CAPÍTULO 23: Días lentos

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Erik salió de la ducha y se envolvió en una gran toalla. Se miró al espejo y le sonrió a su reflejo. Había crecido y había cambiado poco a poco, sin que ni siquiera él mismo lo advirtiera.

Los días pasaban muy lento cuando sabías que ibas a volver a Idhún, pero también sabías que faltaban dos largas semanas y que mientras tanto tenías que entrenar y soportar el nerviosismo de tus padres. Porque en resumidas cuentas, eso es lo que les pasaba a Erik y a Eva.

Las clases estaban llegando a su fin, pero antes tocaban los exámenes finales, y aquello era casi imposible de compaginar con los estrictos entrenamientos que sus dos padres habían preparado para ellos. Para Eva, claro está, los exámenes no eran un problema, pero le daba mucha pereza ponerse a estudiar y su padre insistía en ello. Erik tampoco solía tener problemas para aprobar, pero aquel año los profesores se habían puesto muy estrictos y los exámenes eran condenadamente difíciles. Erik pasaba angustiosas horas estudiando ya de normal, pero aquel año estaba teniendo que esforzarse más aún.

No entendía como lo hacía su hermana, porque ella estaba tranquila. Claro que era una superdotada y todo eso, pero aquello no era excusa para tener aquellos nervios de acero. Sin embargo, puede que ser una shek si lo fuera. Erik no lo sabía.

Los entrenamientos también dificultaban las cosas. Esto Eva lo llevaba peor que su hermano, porque su padre era muy estricto con ella y porque aún no había conseguido transformarse en shek. Erik tampoco se transformaba en dragón, pero Jack había vivido aquella frustración respecto al tema y no lo presionaba.

Erik salió del baño y se metió en su cuarto. Qué ganas tenía de que las clases terminaran ya. Estaba harto de estudiar.

Se vistió rápidamente y bajó a desayunar. Allí lo esperaba su hermana, que ya estaba pelando su habitual manzana. Eva lo saludó con un movimiento de cabeza y siguió con lo suyo.

El chico de sentó a la mesa y su padre le puso delante un plato repleto de sus habituales tortitas. Cuando las hubo engullido todas, corrió a preparar su mochila. Cuando por fin salió por la puerta de la mansión junto a Eva, ya era bastante tarde.

Sus mochilas los hacían inclinarse levemente, porque debido a los exámenes cada vez pesaban más. El fin de curso también era la causa de que llegaran tarde: estaban cansados, llevaban demasiados libros en su espalda y tenían agujetas. Esto último se debía al durísimo entrenamiento del día anterior.

En resumen, estaban hechos polvo.

- Vamos, Eva, que vamos a llegar tarde - de normal era ella la que le metía prisa a Erik, y no al revés, por eso la situación era de lo más extraña.

Eva resopló y apresuró el paso. Christian la entrenaba duramente, y la chica, a sus 12 años, no tenía aún la fuerza física que desearía. De modo que Eva se arrastraba por la vida con los ojos siempre medio cerrados y el cuerpo débil, buscando a ratos un momento para dormir, entre clase y clase o cuando su padre no miraba.

Erik, que siempre había sido un chico con mucha energía, no lo llevaba tan mal como su hermana, ido también se lo veía cansado.

Resoplando y medio corriendo, llegaron segundos antes de que cerraran las puertas del instituto, y el portero los miró con mala cara mientras echaban a correr hacia sus correspondientes clases.

Aquel día fue otro agotador día de instituto, y del día anterior solo se diferenciaba en que cada vez faltaba menos para que acabara el curso.

Pero qué remedio, se decían los chicos. Al fin y al cabo, después de irían a Idhún.

Aquella era una cuestión que los llevaba de inquietud. Su madre había sido muy clara días atrás. No quería que volvieran a Idhún. Pero tras el viaje de Christian, había cambiado totalmente de opinión, y esperaba el viaje con alegría, tanta que casi resultaba sospechoso.

Según les habían dicho sus padres, no irían a Idhún a luchar contra nada ni nadie. Todos estaban extrañamente felices y a salvo. Hacían aquel viaje por una cuestión muy sencilla: los adultos echaban de menos Idhún y a sus amigos, y querían hacerle una visita a Shail. Erik y Eva no terminaban de creérselo, pero no sabían que otra cosa creer, así que asentían, no sin cierta sospecha.

Ninguno de los dos sabía el plan que sus padres se traían entre manos. Que en realidad no iban de vacaciones. Pero unos niños estresados nunca dicen que no a unas buenas vacaciones, y mucho menos si transcurren en otro mundo.

Durante aquellas dos semanas, Erik y Eva aprendieron a manejar sus espadas con soltura y (en secreto) también sus poderes. Sus padres les enseñaron a pelear cuerpo a cuerpo, actividad que los niños encontraron divertida. Se pasaban las horas que los deberes no les ocupaban luchando amistosamente con o sin espadas, y llegaron a alcanzar el nivel suficiente para que sus padres estuvieran satisfechos. Los días pasaban (lentos pero seguían pasando), y los exámenes y los estudios dieron paso a las maletas y los preparativos.

Tres días antes de que acabaran las clases, toda la familia (menos Christian, probablemente) estaba con los nervios a flor de piel. Las enormes maletas medio llenas ya estaban sobre las camas, mientras la gente paseaba por sus habitaciones en busca de su equipaje.

Los amigos de Erik se habían mostrado sorprendidos cuando éste les dijo que se iba de vacaciones.

- ¿Pero a dónde te vas? ¿Por cuánto tiempo?

- Ya os lo he dicho. Me voy a Dinamarca, al país natal de mi padre.

- ¿Y en qué parte de Dinamarca vivía?

- Eh... Silkeborg.

- Ya. ¿Y por qué se vino a Madrid?

- Trabajo - obviamente, Erik se había ensayado todas las respuestas.

- ¿Pero no era que había venido de pequeño? - al parecer, los amigos de Erik tenían muy buena memoria.

- Ya, es que... vinieron por trabajo... de sus padres. Eso, sus padres trabajaban - si Eva hubiera estado allí, se habría partido de risa al ver lo malo que era su hermano mintiendo.

- Ok. ¿Y por qué no vamos todos contigo al aeropuerto y nos despedimos?

- Eh, no, es que... saldremos muy pronto, de madrugada. Además, mi padre no os dejará.

Con esto los amigos de Erik dieron por zanjada la conversación, y se alejaron, molestos. Solo el mejor amigo del chico, Nicko, siguió insistiendo.

- Oye Erik... ¿Dónde te metes por las tardes? Nunca has sido de salir mucho, pero es que estos días ha sido una burrada - se lo veía enfadado, y Erik palideció -. ¿Acaso nos estás evitando?

- No os estoy evitando, es solo que... no puedo decírtelo.

La cara de Nicko era de película.

- ¿Como que... no me lo puedes decir? Nos hemos contado todo durante los doce años que llevamos siendo amigos, y ahora vas y me dices que no me puedes decir por qué desapareces durante 17 horas todas las tardes.  Estás raro, Erik. Has estado más raro en las últimas semanas que en el resto de tu vida.

El enfado de Nicko crecía por momentos, y lo peor era que tenía razón. Pero Erik no tenía la culpa de que sus padres fueran seres sobrenaturales que querían llevarlo a otro mundo.

- Mira, Nicko, estoy teniendo... problemas con mi familia. Eso es, problemas. Después de lo que pasó con Eva, han venido otras cosas y... estamos todos muy ocupados - Erik no había tenido más remedio que contarle a su amigo aquello, y esperaba que su hermana no lo descubriera jamás -. De verdad que no te estoy evitando, pero de verdad que no te puedo contar nada - vaciló -. ¿Confías en mi?

- Sí, Erik - el chico parecía cansado -. Confío en ti. Pero si necesitas algo, no tienes más que decírmelo. Incluso si estás colado por una chica especialmente fea. También lo aceptaré.

- Ja, ja. Muy gracioso - Erik se había puesto rojo hasta las orejas -. Ni siquiera yo soy capaz de pasarme todas las tardes pensando en una chica. Vaya pérdida de tiempo.

Nicko acompañó a Erik a su casa, y se despidieron tan alegremente como de costumbre, pero Erik vio en la mirada de su amigo que algo se había roto irremediablemente.

Sus padres lo notaron triste, pero lo atribuyeron al cansancio. Eva también se dio cuenta, y no tardó en enterarse del motivo, pero no le dijo nada.

Aquellos tres días fueron muy largos para todos.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora