CAPÍTULO 18: Una visita inesperada

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- En guardia, hijo.

Erik esquivó una estocada de su padre y golpeó la espada de Jack con su propia espada. Éste retrocedió y volvió a atacar, pero el chico ya estaba preparado y lo esquivó hábilmente. Luego aprovechó que su padre no miraba para posar la punta de su espada en su pecho.

- Vas mejorando - comentó Jack -. Cuando yo tenía tu edad, entrenaba con Alsan día sí y día también, pero nunca lo vencía. Era muy bueno, y no tenía problemas para demostrármelo.

- ¿No era un poco cruel?

- Lo era. Pero fue necesario para convertirme en el guerrero en el que me convertí. Y en el que ahora te estás convirtiendo tú - hizo una pausa. El recuerdo de Alsan le producía un nudo en el estómago -. Me pregunto que diría él si te viera ahora mismo.

- Estaría orgulloso de ti - aseguró Erik con una sonrisa.

- Como lo estoy yo de ti - añadió Jack, también sonriendo.

Se quedaron unos segundos en silencio, recuperando el aliento después de la lucha. De pronto, la cabeza de Eva asomó por la puerta de la sala de entrenamiento.

- Erik, ¿te falta mucho?. Vamos a llegar tarde.

- Ahora voy - respondió Erik con una gran sonrisa. Los entrenamientos lo ponían de muy buen humor.

- Vale, pero date prisa - apremió la chica.

Eran las siete y media de la mañana, y Erik y Eva tenían que ir al colegio. Contaban con el Alma para materializarse a las puertas del instituto, pero aún así iban a llegar tarde si Erik no se apuraba. Aquel día se había levantado pronto para poder entrenar con su padre.

Habían pasado ya varios meses desde la visita de Eva a Hokkaido. Desde entonces Erik y su hermana habían entrenado con sus espadas, y habían seguido asistiendo al instituto. Llevaban una doble vida como había hecho Victoria cuando era pequeña, pero a ellos les iba mucho mejor porque tenían a sus padres.

Erik continuaba siendo el chico lleno de energía que solía ser, y Eva había mejorado su situación en el colegio, pero, por suerte para ella, no tenía amigas que la echaran de menos por las tardes. Su hermano, por el contrario, solía tener problemas para convencer a sus amigos de que no podía salir, y a veces no colaba. En esas ocasiones solían discutir, pero al final acababan haciendo las paces porque eran inseparables. Erik siempre había tenido muchos buenos amigos.

- Ya estoy listo - el chico entró por la puerta a toda velocidad, sacando a Eva de sus ensoñaciones.

- Pues vamos. Ya casi es la hora - hizo una pausa -. Claro que el Alma facilita las cosas - dijo sonriendo a su hermano.

- Tú siempre tan perezosa - contestó él -. Sienta bien hacer una caminata por las mañanas, y tu enorme cerebro te lo agradecerá. Le convendría tomar un poco el aire de vez en cuando.

- Mi enorme cerebro está en perfecto estado, gracias. Mis libros le hacen de maravilla.

- ¡Buuuuuuuh! - gritó Erik mientras se alejaba corriendo y salía de la habitación.

Pero por desgracia para el chico, nada mas doblar la esquina chocó con su madre.

- ¿Qué haces así todavía? - lo reprendió Victoria frunciendo el ceño -. ¡Vais a llegar tarde!

- Lo siento, mamá... - se disculpó Erik mientras entraba de nuevo a la habitación para coger su mochila.

Eva ya iba a hacerle pagar lo que había dicho, cuando Victoria se asomó por la puerta y dijo:

- No hay tiempo para esto. Os quiero ver en la biblioteca llamando al Alma en un minuto, o llegaréis tarde y entonces sí que sabréis lo que es bueno.

Los dos niños se apresuraron a preparar sus mochilas (en realidad sólo Erik, puesto que Eva ya la había preparado la noche anterior, como era costumbre en ella) y subieron las escaleras a toda velocidad.

Llegaron a la mesa de la biblioteca justo cuando el reloj dio las 08:15. Se pusieron los abrigos y se apresuraron a contactar con el Alma. Unos instantes después se encontraban en el callejón donde solían materializarse: una calle oscura y estrecha por la que pocas veces pasaba nadie. Luego salieron a la calle principal como si vinieran de su casa y hubieran tomado un atajo, y comenzaron a correr hacia el instituto, que estaba a punto de cerrar sus puertas. Llegaron justo cuando el portero ya se acercaba con la llave, y entraron justo a tiempo.

Mientras tanto, sus padres seguían en Limbhad. Bueno, en realidad sólo Jack y Victoria, porque Christian se había ausentado unos cuantos días. Pero no había vuelto a Nueva York, ni tampoco a Hokkaido. Hacía unos meses que, dada la gravedad de la situación, había decidido quedarse junto a su familia, pero aquello, a la larga, le había afectado considerablemente. Su parte shek estaba empezando a debilitarse de nuevo. De modo que se había tomado unos días, y nadie sabía a ciencia cierta a dónde había ido. Ni siquiera Victoria, que estaba inquieta porque no sabía a qué venía aquella huida repentina. Ni siquiera la había avisado: Christian había dejado una nota en su cama, la cual Victoria había encontrado al despertar. «Ya sabes cómo es», le decía Jack cuando ella expresaba su preocupación, «volverá».

Así que Erik y Eva estaban solos con Jack y Victoria. Erik y Jack casi se alegraban, pero Eva echaba de menos a su padre, y Victoria también. Lo que no sabían era que volverían a verlo pronto. Muy, pero que muy pronto.

- - - - - - - - - - - - - - - - -

Jack estaba lavando los platos cuando alguien llamó a la puerta.

- Ya abro yo! - dijo Victoria, que acudió a recibir al visitante.

La joven avanzó hasta la entrada y abrió la puerta de casa. Cuál no sería su sorpresa al encontrar a Christian allí, con una herida en el pecho y jadeando agitadamente.

- Christian!!! - exclamó Victoria, y obligó al hombre a entrar a toda velocidad. Jack, aún con las manos mojadas, acudió a recibirlo y se quedó atónito al ver el estado en el que se encontraba.

- ¡¿Pero que demonios...?! ¡¿Qué te ha pasado?! - preguntó el joven dragón mientras Victoria sentaba a Christian en el sofá del salón y empezaba a curarle las heridas.

- ¿Sabes, Jack? Creo que no le apetece hablar ahora - lo regañó la chica.

- Sí, ya lo he pillado.

- ¿Dónde has estado? - Victoria tampoco pudo con la curiosidad. Sin embargo, Jack respondió por él.

- Ha estado en Idhún.

Hubo un silencio cargado de tensión, hasta que Christian habló por primera vez desde su aparición. Sus palabras, poco más que balbuceos incoherentes, estaban cargadas de un terror irracional.

- Denyal... Tanawe... las montañas... Nanhai... emboscada...

No pudo decir nada más, puesto que perdió el conocimiento.

- Si Eva estuviera aquí, podríamos leerle la mente y saber qué le pasa - comentó Jack -. Pero tendremos que esperar a que vuelva.

- Llevémoslo a su habitación - propuso Victoria.

Los dos juntos, con infinito cuidado, llevaron a Christian a su habitación y lo tumbaron en su cama. Luego salieron de la habitación y lo dejaron descansar. Tendría que contarles muchas cosas cuando despertara.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora