Capítulo 27

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El llavero cayó al suelo, y Jane maldijo entre dientes al agacharse a recogerlo. Sus manos temblaban, y la furia comenzaba a renacer en su interior al notarlo. La puerta se abrió, finalmente, y la cerró de un portazo, apoyándose en ella. Estaba exhausta y no quería estar ahí. No podía. Cada rincón le recordaba a él, y solo quería tirar las cosas y gritar hasta quedarse sin aliento.

Estaba sola.

Agarró uno de los cojines del sofá y gritó, cubriéndose la cara hasta quedarse sin fuerzas. Jadeando y con la cara roja se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con una mano, intentando controlar sus emociones. Tenía que llamar a su hermano, así que sacó el celular de la chaqueta y pausó momentáneamente al ver la foto que se había tomado con Maura durante su cumpleaños.

"Respira. Solo respira". Recordó las palabras de Maura y cerró los ojos, respirando profundamente.

Buscó el número de su hermano y le marcó cuando su respiración se calmó lo suficiente.

–¿Jane? ¿Ya llegaste?

–Sí, recién llegué a casa. ¿Puedo quedarme contigo unos días?

¿Casa? Ya no se sentía como su hogar. No se sentía cómoda; era como si las paredes se estuvieran acercando poco a poco, sofocándola.

–¿Eh...? –La confusión en aquella sílaba era abrumadora–. Claro que puedes... –pausó, y Jane esperó porque estaba segura de que iba a preguntar por qué necesitaba quedarse con él–. ¿Qué quieres comer? Pensaba ordenar comida china, pero puedo pedir otra cosa. Lo que quieras.

Jane cerró los ojos, aliviada. "Gracias, Frankie".

–Comida china suena estupendo. –terminó la llamada y soltó el celular antes de volver a cerrar los ojos. Necesitaba irse lo más pronto posible. Había pensado que no le afectaría volver a "casa", pero cada rincón le recordaba a él y lo único que sentía era furia y dolor.

Un toque en la puerta hizo que diera un brinco en el sofá. ¿Gabriel? No, él no podía ser... debía estar en el hospital aún. Tal vez la persona en la puerta desistiría si la ignoraba.

–Jane, sé que estás ahí.

No. No. No.

–Te puedo ver. –La persona gritó tocando el cristal de la ventana hasta que Jane miró en su dirección y se puso de pie.

–Ma.

La mujer mayor había estado decidida a entrar nada más que la puerta se abriera, pero se quedó inmóvil al alzar la mirada y ver el rostro de su hija.

–Oh, hija. ¿Tan mal está? –la abrazó y Jane se mordió el labio inferior, intentando contenerse–. ¿Dónde está Gabriel?

Se separó un poco para mirarla nuevamente, sorprendiéndose al ver las ojeras y los ojos rojos e hinchados.

–Acaso...

–Gabriel está bien –aseguró y aprovechó aquel instante de confusión de su madre para alejarse lo más lejos posible hasta la cocina.

–¿Entonces por qué regresaste sola?

Jane abrió una cerveza y tomó un largo sorbo, intentando evitar responder aquella pregunta. No estaba lista para hablar con su madre. No con ella y no en ese momento.

–¿Jane?

–Me sorprende que no te haya llamado para informarte. Es eso lo que siempre hace, ¿no?

La frente de su madre se arrugó con evidente confusión.

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora