Capítulo 11

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La respiración jadeante era lo único que se escuchaba en la habitación a oscuras.

"Otra vez", pensó.

Abrió los ojos, y su mirada permaneció fija en el techo.

Inhaló con fuerza y contó en su mente: "uno, dos, tres, cuatro", exhaló y volvió a contar hasta cuatro. Repitió esto hasta que la respiración se volvió tranquila y constante.

-Maldita sea -susurró a la oscuridad y giró la cabeza para mirar el espacio vacío a su lado. Estiró la mano y sacó la pistola debajo de su almohada para colocarla sobre la mesita de noche, agarrando el celular para chequear la hora; apenas había dormido tres horas.

El ejercicio de respiración que Maura le había enseñado para controlar los nervios y la ansiedad la había ayudado mucho más de lo que esperaba. Tenía que agradecerle en algún momento.

Dos semanas. Dos semanas sin hablar con la doctora. No estaba segura si la estaba evitando o si Maura había perdido el interés en ella y en su amistad. La información de contacto de la doctora estaba en su cara, y su dedo casi rozaba la opción de llamar.

"Es muy tarde", pensó, y presionó el botón al lado del aparato, apagando la pantalla.

Siempre había una razón para no llamar, y si no la había, su mente creaba una. Sí, era tarde, pero estaba casi segura de que si la llamaba, Maura respondería sin importar la hora que fuera.

"Joder". Se puso de pie y bajó por las escaleras hasta la cocina para servirse un vaso de agua. Bebió un sorbo y se apoyó con ambas manos en la isla de la cocina, bajando la cabeza, mirando sus pies descalzos, agotada. ¿Cuándo iba a dejar de tener esas pesadillas? Estaba segura de que en algún momento perdería la cabeza si seguía así. No solo le preocupaba su estado mental, sino también lo que podría hacerle a otras personas. Era peligrosa y en ocasiones hasta temía dormir con Gabriel a su lado.

"Deja la pistola guardada, no la necesitas si estoy aquí", le había dicho unas noches antes y, aunque guardó la pistola lejos de ella, no pudo dormir esa noche. Gabriel no entendía. No la entendía por mucho que él pensara que lo hacía.

Cuando alzó la mirada, se encontró con el paquete al lado de la puerta, y eso le revolvió el estómago. El cuadro de Maura. De Maura. Aún no podía procesarlo. Tal vez no quería. El paquete había llegado dos días después de su partida. Gabriel lo metió dentro de la casa porque llegó primero que ella, y cuando la llamó para preguntarle qué era lo que había ordenado que era tan grande, se quedó sin aliento. Con ese cuadro allí, ya no podía negar la realidad.

No podía abrirlo, y esa incapacidad la estaba volviendo poco a poco loca. Quería y no quería. Y lo peor de todo era que no sabía por qué. Eso sí, estaba haciendo que perdiera la poca cordura que le quedaba.

Subió al cuarto y dejó el vaso de agua junto a la pistola en la mesita de noche y se acostó, cerrando los ojos y cubriéndose el rostro con el antebrazo.

"Si Maura estuviera aquí, podría dormir tranquila", pensó, y sus ojos se abrieron de repente como si alguien más le hubiera susurrado esas palabras. Su subconsciente le estaba jugando sucio, pero era cierto; una de las noches más tranquilas que había tenido en meses había sido esa noche cuando Maura la calmó y permaneció a su lado hasta que despertó.

No le había dicho nada sobre esa noche a Gabriel. ¿Qué le podría decir? "¿Sí, tuve una pesadilla y casi le vuelo la cabeza a Maura?" Eso sí lo preocuparía.

Si tan solo pudiera escucharla...

Volvió a agarrar el teléfono y lo apretó con fuerza entre sus manos. Imágenes de la doctora inundaron su mente, recordando sus ocurrencias y cómo la comisura de sus labios se arqueaba levemente cuando intentaba ocultar una sonrisa. Esa noche, Jane se quedó dormida con una leve sonrisa en los labios, sosteniendo su teléfono con fuerza.


**A cientos de kilómetros**

Maura se quitó los guantes seguidos de la protección de cara y lentes de protección. Estaba exhausta después de terminar tres autopsias y aún le quedaba un reporte por terminar, ya que los detectives lo necesitarían a primera hora. Se cambió de ropa y se sentó detrás de su escritorio, cerrando los ojos por un instante, reconsiderando la idea de quedarse a dormir en el sofá de su oficina. Ya casi eran las 1:30 AM y solo perdería tiempo yendo a su casa para dormir un par de horas.

El reporte le tomó casi cuarenta minutos en terminar. Sus huesos y músculos se quejaron y sonaron cuando se puso de pie y se inclinó para quitarse los tacones. El sofá no estaba tan mal, no como había esperado. Revisó las llamadas que tenía perdidas y se detuvo un instante al ver el nombre de la detective; había hablado con ella por última vez dos semanas atrás. Le había escrito un mensaje al llegar a Nueva York para dejarle saber que había llegado bien, a lo que Jane solo respondió con un "Bien". Después de ese mensaje, no habían tenido más comunicación hablada ni escrita.

"Debí haberlo intentado más... decirle que era yo..." Ya había perdido la cuenta de las veces que se había dicho esas palabras, reprochándose algo que no podría cambiar. Aún recordaba la expresión de Jane cuando le dijo; era lo único que venía a su mente cuando pensaba en ella. "Tal vez por eso no me ha llamado". No necesitaba conocerla mucho para darse cuenta de que la honestidad era muy importante para la detective. Pudo haberle dicho, si hubiera insistido más... tal vez piensa que solo jugó con ella, especialmente cuando se conocieron. "Lo intenté", se refutó a sí misma. En aquella ocasión, a pesar de que era una completa extraña, estaba dispuesta a decirle que ella era la que había pintado el cuadro.

El celular estaba en sus manos nuevamente y, sin cuestionarse, presionó la pantalla. Pensaba que no iba a contestar cuando ya había escuchado varios timbres; en cualquier momento la llevaría al buzón de voz.

-¿Maura?

La línea permaneció en silencio por varios segundos, y la mujer repitió su nombre.

-Maura, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

-Perdona que llame a esta hora... -No se molestó en preguntar si estaba durmiendo porque la voz adormilada ya le había dado la respuesta.

-¿Necesitas que vaya a tu departamento?

-No. No estoy en mi departamento.

-¿Entonces, dónde estás? -preguntó sin poder disimular la urgencia en su voz.

-En mi oficina. Dormiré aquí esta noche.

-Pero, ¿qué...?

-Me dijiste que podría hablar contigo de lo que sea... ¿Aún puedo, Ella?

-Claro. Sabes que siempre puedes contar conmigo -dijo, y en su tono se percibía la preocupación que comenzaba a sentir-. Cualquier cosa, Maura. ¿Dime que necesitas? ¿De qué necesitas hablar?

-De Jane...

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora