CAPÍTULO 3: Revelación

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Nada más oír esto, el rostro de Erik se ensombreció. Ya lo había olvidado. Tenía pendiente hablar con su hermana, porque estaba preocupado por ella. Le preocupaba que la chica no tuviera amigos, y que siempre estuviera sola en los recreos. Ya era hora de aclarar todo aquello.

Respiró hondo antes de decir:

- Me tienes preocupado. Siempre estás sola, nunca invitas amigos a casa, ni siquiera sé si los tienes. Nunca me has hablado de ellos. En los recreos también estás sola, sentada en un rincón. A veces incluso no te veo en el recreo, como si estuvieras escondida - hizo una pausa. Su hermana se había puesto pálida -. Me preocupas mucho, Eva, y necesito que me asegures que estás bien, porque para algo soy tu hermano mayor. Pero no me mientas, porque llevas demasiado tiempo mintiendo. Dime la verdad.

Eva no sabía que decir. Se había quedado bloqueada. Sabía que su hermano sospechaba algo sobre todo aquello, pero no imaginaba que la conociera tan bien. Lo había subestimado.

La chica sintió como las lágrimas acudían a sus ojos. Quería mucho a Erik, pero no quería admitir que en todos aquellos años no había tenido ni un solo amigo, ni una sola amiga, que había estado siempre sola. Que siempre se burlaban de ella, y que ella nunca se lo había contado a nadie.

Eva salió corriendo y se encerró en su cuarto. Luego se tumbó en su cama y empezó a llorar. Erik le había recordado todo aquello que día tras día se esforzaba por apartar de su mente. Pero ahora todos aquellos pensamientos inundaban su mente y la sumían en una amarga tristeza.

Cuando la chica había salido corriendo, Erik no la había seguido. En su lugar, había salido de su cuarto y había bajado las escaleras. Tenía que contarle todo a Christian. Si de verdad tenía el poder de leer la mente, puede que ya lo supiera, pero por si acaso tenía que avisarle. Sabía que sólo él sería capaz de calmar a su hija. Y Eva necesitaba calmarse. Cuando había visto a su hermana al borde del llanto, el chico había visto confirmados sus peores temores: la chica se sentía muy sola. Y él, que se suponía que era su hermano mayor y tenía que protegerla de todo, no se había dado cuenta.

Recorrió la casa en busca de Christian, y lo encontró en la cocina, con Victoria. Jack debía de estar durmiendo. Carraspeó para llamar la atención de los adultos. Ambos se giraron.

- Ho... hola.

- ¡Erik! - dijo Victoria - ¡Qué ha pasado!

El chico no se había dado cuenta, pero su cara mostraba una profunda preocupación.

- Yo... - el chico quería hablar, pero dirigía miradas nerviosas a Victoria. Erik no quería que su madre estuviera presente, sabía que lo regañaría por no haber interrogado antes a su hermana.

Victoria captó el mensaje.

- Dadme un momento, ahora vuelvo.

Se alejó con paso rápido. Suponía que aquello que Erik tenía que decir no era asunto suyo.

Como si le hubiera leído el pensamiento, Christian preguntó:

- ¿Dónde está tu hermana?

- En su cuarto. Tienes que hablar con ella. Ahora.

- ¿Qué ha pasado?

Erik le contó todo. Le dijo que Eva había entrado en su cuarto para explicarle lo que había pasado, y omitió deliberadamente la parte en la que su hermana le revelaba el secreto de sus poderes. Christian no pareció notarlo.

- ... y entonces yo le he confesado que estoy preocupado por ella, porque siempre está sola y no parece tener amigos. Parece ser que he acertado, porque ha salido corriendo y se ha encerrado en su habitación. Puede que haya sido un poco brusco con ella. Lo siento.

- Da igual - respondió el hombre. Estaba demasiado preocupado por su hija como para darle importancia a aquello -. Voy a hablar con ella. Ahora vuelvo.

- ¡Espera! - lo llamó Erik - No te pases mucho, ¿vale?

- Lo intentaré.

Christian subió las escaleras rápidamente. Estaba enfadado consigo mismo, muchísimo. ¿Cómo no había sabido ver que su hija necesitaba ayuda? Había estado muy ciego. Ahora ella lo estaba pasando mal, sólo porque Christian no había cumplido con lo que él consideraba su deber como padre.

Llegó arriba y se detuvo un momento frente a la puerta. No sabía si sería bien recibido en aquellos momentos, porque su hija seguía enfadada con él. Ahora creía entender por qué. Según lo que Erik había dicho, empezaba a sospechar que Eva sabía más de lo que todos imaginaban. Tenía que entrar, se dijo. Aún no era tarde para arreglar las cosas con su hija.

Respiró hondo, empujó la puerta y entró.


Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora