Capítulo 21

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La atmósfera en el salón era algo que cualquiera denominaría como romántica. Pero en ese momento, lo único que les importaba era lo relajadas y despreocupadas que se sentían. Jane había insistido en solo dejar encendida una de las lámparas en la esquina y optó por encender varias velas que Maura encontró en la cocina.

"Aprovechemos la luz de la luna" —había dicho.

Maura no se había opuesto a la idea, aunque apenas comenzaba a darse cuenta de lo mucho que un simple cambio de iluminación había cambiado el espacio.

—¡Oh, Dios mío! Mi abuelo tenía uno de estos —exclamó al ver el tocadiscos dorado y varios discos en la pared—. No se veía así de... lujoso, pero hacía el trabajo. ¿Funciona?

—Claro, aunque casi todos son clásicos de piano. Mi padre los coleccionaba.

—Es increíble. —Sacó uno de los discos y con mucho cuidado lo colocó, cerrando los ojos cuando sonó la primera nota—. Necesitamos más música así.

—Esa es una de mis favoritas —dijo al reconocer la suave nota—. No sabía que tenías interés en los clásicos.

—Aún hay muchas cosas que no sabes de mí, doctora Isles —le guiñó un ojo con una sonrisa pícara en los labios.

Maura casi puso los ojos en blanco y sonrió, sirviéndose la segunda copa de vino.

—Espero tener mucho tiempo para hacerlo.

Angela caminaba de un lado a otro, pasándose las manos por el pelo, mientras Frankie soltaba otro suspiro, mirándola.

—Necesitas calmarte, y lo digo en serio. Tú misma lo has dicho: las dos son adultas y saben lo que hacen. Maura la habrá llevado a un lugar seguro y no la dejará sola.

—Lo sé. Lo sé.

—Todos sabemos que Gabriel es —para ti— el mejor hombre posible para ella. ¿Pero has visto cómo la trata, Ma? Apenas está aquí a su lado y Jane, admita o no, tiene problemas con sus pesadillas, y ya sabes lo que ha pasado cuando intentamos despertarla o ayudarla. La última vez casi me vuela la cara.

—Sabes que es mejor no despertarla... y no digas esas cosas.

—Pero se veía que estaba sufriendo. ¿Qué querías que hiciera? Solo quiero lo mejor para mi hermana.

—Lo sé, Frankie...

—Y Gabriel no lo es en estos momentos. ¿Entiendes lo que digo?

Angela suspiró, claramente abatida con toda la situación.

Frankie colocó su mano sobre la de su madre, logrando calmarla un poco.


—Y... y entonces me partió la nariz. Esa vez sí que dolió.

—¿¡En serio!? —Exclamó casi derramando el poco vino que le quedaba en la copa—. No creo que esa sea una anécdota heroica, Jane, deberías mantenerlo en secreto—. Se llevó los dedos a los labios con un "Shhhh" y las dos se desternillaron de la risa.

Una hora y dos botellas de vino después, habían perdido toda la noción de lo que significaba comportarse como las adultas que eran. Se estaban comportando como dos adolescentes pasadas de copas por primera vez en sus vidas. No podían decir una palabra sin reír. No importaba qué era, siempre terminaban riendo.

—Ay... Oh no... —Dejó la copa ahora vacía sobre la mesita de café y se miró la mancha roja en el vestido.

Jane abrió los ojos como platos, cubriéndose la boca con las manos, ahogando un grito de sorpresa.

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora