Capítulo 01

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—No podrás convencerme —Jane repitió por décima vez y se rio mientras caminaba hacia la habitación, intentando escapar de la insistencia del hombre.

—No estoy intentando convencerte, amor. Te estoy rogando que vayas conmigo. Es muy diferente. —Intentó mantenerse lo más serio posible para no comenzar a reír con toda la situación. Los ojos de Gabriel la siguieron a ella, observando cómo deslizaba el dedo índice a lo largo de la pared del estrecho pasillo. Comenzaba a pensar que lo estaba provocando para que terminara rogando de verdad.

Jane se detuvo de repente, esbozando una leve sonrisa al escuchar aquellas palabras. Había logrado lo que quería. La sonrisa desapareció al girarse para mirarlo a los ojos. No iba a convencerla de salir; era su día libre y no quería hacer más que tirarse en el sofá con una cerveza en mano y ver el juego de hockey.

—¿Ahora estás rogando? —preguntó a punto de soltar una carcajada.

—No quiero ir solo. Además, mi jefe quiere conocerte.

Jane suspiró y cruzó sus brazos sobre su pecho.

—Ya conozco a tu jefe.

—Sí, pero él no te conoce en persona. Y sabes que este evento es una buena oportunidad para que me den ese ascenso que he estado esperando por meses.

—Te lo mereces. No necesitas ir a un evento para demostrarlo. Yo no necesito ir —especificó.

—Solo esta vez. Te lo prometo.

—Gabriel... —Nadie mejor que ella sabía que una vez que comenzaba a insistir de esa forma no se libraría de él. Así que la única opción que le quedaba era negociar.

—Solo una hora. Habrá una pequeña conmemoración y justo al lado, adivina qué.

—¿Hmm?

—¡Habrá una exposición de arte! Y tu madre me ha comentado que te gusta el arte.

—Eso lo dice porque me gustaba dibujar cuando tenía diez años. ¿Acaso la exposición está supuesta a ser un incentivo? Está teniendo el efecto opuesto —Soltó un suspiro exagerado y se tumbó sobre la cama.

—Vamos, Jane... solo esta vez y... hay algo más.

—Déjame adivinar. ¿Quieres que use el vestido negro que intentaste ocultar?

Gabriel abrió la boca preparado para negarlo, pero ya no tendría sentido hacerlo. Angela se lo había advertido; hubiera sido mejor dejarlo en su casa así no corría el riesgo de que Jane lo encontrara.

—Sí. Aunque ya sé que dirás que no. Al menos tenía que intentarlo —suspiró con resignación.

—No iba a decir que no.

—Ya sé. Espera. ¿Qué? ¿Estás hablando en serio?

—Solo por esta vez. Después de hoy no habrá más eventos formales de este tipo por el resto del año y ni hablar de vestidos—. No perdería su día de descanso ni el juego sin ganar algo a cambio.

—Pero apenas es verano.

—Ya falta poco para el otoño. Ahora me vestiré antes de que cambie de pensar.

—¡Gracias, amor! —La besó en los labios, con una sonrisa de oreja a oreja.

Jane lo siguió con la mirada hasta que la puerta del cuarto de baño se cerró y escuchó el agua de la bañera. Sabía perfectamente dónde su marido había escondido el vestido. Nunca lo hubiera encontrado si no fuera porque había revisado cada rincón de la habitación, buscando unos documentos.

Tú y Yo (Tú mi Naturaleza y Yo tu Humanidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora