- ¡Hola! ¿Hay alguien en casa? ¡Hemos vuelto!
- Sí, Jack, creo que ya lo han entendido - dijo Christian.
- Voy a preparar la comida - anunció Victoria -. ¿Te vienes? - le preguntó a Jack.
- Ahora voy - respondió éste -. Voy a ver qué hacen los niños.
«Los niños» estaban en sus cuartos, aparentando normalidad. Erik estaba escuchado música, tirado en su cama, y Eva dibujando en su escritorio. La chica había escondido el misterioso cuaderno del desván en su armario, a salvo de los adultos, y no veía la hora de que se hiciera de noche y así poder leer lo que su madre había escrito allí.
Jack subió las escaleras y llamó a la puerta de la habitación de Erik.
- Adelante - lo invitó el chico.
- Hola, ¿qué estás haciendo?
Erik ya no tenía fuerzas para mostrarse enfadado con su padre.
- Escuchar música - titubeó un poco antes de añadir -. ¿Qué tal los... «trámites»?
Jack se sentía culpable de haber mentido a sus hijos de aquella manera, pero no habían tenido opción. Tenían que ir a Limbhad. De modo que siguió con su mentira un poco más.
- Bien. ¿Dónde está Eva? - preguntó para cambiar de tema.
- En su cuarto. ¿Dónde si no? Vive encerrada ahí dentro. No me sorprendería que al abrir un armario apareciera un baño secreto o una despensa - bromeó Erik con una sonrisa.
- Voy a verla. Vaya saber que estará tramando esta chica...
Cerró la puerta del cuarto y se dirigió al de Eva. Sin embargo, no llegó a llamar a la puerta, porque oyó la voz de Victoria llamándolo desde el salón. Bajó las escaleras y se reunió con ella.
- ¿Qué pasa? - Victoria no tenía buena cara. Parecía profundamente preocupada.
- Ven, vamos a la cocina - dijo ella sin responder a la pregunta.
Ambos caminaron hasta llegar a la cocina, y Victoria cerró la puerta a su paso.
- Christian ha subido al desván, sólo por si acaso, y se ha encontrado una sorpresa un tanto desagradable.
- ¿Qué...?
- La clave no está en lo que he encontrado - cortó Christian -, sino en lo que no he podido encontrar.
- ¿Quieres decir que falta algo? - comprendió Jack.
- Falta mi cuaderno rojo - confirmó Victoria. Su cara reflejaba aún más preocupación que antes.
- ¿Pero dónde puede haber ido a parar? Sólo nosotros sabemos... - entonces el joven pareció entender lo que había pasado - Oh, no. No lo creo.
- Pues yo sí que lo creo - repuso Christian -. Me parece que no deberíamos haberlos dejado solos en casa. Precisamente porque son demasiado mayores.
- Nos lo tenemos merecido - comentó Victoria sin embargo -, por haberles ocultado todo durante tanto tiempo. ¿Hemos sido malos padres?
- Es lo mejor para ellos - replicó Jack -. No podemos dejar que vuelvan a Idhún.
- Baja la voz - lo reprendió Victoria -. Y no digas esa palabra. No aquí.
- Sabes que pronto tendremos que contarles todo - le dijo Christian a la chica -. Y si no lo hacemos ahora mismo, leerán tu cuaderno. Y lo descubrirán todo, y también algunas cosas que no te gustaría que descubrieran.
Victoria recordó que el aquel cuaderno dedicado a toda su familia había escrito cosas que no quería que sus hijos supieran. Como que Christian había sido entrenado como asesino, y que lo habían enviado a la tierra para matar a ella y a Jack. Pero al final acabarían enterándose, así que... ¡¿qué diablos?! Que leyeran el maldito cuaderno y que se enteraran de una vez de que sus padres no eran normales, ni lo serían jamás.
La rabia creció en su interior, hasta que al final no pudo más.
- Se acabó - explotó ella -. Voy a subir ahora mismo arriba, y les voy a decir a los niños que bajen. Y luego vamos a sentarnos todos en el sofá y vamos a aclarar esta maldita cuestión de una vez por todas, para que dejen de torturarme los remordimientos por haber mentido a mis propios hijos durante todas sus vidas.
- Pero Victoria... - dijo Jack. Ella no lo escuchó, y los dos hombres observaron cómo Victoria subía las escaleras ruidosamente, llena de rabia. La estrella de su frente se había encendido, y brillaba con intensidad. Estaba realmente furiosa. Pero en el fondo de su alma, se sentía culpable de haber mentido a sus hijos, y al mismo tiempo temía por ellos. No quería para Erik y Eva una vida como la de la tríada, que había pasado toda su adolescencia luchando contra dioses y nigromantes.
Victoria llegó hasta el cuarto de Erik y abrió la puerta con violencia.
- Reunión familiar. AHORA.
- ¿Qué...? - al chico no le dio tiempo a contestar, pues su madre salió del cuarto tan rápido como había entrado.
La mujer dio un sonoro portazo, y se dirigió a la habitación de Eva. Ésta, que había oído lo que había pasado en la habitación contigua, se apresuró a abrir la puerta y bajar las escaleras.
- Reunión familiar, Eva - le dijo Victoria mientras bajaba con ella.
- Lo sé, mamá. Tengo que ir al baño, ahora voy.
- No tardes.
Pronto estaban todos sentados en el salón, Erik y Jack en el sofá, Victoria en un sillón y Christian en la alfombra, apoyado en la pared. Christian y Jack estaban preocupados, pero al mismo tiempo se sentían aliviados de que ya no fuera a haber secretos entre la tríada y sus hijos. Victoria seguía enfadada, pero no con su familia. Estaba enfadada con el mundo, pero sobretodo con ella misma. Y Erik no entendía lo que estaba pasando, no entendía por qué estaba tan enfadada su madre ni por qué había tal preocupación en las caras de sus dos padres. Seguro que su hermana sí lo sabía, se dijo con disgusto. Ella siempre había sido más inteligente.
Eva no se hizo esperar demasiado tiempo. En cinco minutos la oyeron tirar de la cadena y abrir la puerta, y no tardó en sentarse sobre la alfombra, junto a su padre. Jack decidió empezar a hablar antes de que lo hiciera Victoria.
- Os estaréis preguntando por qué os hemos llamado. Bueno, puede que no. Creo que ya lo sabéis.
Una mirada furiosa de Eva le bastó para comprobar que sus hijos sabían más de lo que aparentaban.
- Os hemos llamado - continuó Jack - para pediros perdón. Lo sentimos mucho. Hemos sido unos canallas. Los tres.
Nadie dijo nada, porque todos sabían que era cierto. Christian tomó la palabra.
- Así que os vamos a explicar todo lo que no sabéis. Pero antes - clavó la mirada en su hija, que la sostuvo con valentía -, el cuaderno.
- ¿De qué cuaderno estás hablan...? - Jack tapó la boca de Erik antes de que éste pudiera terminar la pregunta. Suficiente tensión había ya en el ambiente.
- El cuaderno, Eva - repitió Christian. No había subido el tono de voz, pero en ésta había una velada amenaza.
Eva decidió que, dado que sus padres iban a explicarles todo, ya no iba a hacer falta esconder el bloc. Por otra parte, no era recomendable hacer enfadar a su padre. Lo sabía por experiencia.
Se puso en pie y fue a buscar el cuaderno de tapas rojas que habían encontrado en el desván, sin pararse a pensar cómo habían sabido sus padres que lo tenía. Cuando le dio la libreta a Victoria y volvió a sentarse junto a su padre, Jack siguió hablando.
- Lo que vamos a contaros ahora no es fácil de creer, y tampoco de asimilar. Así que prestad atención, porque esta va a ser una historia muuuy larga, y, por desgracia, completamente cierta.
Erik se acurrucó junto a su padre, y Victoria se levantó del sillón para acudir junto a ellos. Eva y Christian permanecieron donde estaban, apoyados contra la pared, el uno junto al otro. Esta vez, fue Victoria la que habló.
- Todo empezó hace varios años, en una pequeña granja de Silkeborg, Dinamarca.
Jack miró al suelo, sabiendo de antemano por dónde había decidido su mujer empezar a contar todo. Iba a costarle mucho no llorar con aquella historia.
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Memorias de Idhún: Erik y Eva
FanfictionESTA HISTORIA CONTIENE MUCHOS SPOILERS SOBRE LA TRILOGÍA, ASÍ QUE NO TE RECOMIENDO LEERLA SI NO HAS TERMINADO DE LEER LOS LIBROS. La tríada y sus hijos han abandonado Idhún para instalarse en la tierra. No han dicho nada a sus hijos sobre quiénes so...