Partick, y definitivamente no hay nadie que se iguale a Sam.

Y sé que nunca llegaré a sentirme infinito como ellos al escuchar esa canción a todo volumen, porque la vida decidió odiarme al nacer sordo.

Pero, me estoy adelantando.

Mi nombre es Park Jimin. Tengo 19 años y estudio Arte en la Universidad de Wethskinhg; que por cierto, es herencia familiar. Mi padre es el Director de esta, y por si mi existencia no es suficiente molestia para él, me odia aún más por tener este <<problema>> y no haber podido estudiar medicina, derecho o alguna carrera que implicará llevar su apellido en alto. Así que ha tratado por mucho tiempo en mantenerme lo más oculto de sus amigos cuyos hijos llevan una carrera "importante" y claramente pueden hablar y escuchar.

Era el primer día de mi segundo año. Estaba en mi habitación sentado sobre milly, mi hermosa silla flotante que tanto amaba y que estaba colgada de la parte del techo. Me encantaba subir ahí y sentarme a ver a través de mi ventana: imaginar tantos escenarios como ir en una camioneta viendo las luces de la ciudad y sentir esa libertad de ser infinito.

Se suponía que tenía que prepárame para ir a la ceremonia de bienvenida de los de primero, pero ya era bastante molesto ir a mi facultad como para ir a ver revoltosos que seguramente en tres meses odiarían su vida universitaria. Así que decidí saltarme la reunión, pero tenía que ir de todos modos para saludar a los amigos de mi padre que seguramente fingirían una sonrisa ante mí, mientras hablan mierda a mis espaldas.

No quería, pero a rasga dientes baje de un salto de milly, y me cambié la pijama por un pantalón negro y camisa blanca. Me puse loción y coloqué un reloj en mi muñeca. Después salí de mi habitación y bajé a la cocina por un vaso de agua: la cocinera me dio una sonrisa que no le devolví y después salí de mi casa para encontrarme con Jin, quién era un treintañero molestamente guapo y, mi chofer.

Llegaremos tarde.—señaló y fingí no verlo.

Y es que, odio a las personas y me odio a mí mismo por odiarlas.

El transcurso fue el mismo de siempre; Jin manejando y yo del lado del copiloto. Giré mi vista un poco a él y después al estéreo que estaba prendido, y seguramente sonaba alguna canción que yo no podía escuchar. Así que me enojé.

LOS SONIDOS DEL SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora