45.

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Aquella mañana, Louis se levantó sin ánimo.

No sólo había sido víctima de otra fatídica noche en vela, con su cabeza viéndose nuevamente atacada por ese horrible zumbido que emergía de las profundidades de su cerebro y que amenazaba con reventarle el cráneo en cualquier instante. O el intenso escalofrío que parecía haberse mudado de manera permanente a sus frágiles extremidades.

No. Todo aquel montón de malestares persiguiéndolo desde tiempo atrás esta vez no habían tenido nada que ver con las emociones que se apoderaron de su interior durante la noche, acometiendo en su contra con tanta furia, que le resultó imposible encontrar un suspiro que no estuviese cargado de angustia y dolor.

Fueron las jodidas pesadillas las que lo mantuvieron despierto durante toda la madrugada.

Una tras otra, arremolinándose en su mente y desarmándolo por completo, sin siquiera darle la oportunidad de defenderse de aquellas espantosas imágenes que aparecían cuando sus parpados se vencían ante el cansancio. Derrumbándolo de la misma forma en que venían haciendo desde que su mundo se vino abajo.

Desde que, ahogándose en un desgarrador llanto y agonizando de dolor en los brazos de su madre, Louis había decidido darle a su Alfa el descanso que tanto necesitaba.

Finalmente, él lo había hecho.

El pensamiento de su Harry siendo torturado día con día no conseguía salir de su cabeza por mucho que lo intentara, el escalofrío que le recorría el cuerpo durante sus noches en vela era un constante recordatorio de lo mucho que su pareja sufría estando lejos de él. Todo ese dolor que Louis experimentaba no era propio.

Él lo sabía.

Sabía que era injusto seguir aferrándose a algo que no hacía más que lastimar a la criatura que más amaba. Sabía que estaba siendo egoísta, sabía que sus esperanzas cada vez caían más y más. Louis sabía que el tiempo se estaba acabando para ellos.

No se habían comunicado durante un largo tiempo ya. Había perdido la cuenta de cuántas veces había terminado sollozando en su habitación al no conseguir tener contacto con su Alfa, y, por mucho que doliera aceptarlo, la presencia de Harry en su mente había comenzado a volverse borrosa también. Como si él estuviese desapareciendo de su lado y lo único que quedara para aferrarse fueran los recuerdos del tiempo que vivieron juntos.

Aunque se esforzara día y noche por mantener el vínculo que unía a sus almas, con cada día que transcurría, Louis se sentía cada vez más y más vacío.

Solo. Con una parte faltante en su alma.

Triste, con el corazón irremediablemente destruido.

¿Era así como se sentía un Omega con su lazo roto? ¿Todo ese sufrimiento estaría destinado a lo que irremediablemente sucedería? ¿Era ese el comienzo de un doloroso final para él? ¿Para ellos?

Louis no quería saber la respuesta a esas preguntas.

No se había sentido de esa manera desde que Harry lo había encontrado aquel día en el bosque, desde que fue tan iluso para creer que una nueva esperanza llegaría a su vida acompañada de preciosas esmeraldas y hoyuelos juguetones.

Él confió ciegamente y pensó que jamás tendría que volver a experimentar un dolor como el que vivió junto a los hombres, creyó que al tener a su Alfa a su lado las cosas mejorarían y el sufrimiento ocasionado por los humanos quedaría en el pasado.

Qué equivocado estaba.

Por los Dioses, Louis odiaba esa maldita sensación que le consumía cada vez más el alma. Y se odiaba a sí mismo por no ser lo suficientemente valiente para enfrentarla.

Wolves. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora