Capítulo 35

104 11 0
                                    


La respiración de Maura fue tranquila y constante hasta que sintió cálidos labios sobre la cicatriz en su bíceps. Ronroneó cuando sus sentidos comenzaron a despertar y sintió el calor del cuerpo apegado a su espalda, y una mano que se deslizaba lentamente por su costado hasta descansar sobre el abdomen.

—Buenos días —susurró Jane, apoyándose sobre el codo, observando la sonrisa que comenzaba a formarse en los labios de Maura.

—Hmm eres tan cálida. —Apenas había espacio entre sus cuerpos, pero Maura se apoyó aún más en ella, cerrando los ojos al sentir dedos bajo su mentón, que movieron su cabeza lentamente, para luego sentir labios sobre los suyos.

—Me está agradando mucho ser despertada de esta forma —confesó al sentir que los labios de Jane volvían a rozar la cicatriz.

—Concuerdo.

—¿Qué tan puntual es tu madre?

—Menos que tú. ¿Qué está proponiendo, Doctora Isles? —susurró con una sonrisa, a la vez que Maura se giraba para rodear su cuello.

Jane apartó la mirada de ojos claros para mirar el reloj sobre la mesita de noche. Maura lo notó y su risa hizo que Jane volviera a mirarla, divertida.

—Tendrá que ser rápida, detective.

Maura ahogó una risa cuando Jane se movió rápidamente, desapareciendo debajo de la sábana.

Frankie y Jane se apoyaron en la puerta del conductor de la camioneta, mientras miraban a las tres mujeres saludarse entre sí con abrazos y besos en las mejillas.

—¿Estás seguro de que no quieres venir? —preguntó Angela mirando fijamente a su hijo.

—Segurísimo. Esto es cosa de ustedes. Además, si nos quieren sorprender con algún regalo no podemos estar presentes —guiñó, y Delilah sonrió de vuelta.

—Recuerda llamarme cuando estén listas para volver —le recordó Frankie a su madre, que puso los ojos en blanco.

—Para nada —dijo Angela y miró a las dos mujeres a su lado—. ¿Les parece si almorzamos después de esto? Estoy segura de que podremos arreglarnos con un taxi.

Jane miró a Maura, que se sacudió de hombros con una leve sonrisa en los labios. Angela observó a sus dos hijos y luego a las dos mujeres con expresiones muy parecidas.

—Me parece estupendo, Angela —dijo Delilah.

Delilah era la más joven de ellas y de la misma edad que Frankie. Sus ojos azules claros no dejaban de mirar a Frankie con una sonrisa que intentó disimular al esconderla detrás de la bufanda.

—Dejen algo de espacio para la cena —recordó el hombre.

—Estás loco —Jane resopló al subirse en la camioneta con Frankie, mirando de reojo a las mujeres hasta que entraron en el centro comercial—. ¿No es demasiado pronto para que la sueltes a los lobos?

—¿Te refieres a Ma?

—¿A quién más?

—Delilah insistió. —Apartó la mirada del tráfico para mirarla con una expresión aterrorizada—. ¿Crees que la asuste? Ma puede ser mucho... oh, no, ¿crees que le preguntará sobre hijos? Es demasiado pronto para eso; aún nos estamos conociendo.

Jane soltó una carcajada.

—¿Apenas estás pensando en eso? Pensé que ya habías considerado los peores escenarios.

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora