Capítulo 36

104 10 1
                                    

La puerta trasera crujió al abrirse, y el hombre se dio media vuelta para ver quién había salido. Su sorpresa fue disimulada al tomar una calada del cigarrillo entre sus dedos. La nieve crujía con cada paso de Jane hasta quedar a su lado.

—No sabía que fumabas.

—Solo cuando estoy nervioso. ¿Y tú?

Jane se sintió tentada a pedirle uno, pero ese vicio lo había dejado desde la adolescencia y ahora lo detestaba.

—Prefiero esto. —Alzó la botella de cerveza que sostenía con una mano enguantada. La temperatura estaba varios grados bajo cero, y la brisa helada no tenía piedad. No estaría mucho tiempo afuera, no cuando los copos de nieve comenzaban a acumularse sobre ella y algunos terminaban sobre su mejilla, derritiéndose al contacto.

—Hmm. Un vicio por otro. Aunque no me extraña... en nuestra línea de trabajo es difícil no tener algún tipo de escape de todo lo que vemos. —El hombre se aclaró la garganta antes de apagar lo que le quedaba de cigarro—. ¿Imagino que estás aquí por esa conversación de la que me advertiste?

—Mira, Sean... —No se terminaba de acostumbrar a llamarlo por su nombre, pero él se lo había pedido mientras cenaban y la mirada que Angela le lanzó no dejó oportunidad para negarse—. Es la vida de mi madre y... ¿Por favor, no le hagas daño? —No eran las palabras que había recitado en su cabeza. No lo eran en lo absoluto, pero fue lo que salió en el momento—. Ya tuvo suficiente con la mierda que le hizo Pops y eso la arruinó. —"Y no quiero volver a verla así", pensó.

El hombre estaba tan sorprendido que ni siquiera pudo hablar; simplemente la miraba boquiabierto. Jane estaba segura de que su jefe estaba pensando lo mismo que ella: que no era para nada lo que le quería decir.

—Se ve feliz. Lo he notado desde hace un tiempo, y siendo mi madre me sorprende que le haya tomado tanto para contarnos. Nunca pensé que sintiera temor de compartir esa felicidad con sus hijos —suspiró al recordar las palabras de su madre cuando lo presentó como su pareja. Angela había estado extrañamente nerviosa, asustada incluso.

—Pensaba que no me aceptarían o que me verían como un reemplazo. ¿La entiendes, no? Tú también sientes ese miedo.

La mandíbula de Jane se tensó y se giró para mirarlo a los ojos por primera vez desde que salió al patio.

—No siento miedo —negó entre dientes.

—¿No? —preguntó con sincera curiosidad.

Jane volvió a girarse con la mirada perdida.

—No sé qué esperar. Tal vez estés confundiendo esa incertidumbre por miedo.

Angela había esperado tantas cosas de ella: nietos, un matrimonio feliz que no terminara como el suyo (qué ironía)... y ahora no tenía nada, y no podía evitar pensar —por muy inconcebible que fuera— que su madre terminaría decepcionada de ella. Era una estupidez pensar eso, pero no podía deshacerse de esa voz. Tampoco es que su familia fuera homofóbica, en lo absoluto, pero se habían criado en otro tiempo. Angela siempre había sido de mente abierta con esos temas, lo notó cuando uno de sus primos salió del closet años atrás. Pero es diferente cuando se trata de tus propios hijos... ella misma lo había dicho en ese entonces, y Jane simplemente no podía olvidar esa admisión.

—¿Puedo ser sincero? —preguntó Cavanaugh después de varios momentos en silencio.

—Si debes...

—Tu madre te adora, eso lo sabes de sobra, y te ve feliz. No sabe exactamente por qué, supongo que es como te sentías tú cuando la veías feliz, aunque creo que...

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora