CAPÍTULO 2: El incidente

60 4 2
                                    

Se sentaron todos a la mesa, y Jack sirvió la comida. Eran unas hamburguesas caseras con patatas fritas, y todos las disfrutaron mucho. Mientras comían charlaban de asuntos diversos, pero todos tenían mucho de que hablar. Christian quería pasar tiempo con su hija, y Erik necesitaba hablar con ambos.

Terminaron la comida, y Victoria sacó el postre. Era una apetitosa tarta de queso. Cortaron la tarta y comieron rápido. Todos tenían cosas que hacer, y querían irse ya. Todos menos Victoria, que no entendía por qué de repente todos en la mesa parecían incómodos y empezaban a masticar más rápido. Quiso comentarlo con Jack, pero éste no le quitaba los ojos de encima a Erik. Todos estaban muy raros aquel día, pensó Victoria. Tenía que averiguar lo que estaba pasando.

Y entonces ocurrió algo terrible. Erik estaba mirando el cuadro que había en la pared del comedor, que Eva había insistido en colgar allí, y así se había hecho. Representaba a una serpiente descomunal. El chico siempre había sentido una enorme repulsión hacia las serpientes, y se sorprendió a sí mismo deseando que el cuadro ardiera en llamas, para no tener que verlo más.

Y eso fue exactamente lo que ocurrió. De pronto, el cuadro empezó a arder. Jack gritó, y Victoria se apresuró a apagar el fuego. Eva y Christian contemplaban seriamente la situación. Él sabía lo que había pasado, pero ella no tenía ni idea. Erik, por su parte, se había quedado exageradamente pálido. No sabía cómo lo había hecho, pero tenía claro que había sido él.

Christian reaccionó rápido:

- Chicos, miradme a los ojos. Ya.

Entró en la mente de Erik, y le borró los recuerdos correspondientes. Luego intentó hacer lo mismo con Eva, pero no pudo. Por alguna razón, no podía entrar en la mente de su hija. Había algo así como una barrera. Nunca antes se había topado con ella. Seguramente aquella barrera no la habría puesto ella misma, al fin y al cabo, Eva sólo tenía once años. Era muy extraño.

- A vuestro cuarto, ya - ordenó Christian a los niños. Ellos obedecieron rápidamente.

Erik parecía confundido, no sabía lo que estaba pasando. Pero en el rostro de Eva se dibujaba claramente una expresión de rabia. Cuando llegó a su cuarto, se aseguró de dar un sonoro portazo y se tumbó en su cama.

Cuando los adultos se quedaron solos, Victoria se marchó al salón. Se sentó en el sofá y empezó a llorar suavemente. Los dos hombres se sentaron a ambos lados de Victoria e intentaron consolarla.

- Tranquila, Vic, no pasa nada... - decía Jack.

- En eso te equivocas, dragón, sí que pasa algo - respondió Christian -. Pero es algo que sabíamos que pasaría tarde o temprano. 

- ¿Qué ha pasado con Eva? - Victoria también estaba confundida.

- He visto una barrera en su mente. No puede haberla puesto ella, sólo tiene doce años. Es inexplicable.

- - - - - - - - - - - - - - - - 

Tirada sobre su cama, Eva lloraba silenciosamente. Había estado preparando el truco de la barrera mental para su padre desde hacía meses, y ahora que por fin se lo había enseñado, él se había enfadado con ella. Eva no lo sabía todo, pero sí algunas cosas. Aún así, sabía más que su hermano.

Sabía que ella no era como los demás, que ella tenía poderes mentales. Lo había descubierto tiempo atrás, cuando ella tenía siete años. Erik había roto sin querer un jarrón del salón, y Victoria se había enfadado mucho con él. Entonces había ocurrido algo insólito: de repente, Eva había escuchado unas palabras, pero no en los oídos. Ella habría jurado que las había oído en su mente. Efectivamente, Victoria había pensado: «éste niño es un bruto, no sé qué vamos a hacer si sigue rompiendo cosas así», y la niña había podido escucharlo en su mente.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora