Capítulo 4. Dile que se vaya.

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__ Tu sí que estás loca.

Monica se encogió de hombros.

Galilea apenas había arrancado el auto dejándolas a ambas frente a la casa de Dana.

Una Dana muy enojada porque Monica decidió bajarse también y autoinvitarse a su casa.

__ Me apetecía pasar un rato más contigo.

Dana ignoro su comentario cuando por fin pudo abrir la puerta, estuvo tentada a cerrarla en la cara de su molesta acompañante, pero la detuvo el solo pensamiento de hacerle daño a aquella perfecta mandíbula.

__ No hagas mucho desorden.

Tan pronto como estuvieron dentro Monica se dedico a mirar hacia todos lados, los muebles, las paredes, parecía tan amornioso.

__ No hago desorden, Dana, no soy un perro.

__ Yo no te compare con un perro __ Dana cerró de nuevo la puerta, por alguna razón tuvo la necesidad de volver a colocarle el seguro.

Si ella había tenido que usar su llave para abrir significaba que no había nadie en casa.

__ ¿Eso es un florete? __ Mónica observo asombrada aquella espada colgada en la pared al lado de un gran cuadro.

__ Sí.

__ ¿Haces esgrima?

__ Mi padre solía hacerlo de joven, esa es de el.

Vanalidades.

Ninguna sabia exactamente que decir o como comportarse.

No estaban en el ambiente de guerra que siempre vivían en el colegio, pero tampoco estaban del todo cómodas la una con la otra.

Era una convivencia extraña.

__ ¿Quieres agua?

__ Estoy bien.

Dana asentó la mochila en cualquier lado, no sabía que hacer, o que decir. ¿Por qué Monica tenía que insistir en entrar a su casa?

__ Bueno, supongo que te quedas en tu casa. Iré a bañarme y cambiarme. __ Dana anunció.

__ ¿Cómo? ¿No piensas enseñarme tu habitación?

No era un tono precisamente amigable.

De hecho era bastante sugerente y Dana lo notó así que Monica solo se ganó una mala mirada de su parte.

__ No. Ni siquiera te invite a mi casa.

__ Que mal educada eres con las visitas, tu madre estaría decepcionada.

Dana rodó los ojos.

Monica era fastidiosa e irritante. Simplemente insoportable.

__ Vuelvo en un rato.

__ Te espero.

Tan pronto como Dana subió las escaleras, Monica sonrió con autosuficiencia.

Tomo la mochila de aquella mujer y saco uno de sus cuadernos y una pluma. Escribió una pequeña nota para ella y luego regresó todo a su lugar, como si no hubiese pasado nada.

Dos minutos después estaba aburrida y decidió mejor ir exactamente a la misma dirección a la que Dana había ido. Para su sorpresa la puerta de la habitación no estaba cerrada, por lo que Monica pudo entrar sin problema.

La habitación de Dana era totalmente diferente al resto de la casa, las paredes eran de un color rosa bastante pálido llena de dibujos hechos a mano.

La novia de mi novio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora