Longtemps

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Longtemps—Amir

Estoy respirando por un agujero enorme en mi pecho, viviendo los días que te llevaste y llegando inconsciente a lugares, preguntándome cómo llegué. Porque ahora lo único que me queda es respirar con este agujero que se roba mi oxígeno, sin poder imaginar que ahora las calles las camino sin ti, o tratando de llamarte desconocido cuando te robaste lo más profundo de mí.

Y es un poco extraño cómo ahora, sin tu peso, no sé cómo pararme. Y ahora solo me queda aprender a vivir sin el sol.

—¿Hoy tampoco irás a clase?

Estaba tirado en mi cama, las cobijas me envolvían como una barrera entre el mundo y yo. Porque el solo pensar en levantarme y encontrarme a Yeonjun hacía que mi estómago se revolviera. Sentía que si lo veía, vomitaría.

—Vamos, Bombitas...

—¡Que no iré! ¡Por favor, déjame en paz, Kai!

Pude escuchar cómo suspiraba profundamente, y luego, tras unos segundos de silencio, la puerta de nuestra habitación se cerró de golpe.

Y nuevamente grité, tomando mi pecho entre mis manos, como si tratara de arrancarme el corazón para evitar este dolor. Gritaba para obligarme a mí mismo a escucharme y comprobar que estuviera vivo. Porque justo ahora, le rogaba a la muerte que me llevara, pero solo me había dado la espalda.

Fue entonces que la puerta se abrió de repente, y me tapé la boca, ahogando el sonido de mis sollozos. Pero en cuanto el inconfundible aroma a cigarro y ese perfume que me dejaba sin aire invadieron la habitación, supe que era él.

—Beomgyu...

Y su voz... El solo escucharla hizo que una descarga recorriera todo mi cuerpo. Apreté mis labios con más fuerza, intentando reprimir el llanto que amenazaba con salir. Pero entonces, lo sentí. Se sentó a mi lado en la cama, y sus manos, apenas tocando mi espalda a través de las cobijas, ardían. Tanto que no pude soportarlo y me obligué a mirarlo.

Sus ojos habían perdido gran parte de su brillo. Su cabello, antes lleno de vida, ahora era un desastre, con esos mechones azules desordenados, como si ahora fuera un nido abandonado.

—¿Q-q... qué haces aquí? —Las palabras apenas salían de mis labios.

—Hemos llegado demasiado lejos para que todo termine ahora... —Su voz era baja, quebrada, y no me miraba; mantenía la vista clavada en el suelo.

—Por favor, vete...

Levantó la vista y me miró directo a los ojos. Me observó en silencio durante unos segundos, recorriendo mi rostro, bajando por mi cuerpo, como si intentara leer lo que quedaba de mí. Finalmente, fijó su mirada en la mía otra vez.

—Si me dejaras explicarte... yo...

—Tú mismo lo dijiste: el ser tu novio no me daba ningún derecho especial —dije, sintiendo que cada palabra me destrozaba el corazón un poco más—. Y ahora que ya no lo soy, no necesito tus excusas.

—Tú nunca fuiste parte de esto... Nunca intenté acercarme a ti para vengarme de Taehyung.

—¡¿Crees que estoy molesto solo por eso?! —Me puse de pie de golpe, caminando hacia la puerta mientras él me seguía con la mirada—. El amor se queda cuando estás presente. Y tú nunca lo estabas. ¿No lo entiendes? Si ni siquiera sabes por qué estás aquí disculpándote, entonces no lo hagas. —Abrí la puerta, incapaz de mirarlo a los ojos—. Por favor... deja de romperme el corazón...

LOS SONIDOS DEL SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora