Capítulo 02

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Jane Rizzoli se quitó los zapatos con pereza y se recostó en el sofá con un suspiro de cansancio, y sus ojos se cerraron al instante. Había tenido una de las semanas más ocupadas del verano. ¿Por qué era que los criminales no se tomaban unas vacaciones? Estaba claro que algunos tenían un intelecto inferior al de un niño.

Apenas había dormido más de ocho horas en toda la semana y estaba segura de que no era saludable. Lo sentía en todo su cuerpo y en su estado mental. Lo único que le daba un poco de paz en ese momento era que habían capturado al desgraciado. La falta de sueño y los días interminables habían valido la pena.

—Por fin.

Se cubrió con una manta que siempre mantenía doblada sobre el sofá y, finalmente, pudo relajarse. Había pasado horas pensando en llegar a casa y recostarse en su cama, pero perdía el aliento solo de pensar en el esfuerzo que le tomaría llegar hasta la habitación.

Con el cansancio que sentía, estaba segura de que incluso en el suelo podría quedarse dormida. Sus ojos se cerraron en cuestión de segundos y se perdió en un sueño profundo.

—Jane.

Jane frunció el ceño al escuchar su nombre. Tenía que ser una pesadilla porque había dejado bien claro que no estaría disponible para nada ni nadie. Unos segundos pasaron y el salón permaneció en silencio total. Parpadeó varias veces y se dio vuelta, cubriéndose hasta el cuello con la manta.

—Jane.

Sintió una mano sobre su muslo y sus ojos se abrieron de repente, alarmada. En un instante agarró la pistola que había dejado sobre la mesita de café al lado del sofá. Su visión se fue aclarando poco a poco y lo único que escuchaba era el palpitar de su corazón en los oídos.

Un gruñido emergió de su garganta al ver de quién se trataba.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que toques? Ya soy una mujer adulta y casada. No puedes seguir entrando a mi casa de esta forma —dijo aún con la respiración agitada y el corazón palpitando contra su pecho como si hubiera corrido un maratón—. Mira lo que me haces hacer... —Señaló la pistola antes de dejarla sobre la mesita otra vez y entrelazar los dedos al notar el temblor de sus manos.

Odiaba reaccionar de aquella forma. No era primera vez que alguien cercano terminaba con su pistola en la cara. Lo había hecho con Gabriel varias veces cuando intentaba despertarla durante sus pesadillas. Frankie también lo había vivido y esta era la segunda ocasión con su madre. La aterrorizaba pensar que algún día podría tirar del gatillo.

—Toqué. Lo hice varias veces —explicó con un tono suave—. Tu carro está afuera y me preocupé cuando no me contestaste.

—Me quedé dormida. —Se restregó los ojos con el dorso de la mano. Sabía que se había quedado dormida, aunque no tenía claro si había sido por segundos o minutos—. Necesito dormir. —Se enderezó un poco para sentarse e hizo a un lado la manta.

—¿Ibas a dormir en esa ropa?

Angela la miró con ojos llenos de preocupación; su hija apenas se había molestado en quitarse los zapatos. La blusa de color rojo vino sólido estaba arrugada, pero lo que más le sorprendió era ver que aún tenía las medias puestas. Jane odiaba dormir con medias.

—Solo quería dormir —explicó en voz queda.

—Mira cómo estás... ¿Dónde está Gabriel? —preguntó y se levantó para buscar una servilleta de papel.

Jane cerró los ojos con fuerza cuando escuchó la llave de agua abrirse seguido por los pasos de su madre. Estaba haciendo lo mismo que hizo la primera vez que esto había ocurrido.

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora