CAPÍTULO 15: Armas

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Cuando abrieron los ojos, los recibió un paisaje que consistía en unas montañas, un pequeño bosque, un riachuelo y, por supuesto, la Casa en la Frontera.

- Que pasada - Erik no pudo decir nada más. Estaba alucinado.

- Esto es enorme, pero también es sorprendentemente pequeño para ser un mundo, o incluso un planeta - como siempre, el rostro de Eva no reflejaba sorpresa, sino una profunda curiosidad.

- Así es - confirmó su padre, esbozando una media sonrisa -. Pero vamos dentro. Tenemos que instalarnos.

De pronto, Eva recordó que ellos seguían viviendo en la tierra.

- ¿Y qué pasa con el colegio? ¿No nos echarán en falta?

- Seguiréis yendo al colegio, al menos por ahora - respondió Victoria -. Por las tardes vendréis aquí, para hacer los deberes y entrenar.

- ¿Entrenar? - Erik había captado al vuelo la palabra.

- Sí, entrenar - afirmó Jack sonriendo -. Venid, tenemos una sorpresa para vosotros.

Todos juntos entraron a la casa, y Jack guió a los niños hasta la sala de armas.

- Aquí es donde encontré a Domivat. Sentía que me llamaba, y al final no pude resistir la tentación y la cogí. Pero vosotros lo tendréis mucho más fácil. Porque ya tenéis armas preparadas.

Jack abrió un cajón y sacó una espada. A continuación, se la tendió a Erik.

- Esta espada es para ti. Yo mismo la he dotado de mi fuego, para que nadie salvo tú pueda empuñarla sin abrasarse. Úsala bien, pues es una espada muy poderosa, y ten cuidado de no hacer daño a tu hermana.

Erik cogió el arma que su padre le tendía. Era realmente hermosa. Su empuñadura tenía forma de dragón, y era de color naranja y blanco. Sus llamas eran también de estos colores, y toda la espada parecía tener vida propia. Cuando el chico la empuñó, un pequeño hormigueo se extendió por su mano y su brazo, y después por todo su cuerpo.

- Ven, te enseñaré la sala de entrenamiento - Jack se paró al ver que su hijo no lo seguía. Éste se había quedado junto a su hermana, y dirigía a su padre una mirada que parecía significar: «¿Y qué pasa con ella?».

- Christian no tardará en aparecer - respondió Jack ante la muda pregunta de su hijo. Éste comprendió que sería el shek el encargado de entregar su arma a Eva. De modo que siguió a su padre hasta la sala de entrenamiento.

Eva se quedó allí y esperó. Sabía que su padre estaba por llegar.

Efectivamente, segundos después una figura se materializó en la habitación.

- Hola, Eva.

- Hola, papá.

Christian abrió el mismo cajón que Jack, y sacó una espada que tendió a su hija.

- Esta espada tiene mi poder, y sólo tú puedes empuñarla. Ten cuidado con ella, úsala bien, y no hagas daño a tu hermano.

Eva sostuvo la espada entre sus manos. Su empuñadura tenía forma de un shek que extendía las alas, y éste era de color azul claro y negro. La hoja del arma estaba extremadamente afilada, y emanaba una suave frialdad. Era de color blanca y celeste.

- ¡Qué pasada! - exclamó Eva contemplando su nueva espada -. Me encanta. Gracias.

- No hay de qué - respondió Christian -. Al fin y al cabo, yo no he hecho más que encargarla y darle su poder. Es Ydeon quien la forjó.

- ¿Quién es Ydeon?

- Es un gigante al que le apasionan las espadas, y se dedica a forjarlas para quien se las pida. Vive en Nanhai, en los confines de Idhún.

- ¿También forjó a Domivat y a Haiass?

- Efectivamente - asintió el shek con una media sonrisa -. Es todo un artista. Algún día te llevaré a conocerlo.

- Me gustaría mucho.

- Erik ha ido a ver la sala de entrenamiento con Jack, pero tú y yo no entrenaremos allí.

- ¿Ah, no? - preguntó Eva con curiosidad.

- No. Quiero enseñarte algo. Sígueme.

La chica siguió a su padre a través de los pasillos y las escaleras, hasta llegar a la biblioteca. Christian apoyó las manos en la mesa, y ya iba a teletransportarse lejos de allí, cuando Victoria, Jack y Erik entraron por la puerta.

- ¿Qué pasa, Victoria? - preguntó Christian quitando las manos de la mesa. De inmediato, la esfera del Alma se esfumó.

- No os vayáis aún - pidió ella -. Tengo una cosa que enseñarles.

- ¿Qué cosa? - Erik, como siempre, no pudo reprimir su curiosidad.

- Os voy a enseñar a contactar con el Alma.

- Pero Erik y yo no somos magos - objetó Eva -. ¿Cómo lo haremos?

- Es cierto que no sois magos - afirmó Christian -, pero sois en parte unicornios.

- Con eso debería bastar - añadió Jack.

- Pues vamos allá - sentenció Erik con una sonrisa.

- Bien - dijo Victoria -, os diré lo que debéis hacer.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora