51.

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"¿Alexander Styles?"

Harry asintió. Sintiendo una dulce calidez apoderarse de su pecho. Su lobo ronroneó gustoso ante la mención de su pequeña cría.

La criatura a su costado permaneció en silencio durante algunos segundos, abrazando sus rodillas y frunciendo el entrecejo cuando los rojizos mechones se deslizaron por encima de su frente, obstaculizándole la visión.

"Es un nombre lindo," Evan dijo por fin y usó delgados dedos para apartar la crecida melena pelirroja. "¿Tu Omega está bien?"

Ante la mención de su pareja, el Alfa suspiró.

"Louis está feliz," declaró pasado un momento. Con una tranquilidad que hace mucho tiempo no sentía naciendo en su interior. "Ha ido recuperando energía también."

Sorprendentemente, la vitalidad parecía estar regresando poco a poco al cuerpo de su Omega justo después del parto. No lo suficiente para alejar la palidez cadavérica de su semblante y recobrar la fuerza total en sus músculos, pero sí bastando para que el ánimo de Louis se elevara hasta que su aroma se viese nuevamente colmado por esa dulzura tan cautivadora que Harry recordaba.

Una semana había transcurrido desde que su bebé llegó al mundo. Una semana en donde el Omega ojiazul no había dejado de ser mimado por cada una de las criaturas a su alrededor. Liam, Helen, Zayn, Brendan, Erick, cualquiera que pusiera un pie dentro de su habitación acababa sucumbiendo ante la preciosa imagen de un Louis sosteniendo en su regazo a su cachorrito. Hablándole con tanto cariño, siendo todo suave y amoroso con ese pequeño bultito arropado entre sus brazos.

Por las noches, cuando eran sólo ellos dos y su cría, Harry se entretenía viéndolos dormir a su lado. Comparando las facciones tan delicadas de su pareja con esa diminuta naricita de botón, sus labios delgados, y el ceño fruncido que su bebé mostraba a mitad de sus sueños.

A palabras de Jade, con cada día que pasaba, el pequeño Alex iba pareciéndose más y más a Louis. Imitando esas dulces muecas que él hacía de cachorro y heredando el mismo par de resplandecientes zafiros en sus ojos.

Era un bebé tan bonito, que el corazón de Harry bombeaba con frenesí cada vez que lo veía.

Era su bebé. Suyo y de Louis.

"Luces diferente," el Omega junto a él lo sacó de su ensimismamiento con un suave golpecito en su costado, apenas con la fuerza necesaria para que el Alfa girara a encararlo. Durante sus últimas visitas, Evan parecía más cómodo con su presencia, acercándose cada vez un poco más y permitiéndole compartir efímeros toques fraternales como aquel. "De una buena manera... te ves un poco menos miserable que antes, Alfa." Susurró en su usual tono por lo bajo.

Se sentía diferente. A pesar de que las pesadillas todavía lo atacaban mientras dormía, obligándolo a pasar las noches en vela para no acabar hiriendo a su familia durante alguno de sus instantes de ofuscación, y aún cuando sus crisis nerviosas lo hacían perder el control en momentos inesperados, como un par de días atrás, cuando un estruendo demasiado ruidoso se escuchó a las afueras de la cabaña y Harry acabó sufriendo un ataque de pánico al pensar que volvían a estar bajo ataque.

Incluso después de todos esos instantes donde desconocía las cosas que lo mantenían atado a la realidad y se dejaba dominar por el temor y la rabia, él se sentía diferente.

Un poco. Consiguiendo pequeños triunfos como poder preparar su propia comida, dormir al mediodía sin ayuda de los sedantes, o, lo que lo hacía sentir más orgulloso, recibir los besitos que Louis dejaba en sus mejillas cada vez que él lograba sostener a su cachorro sin el temor de hacerle daño.

Eran victorias pequeñas que alcanzaba día con día, algunas más insignificantes que otras, pero que, de alguna manera, lo acercaban un poco más a la criatura que solía ser antes de que todo ese suplicio lo envolviera.

Wolves. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora