Capítulo 30

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-Luz, ¿estás bien? -preguntó Ainhoa preocupada cuando vio que Luz no salía del baño, llevaba casi dos hora allí metida

Luz estaba sentada en el suelo, se había duchado, tenía el pijama puesto, necesitaba ponerse un vendaje nuevo en la herida pero no llegaba sola, por lo que se sentó en el suelo, sabía que iba a necesitar la ayuda de Ainhoa, pero los temores que le había contado a Marta estaban allí, ¿qué pensaría Ainhoa? Sabía que Marta tenía razón, si Ainhoa la dejaba por aquello es que no la merecía, mientras antes pasara sería mejor..., pero a pesar de saberlo, le daba tanto miedo perderla.

-Entra... -dijo sin levantarse del suelo

Ainhoa abrió la puerta y se sentó a su lado, le cogió la mano

-¿Estás bien? ¿Estás mareada?

-No, estoy bien... solo... -Luz respiró hondo

-¿Es por compartir la cama? Te has rallado, lo sé, es muy pronto, apenas llevamos dos días saliendo, yo no creo que sea el momento de... pero si quieres...

-Vale, no había pensado en eso, ahora si me estoy rallando un poco -dijo Luz riendo nerviosa

-Luz, tranquila, no tiene que pasar nada, yo puedo dormir en el sofá, no sería la primera vez...

-Ainhoa no digas tontería, ya hemos dormido juntas, lo sé, no es igual ya que antes no éramos nada..., pero no es eso... No llego para curarme la herida

-¿Solo eso? -Ainhoa respiró tranquila

-Sí... solo eso...

Luz se levantó y se acercó a donde tenía las cosas para la cura, respiró hondo y se levantó el pijama por la espalda, a través del espejo no dejaba de mirar a Ainhoa, vio la sorpresa en sus ojos, Ainhoa la miró a través del espejo

-¿Cómo...?

-En aquel lugar...

-Son unos animales... -Ainhoa estiró la mano lentamente, tocando las cicatrices-. ¿Esto es lo que te preocupaba mostrarme?

-No es algo que se vaya a ir con el tiempo...

-El alcoholismo tampoco

-Ainhoa...

-Luz, ¿de verdad te pensabas que iba a importarme? No es tu físico lo que me importa, aunque no estás nada mal -dijo Ainhoa sonriendo mordiéndose el labio-, pero me importa lo que me haces sentir. Ojalá pudiera borrar cada una de estas cicatrices, pero solo lo haría porque no sufrieras, no porque haga que te vea menos atractiva. ¿Puedo curarte esto?

-Sí... -dijo Luz con la voz rota

Ainhoa comenzó a curar la herida, estaba acostumbrada a curar cortes en las manos, por lo que aquello no era tan diferente

-¿De verdad te tiró?

-Rita se enteró de lo nuestro y vino a reclamarme que estuviera poniendo su apellido en boca de todos -contó Luz con una mueca de dolor al sentir escozor en la herida-, iba a irme, no iba a seguirle el juego, pero nombró aquel lugar, comenzó a decir si no me enseñaron nada allí y, ya me conoces, soy impulsiva, me monté en la mesa y comencé a gritar que estaba enamorada de una mujer. Rita empujó la mesa, no me lo esperaba, perdí el equilibrio y caí

-Silvia, no sabe esto, ¿verdad?

-Nadie lo sabía aparte de Leire y Jaime, ahora ya lo sabes tú y mi tía Marta

-No es algo de lo que debas avergonzarte

-No es por vergüenza -Luz cogió la mano de Ainhoa cuando terminó de curarla y la llevó a la cama, se sentó allí con ella-. Nunca pensé en volver a dejar entrar a mis padres en mi vida, ellos murieron a la misma vez que lo hizo Ana, seguí mi vida sin ellos, pero ahora... Veo el arrepentimiento en sus ojos, les creo cuando dicen que no sabían nada...

Huida hacia delanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora