56.

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A la par del resplandeciente amanecer que poco a poco iluminaba los límites de la aldea, Harry se marchó.

No sin antes despedirse de Zayn y un durmiente Ezra, y correr hacia la cabaña de los Horan para hacer lo propio con las criaturas que ahí se encontraban. Abrazó a su padre por lo que se sintió una eternidad, escuchando atento cada dulce palabra que tuviese para decirle en sus roncos murmullos, después, cuando Edward acabó besando su frente y recordándole cuánto lo amaba por milésima vez, Harry fue hacia la habitación de Evan y simplemente permitió que el Omega lo envolviera en sus temblorosos brazos hasta quedar satisfecho.

Entre abrazos sin intención de dejarlo ir por parte de cada uno de los Horan, y promesas del lobo respecto a volver lo antes posible, el Alfa de rizos acabó encontrando su camino rumbo a los límites de la aldea. Siendo acompañado en todo momento por su mejor amigo y un somnoliento Louis, quien no dejaba de sostener su mano y sonreír hacia él cada vez que alguna criatura mencionaba lo mucho que estaría esperando su regreso y cómo, seguramente, los Dioses le ayudarían a cumplir con éxito su misión.

Debido a las bajas temperaturas que cada vez iban apoderándose del ambiente, la pareja había tomado la decisión de dejar a su pequeño cachorro dentro de la protección de su nido mientras el ojiazul salía a despedir a su Alfa; siendo cubierto por sus cálidas mantas que tanto adoraba, acurrucándose entre los cojines marcados con la esencia de su madre a la par que Jade cuidaba de él.

Antes de abandonar la cabaña compartida con los Payne, Harry se había tomado un momento para besar el regordete rostro de su hijo, cauteloso de no despertarlo, recorriendo con sus labios los suaves centímetros de piel lechosa y murmurando en su oído lo mucho que iba a extrañar tener a ese pequeño bultito ronroneando entre sus brazos.

Alimentarlo, vestirlo después de su baño, dormir junto a él, o pasar la noche en vela meciéndolo cerca de su pecho. El Alfa extrañaría con locura cada una de esas pequeñas cosas.

Por favor, no te olvides de mí. Le había suplicado en un susurro antes de abandonar la habitación de su familia y dejarlo sumido en su inconsciencia. Sin que Alex tuviese idea de que, al despertar, su padre ya no estaría para recibirlo con su usual ronda de besos y abrazos.

"Alex va a estar bien," Louis habló al tiempo que, junto a Liam, se encaminaban rumbo al área en donde el resto de los lobos se reunirían, reforzando el agarre de sus manos entrelazadas en un gesto reconfortante, como si supiera exactamente cuáles eran los pensamientos del rizado en ese momento. "Estoy seguro de que la ropa y mantas que dejaste para su nido le ayudará a no extrañarte tanto, mi Alfa."

Harry, por otra parte, no podía confiar demasiado en ello.

Su aroma no tenía la intensidad suficiente para permanecer en aquellas telas por demasiado tiempo, viéndose suprimido por la penetrante fragancia de su Omega. Por lo que, uno de sus mayores temores era el que su pequeño Alex no pudiese detectar los vestigios de lavanda debajo de la continua estela de melocotones.

Que, al regresar, no sólo hubiese olvidado su rostro. Si no también la familiaridad de su olor.

"Zayn y Ezra estarán pendientes de él también," su mejor amigo se aseguró de mencionarle. Moviéndose tranquilamente a su costado izquierdo y regalándole un suave apretón a su rígido hombro lleno de tensión. "Jade, los Horan, Alexander, Zayn, e incluso Anna mantendrán un ojo sobre tu Omega y tu bebé," Liam le recordó. "Ellos no estarán solos, ricitos."

"¿Me estás diciendo que mi Alex y yo seremos vigilados todo el tiempo?" Louis intentó bromear, con su característico humor sarcástico que el lobo extrañaría como un jodido idiota enamorado. "Dioses, creí que sería suficiente con tener al abuelo gruñón siguiéndonos a todas partes ya."

Wolves. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora