CAPÍTULO 17: Hokkaido

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Cuando Eva abrió los ojos, sólo vio un interminable paisaje de nieve y hielo.

- Bienvenida a Hokkaido - sonrió Christian -, el hogar de los sheks, por el momento. Y me da que tardarán bastante tiempo en abandonarlo.

- Hace mucho frío - protestó la chica, calándose más el gorro de lana que llevaba puesto.

- Ya te lo había dicho - dijo su padre -. Al final tu madre va a tener razón.

Cuando Christian le había contado sus planes a Victoria, ésta se había negado. Opinaba que era demasiado peligroso para su hija. Eva y su padre habían insistido, y al final Victoria había cedido, no sin antes poner un montón de condiciones. Una de ellas había sido que se abrigaran bien.

A Christian, como shek completo, no le molestaba el frío (o al menos no demasiado, porque seguía teniendo un frágil cuerpo humano), pero Eva sólo tenía una pequeña parte shek, y al parecer era suficiente para congelar saltarinas. Pero ella seguía siendo una niña de doce años que no podía estar a -5ºC sin pasar frío alguno. De modo que llevaba puestas varias capas de ropa, unos guantes, una bufanda, un gorro y una pizca de calor que la magia de Victoria le había proporcionado.

Y aún así, seguía teniendo un poco de frío.

- Tendremos que caminar durante unos minutos - dijo Christian comenzando a andar por la nieve -. Shizuko nos espera cerca de aquí.

- ¿Y por qué el Alma no nos ha dejado allí? - preguntó Eva mientras seguía a su padre: le parecía una tontería tener que caminar tanto teniendo al Alma de Limbhad a su servicio.

- Porque yo se lo he pedido - respondió su padre esbozando una media sonrisa -. Quería dar una vuelta contigo.

- Pues vaya ideas. A los que no somos híbridos de serpientes aladas, y me refiero a todo el mundo menos tú, no nos hace mucha gracia caminar por la nieve pasando frío. Mamá estaba en lo cierto.

- ¿En qué? - preguntó Christian - ¿En que no deberíamos haber venido?

- No - dijo Eva -. En que nos vamos a congelar.

- Te vas a congelar - replicó su padre, remarcando mucho la palabra «te» -. Tú sola. Yo no tengo frío.

- Pues no sé cómo lo haces - reconoció Eva de mal humor. Estaba empezando a hartarse de aquella conversación -. Porque yo estoy que...

- Ya hemos llegado - la interrumpió Christian -. Shizuko nos espera detrás de esa montaña de nieve. 

Su hija no dijo nada. Sólo quería llegar cuanto antes, así que aceleró el paso. Estaba ansiosa por ver un shek de verdad (ya había visto varios en la mente de su padre). Pronto Eva comprobó que, efectivamente, había una mujer esperándolos a unos cuantos metros de distancia.

Cuando llegaron a su lado, Eva pudo observarla mejor. Era una chica joven, tenía ojos azules y pelo marrón y los esperaba con el rostro serio.

- Por fin llegas - dijo ella cuando estuvimos a su lado -. Llevo un rato esperándote.

- Hola, Shizuko - saludó Christian con una inclinación de cabeza. Shizuko le contestó de la misma manera.

- Esta es mi hija, Eva - dijo el joven shek, y su hija dio un paso adelante para colocarse delante de él.

- Hola - saludó suavemente.

- Es un placer conocerte, Lune.

Shizuko echó a andar por la nieve, y Eva y su padre la siguieron. Caminaron durante unos minutos, hasta que Shizuko murmuró:

- Llegaremos en seguida.

Esto alegró a Eva, que ya tenía bastante frío.

En seguida vislumbraron, a lo lejos, unas enormes figuras que se movían sin cesar. Algunas de ellas incluso volaban por el cielo, aunque no muy alto. Dentro de unos minutos ya estaban allí, y Eva pudo por fin observar unos cuantos sheks de verdad.

«Como ya sabrás, Lune, estamos trabajando en un gran proyecto.» - dijo telepáticamente Shizuko - «queremos conquistar la Tierra, y para eso necesitaremos unos cuantos años más de lo que nos gustaría, pero merecerá la pena. No sólo para nosotros, sino para el propio planeta. Los humanos no saben cuidarlo, sólo se aprovechan de él y lo destrozan. Los sheks sabremos darle mejor uso.»

Eva observó a las enormes serpientes que surcaban los cielos. «Pronto yo seré como ellas» - se dijo - «Pronto aprenderé a transformarme, y seré por fin una shek completa». 

No obstante, una vocecita en su cabeza susurró: «No eres una shek completa, también eres en parte humana. Puede que ni siquiera puedas transformarte, así que no te hagas ilusiones. Jamás serás como ellas».

Christian pareció captar sus pensamientos, porque le susurró al oído:

- No te preocupes, pronto aprenderás a usar tus poderes. De hecho, ya lo has estado haciendo sin ayuda - Eva pensó que era cierto: ya se las había apañado para aprender a usar sus poderes ella sola -. Imagínate lo que podrás hacer si estos sheks te echan una mano.

En aquel momento, Shizuko volvió a hablar.

- Bueno, pues no hay más que hablar. Kirtash, me alegra verte de nuevo, y Lune, bienvenida a la red telepática.

De inmediato, Eva notó cómo muchas imágenes entraban de golpe en su cabeza. Instantes después, esas imágenes se retiraron a un rincón de así cerebro, para que ella pudiera consultarlas cuando quisiera.

Christian sonrió. Su hija ya era una shek, por mucho que su alma no lo fuera del todo.

La chica le devolvió la sonrisa. Tenía la sensación de que ser una shek le iba a gustar.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora