Can I Have This Dance?—High School Musical
Algunos les preguntaron por lo más hermoso que habían visto. Ellos contestaron: mi vida. Las personas, con sus rostros aterrorizados, preguntaron nuevamente, porque no les cabía en la cabeza lo "hermoso" que había en sus vidas. Y ellos respondieron: me perdí, nos perdimos. Y tienen razón, eso no es hermoso. Lo hermoso es que sobrevivimos para hablar de eso. Lo hermoso es que nos rompieron, pero juntamos nuestras piezas y nos armamos de nuevo. Lo hermoso es que lloramos, pero no nos ahogamos. Que caímos y nos levantamos, y nos dimos cuenta de que eso es lo que nos hacía ser humanos. Lo hermoso es que no fue el fin de nuestra historia, sino el comienzo.
Conforme vamos creciendo, un tic-tac de un reloj no tan imaginario suena en nuestras cabezas, apresurando nuestros pasos, haciéndonos temblar de miedo al no lograr ver la meta. Nos llaman cobardes si nos detenemos siquiera a descansar.
Y entonces, ya no ven a los adultos como personas.
Olvidamos lo que era tener 6 años, no podemos ni recordar lo que hicimos a los 12, y sentimos nostalgia por los 18. Nos arrepentimos de cosas que no hicimos y culpamos a las manos que nos empujan. Porque eso está bien. Culpar. Culpar. Culpar.
Siempre buscamos un culpable.
Pero, ¿y si el culpable somos nosotros?
¿Qué pasaría si, en lugar de escuchar ese tic-tac, comenzáramos a tararear nuestra canción favorita? Si detuviéramos nuestros pasos, incluso ante esas miradas llenas de ira. ¿Qué pasaría si, por una sola vez, nos culpáramos a nosotros mismos por las cosas que hemos permitido que nos hagan?
¿Podríamos bailar bajo la lluvia?
O tal vez... solo en un baile de universidad, donde seis corazones trataban de darse esperanza de que, tal vez, mañana será mejor.
No... que el "ahora" será mejor.
Yeonjun se había despertado un poco más temprano de lo normal, algo muy extraño en él. Mientras se miraba al espejo, notó cómo los mechones azules de su cabello contrastaban con el resto de su oscura melena. Se pasó una mano por el piercing en el labio, un gesto que hacía cuando estaba nervioso o pensativo. Se vistió con una camiseta negra ligeramente desgastada, unos jeans ajustados y sus inseparables botas de cuero.
Sabía que era un día especial. Pasaría a recoger a Jungkook para ir a comprar el corsage para el baile. Habían hablado un par de veces, pero hoy se sentía diferente, como si cada detalle importara un poco más.
Yeonjun bajó las escaleras de su casa con una energía inusual. La cocina estaba vacía, lo que le permitió tomarse su tiempo para preparar un rápido desayuno. Mientras mordisqueaba una tostada, su mente vagaba hacia Beomgyu y el corsage que podría darle, ya que no tenía suficiente dinero para uno.
—¿Tal vez uno hecho de... cilantro? —se cuestionó a sí mismo y negó rápidamente con la cabeza.
Tomó su mochila y las llaves de la motocicleta, y salió al fresco aire de la mañana. El cielo estaba despejado, y el sol comenzaba a calentar las calles. El rugido del motor de su motocicleta llenó el vecindario mientras se dirigía a la Universidad.
Al llegar, se detuvo frente a la puerta de Yoongi y tomó una respiración profunda antes de tocar. La espera se le hizo eterna hasta que la puerta finalmente se abrió, revelando a Jungkook con una sonrisa brillante y una camisa blanca que contrastaba con sus jeans oscuros.

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LOS SONIDOS DEL SILENCIO
FanfictionJungkook siempre aceptó lo inusual que él era, pero a veces se preguntaba qué clase de persona veían en él que lo catalogaban como raro. -Soy agnóstico pero ahora mismo... ¡Dios, dime el nombre de ese chico! -¿Él? Se llama Park Jimin. -De hecho, hay...