PRÓLOGO

85 6 1
                                    

Christian se hallaba asomado al balcón de su apartamento, en Nueva York. Contemplaba las idas y venidas de los coches por las calles, conducidos por gente que, al caer la tarde, regresaba ya a su hogar. El joven shek los veía moverse por las interminables calles de la ciudad, pero su mente estaba muy lejos de allí, concretamente en casa de Shizuko, en Tokio. 

Ambos hablaban por contacto telepático, discutiendo lo que harían a continuación. Estaban trazando un plan para abrir un portal que pudiera llevarlos al mundo que Gerde había creado, con los demás sheks. Hacía tiempo que se habían reconciliado, pero el sentimiento que tiempo atrás los había unido ya no existía. Christian amaba a Victoria, y Shizuko lo había aceptado. Pero ambos eran buenos amigos, y compartían un mismo objetivo: llegar junto a los otros sheks.

De pronto, algo reclamó la atención de Christian. Le dijo a Shizuko que esperara un minuto, y se retiró de su mente con suavidad. Ahora sí que lo percibía con mucha claridad: era Shiskatchegg, el anillo de Victoria. Lo sentía mucho más cerca que antes, y estaba bastante seguro de que no eran imaginaciones suyas. Abandonó el balcón y entró al interior del apartamento, y lo que vio allí lo dejó sin palabras. 

Victoria estaba sentada en el sofá, con un bulto entre los brazos. El bulto lloraba suavemente, y ella lo acunaba y le susurraba dulcemente.

- Criatura... - murmuró Christian.

- Hola, Christian.

Ambos se fundieron en un fuerte abrazo que duró unos segundos, hasta que el bulto que Victoria había dejado el el sofá reclamó su atención con un sonoro llanto. Ella se separó de Christian con suavidad y se sentó en el sofá. El chico se sentó a su lado.

- Te he echado mucho de menos - dijo Victoria.

- Y yo a ti también, criatura.

Entonces, Christian reparó en la niña a la que Victoria intentaba consolar, sin resultado. Un mechón de pelo negro nacía de su cabeza, y tenía unos electrizantes ojos azules.

- ¿Quién es esta niña, Victoria?

- Esta niña es tu hija, Christian. Eva, Lune. Nuestra hija.

Christian contempló una vez más a la pequeña Eva. Aún no podía creer que aquella niña fuera hija suya, pero así era. Entonces, Christian pareció percatarse de algo.

- ¿Qué haces aquí?¿Por qué no estás en Idhún? ¿Y Jack y Erik?

- Están en Limbhad. Cuando Eva nació, intentamos ocultarla de los idhunitas, pero los rumores llegaron hasta los Nuevos Dragones, que consideraron su deber matar a la última serpiente de Idhún. Así que nos atacaron. Pero Shail nos avisó a tiempo, y abrió un portal a Limbhad para nosotros. Y aquí estamos - explicó Victoria con tristeza -.

- ¡Es terrible! Pagarán por esto.

- Ahora ya es tarde. Ya estamos aquí. Y tenemos que decidir qué haremos ahora. Los niños no pueden vivir en Limbhad para siempre.

- Es verdad. Puede que la casa de tu abuela, en Madrid, sea la mejor opción.

Victoria lo pensó. Sería buena idea. Era una casa enorme, con un pequeño bosque en la parte trasera. Y estaba en un lugar apartado, pero no tendrían problemas para llegar a la ciudad.

- Sí, puede que sea lo mejor. Además, los niños no pueden saber nada de Idhún, ni de nuestro pasado, o querrán volver. Y no pueden hacerlo.

Christian asintió. Se dieron de la mano y regresaron a Limbhad. Una nueva vida había comenzado para ellos.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora