CAPÍTULO 22: El vaso

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- ¿Y tú que opinas?

Erik y Eva estaban en el cuarto de esta, sentados sobre la cama. La pregunta la hizo Eva. Su hermano la miró, pensativo, y respondió:

- Creo que tu padre está loco.

- ¡Oye! - intentó sonar enfadada, pero no pudo reprimir una pequeña sonrisa - Loco no está. Sólo es un poco imprudente.

- Eso es decir poco - Erik parecía divertirse -. ¿A quién se le ocurre transformarse en shek a plena luz del día e ir volando por las montañas como si no fuera el último de su especie?

- Es que no lo es. Estoy yo, y los sheks de Shizuko, y todos los demás, que están con Assher.

- En cuanto a ti, bueno, sin comentarios. Y en cuanto a las demás serpientes, no están en Idhún, así que no cuentan.

- ¿De verdad crees que estamos tan solos? - Eva parecía un tanto alicaída.

- No. Tú lo tienes a él, y él a los sheks de Shizuko. De todas formas, no necesita mucho más. Y además - hizo una pausa y miró a su hermana -, también me tienes a mí.

- Tú no eres un shek - objetó ella, divertida -.

- No. Y tampoco lo pretendo. Soy mucho mejor que una escurridiza serpiente... soy un poderoso dragón de momento no volador.

Erik siempre hacia reír a su hermana. Y esta vez no fue una excepción. Pronto ambos jóvenes estuvieron riéndose a carcajadas, pero la cosa no duró demasiado. De pronto Eva se puso sería y dejó de reír. Sin embargo, la sonrisa no desapareció de su rostro.

- Bueno, basta ya de tonterías. Quiero enseñarte algo.

- ¿A ver?

Erik hizo un esfuerzo por dejar de reír también y alzó la cabeza. Una chispa de curiosidad, muy habitual en aquellas ocasiones, iluminó sus ojos.

Eva sonrió ante la impaciencia de su hermano, que se removía en el sitio mientras ella lo miraba. Al final la chica cedió y se puso en pie.

- Espérame - le dijo a Erik -. Ahora vuelvo.

Cuando regresó, lo hizo con un vaso de agua medio lleno. Lo dejó en las manos de su hermano, que lo sostuvo, indeciso.

- No tengo sed...

- No te lo he traído para eso - río Eva -. Déjalo en la mesa.

Erik apoyó el vaso en el escritorio de su hermana.

- ¿Y ahora qué?

- Ahora esto.

Eva miró el vaso, y antes de que su hermano tuviera tiempo para reaccionar, el agua que contenía se congeló.

Erik flipaba en colores.

- ¿Cómo has hecho eso? ¡Qué guay! ¿Me enseñas? ¿Crees que yo también podré hacer eso? ¿Por qué tú haces cosas raras y yo no? La vida es muy injusta...

- Caaaaaaaalma Erik, calma.

- ¿Te vas a quedar ahí parada o me vas a enseñar ya?

- Ya te dije la última vez que lo de congelar cosas no es lo tuyo - Eva hizo una pausa al ver que su hermano la miraba -. No, no me mires así. Sabes que tú también tienes poderes. Pero no son los mismos que los míos...

- Ve al grano, Eva.

- Yo creo que, si yo puedo congelar el agua, tu podrás descongelarla.

- ¿Y cómo se supone que tengo que hacer eso?

- Inténtalo - respondió ella -. Es tan sencillo como mirarla fijamente.

Erik lo intentó. Clavó sus ojos castaños en el agua congelada e intentó imaginársela tal y como era antes, líquida y transparente. Pero nada ocurrió y el chico comenzó a frustrarse.

- Vamos a probar otra cosa.

Eva fue a la cocina y regresó con un cubito de hielo de apenas unos centímetros de largo. Lo sostuvo entre sus dedos índice y pulgar, y lo acercó a la cara de su confundido hermano mayor.

- Prueba ahora - Erik la miraba con escepticismo -. Vamos, confía en mí...

El joven hizo un gran esfuerzo y clavó sus ojos en aquel trozo de hielo cuadrado. Comenzó a sudar copiosamente, y justo cuando pensaba que no lograría nada, el cubito de hielo empezó a derretirse lentamente, dejando caer unas cuantas cosas de agua al suelo de la habitación.

Eva puso el hielo en la palma de su mano, y pronto se descubrió sosteniendo un pequeño charco de agua que inmediatamente cayó al suelo.

- Lo he hecho... ¡Lo he hecho! Eva, ¿lo has visto? ¡He derretido el hielo!

Eva tampoco acababa de creérselo, pero al final esbozó una gran sonrisa que su hermano no tardó en imitar.

- No era tan difícil, ¿eh? Ahora quiero probar otra cosa. Pero primero, devuelve el agua.

Erik necesitó otro minuto de concentración para descongelar el agua del vaso, pero al final ésta se encontró de nuevo como antes. Entonces miró a su hermana, a la espera de un nuevo reto.

- Vamos a hacer un experimento. Yo voy a intentar congelar el agua mientras tú intentas impedírmelo. Si el agua se congela, gano yo. Si el agua se evapora, ganas tú.

- ¿Crees que podremos hacerlo? ¿Los dos a la vez? - Erik dudaba.

- No perdernos nada por probar...

- Vale. Hagamos la cuenta atrás.

Los dos hermanos se pusieron frente a frente, con el vaso entre ellos, y Eva empezó a contar.

- Tres, dos, uno... ¡YAAA!

Al principio se notó la superioridad de Eva, que ya tenía bastante práctica. El agua se congelaba poco a poco, y Erik tuvo que concentrarse bastante para que el proceso empezara a revertirse. Pero poco a poco, la temperatura del agua fue subiendo, hasta que Eva tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para que no empezara a evaporarse. Ambos estaban muy igualados, pero al final la chica, cansada, congeló el agua de golpe sobresaltado a su hermano.

- ¡Eh! - protestó Erik - ¡Eso no vale!

- Claro que vale - repuso Eva divertida -. Tendrás que mejorar, hermano. ¿O acaso esperabas vencerme en tu primer día? Llevo años practicando.

- Ya, lo que tú digas. De todas formas, yo todavía no me puedo creer que...

Erik fue interrumpido por la persona que llamó ruidosamente a la puerta en aquel momento. Se trataba de Jack, que abrió la puerta y entró a la habitación.

- Hola papá, ¿que pasa? - mientras Eva descongelaba el agua, Erik se esforzó por atraer la atención de su padre.

- ¿Qué estáis haciendo aquí arriba? - el hombre no pudo evitar que su pregunta sonara como una acusación.

- Nada interesante - dijo Eva rápidamente -. Cosas nuestras.

Sin embargo, no pudo evitar que Erik saliera en su defensa.

- No es de tu incumbencia - Eva se dio cuenta de que su hermano seguía sin confiar del todo en su padre -. ¿Qué quieres?

- Tenemos que deciros algo - dijo Jack, sorprendido por el comportamiento de su hijo -. ¿Podéis bajar un minuto?

- Ya vamos - respondió Eva.

La chica miró a su hermano mientras cerraba suavemente la puerta.

- ¿Pero a tí qué te pasa?

Erik no respondió. En su lugar, se le quedó mirando fijamente.

- Nada - dijo al final -. No tiene importancia.

- Vamos abajo - Eva, sorprendida por el comportamiento de su hermano, decidió que le preguntaría más tarde.

Bajaron al salón, donde sus padres los estaban esperando.

- Tenemos que contaros una cosa - empezó Jack, una vez que todos estuvieron sentados -. Hemos decidido que vamos a volver a Idhún.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora