CAPÍTULO 4: No estás sola

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Tal y como había imaginado, su hija se encontraba tumbada en su cama, llorando. Cerró la puerta suavemente y se sentó junto a ella.

- ¿Qué quieres? - la voz de Eva sonó más fría de lo normal.

- Hablar.

- Pues yo no. Así que vete.

Christian decidió empezar por lo más fácil.

- ¿Qué le has contado a Erik?

- Todo lo que le habéis ocultado. Suponiendo que no haya más.

- Creo que te debo una explicación - admitió Christian -.

- Pues adelante.

- No. Eso lo hablaremos más tarde. No he venido para darte explicaciones. He venido porque tu hermano está muy preocupado. Preocupado por ti.

- Déjalo ya.

- No lo haré. Erik ha bajado a la cocina angustiado porque dice que pasas todo el tiempo sola. ¿Es cierto?

Hubo un breve silencio. Pero en seguida se oyó la respuesta de Eva.

- No.

Christian intentó otra estrategia. Intentó entablar contacto telepático con ella. Lo consiguió.

«Eva»

Para su sorpresa, la chica le respondió de la misma forma.

«Déjame en paz. Ya te he dicho que no es cierto.»

«Me lo has dicho, sí. Pero ahora quiero que me digas la verdad.»

«Creo que tú no eres el más indicado para hablar de sinceridad.»

«Puede que sea cierto. Pero yo también estoy preocupado por ti. Muy preocupado. Y lo estaré hasta que no me digas la verdad.»

Eva empezó a sollozar suavemente. Todo el aplomo que había fingido sentir hacía unos instantes se había esfumado, para dar paso a la tristeza. En el fondo, ella sabía que era cierto. Simplemente era demasiado doloroso como para reconocerlo.

- Eva - esta vez, la voz de su padre no sonó en su mente, sino en sus oídos -. Acaba con esto. Si no tendremos que hacerlo por las malas. Y de verdad que no quiero.

La chica se incorporó y abrazó a su padre. No sabía cómo, pero iba a tener que ser sincera de una vez.

Entonces, Christian hizo algo que Eva agradeció mucho. Entró en su mente.

Normalmente, cuando su padre hacía aquello ella intentaba no pensar en cosas negativas, o simplemente dejar la mente en blanco. Pero aquella vez no lo hizo. En su lugar, empezó a repasar uno por uno todos aquellos recuerdos que la sumían en una profunda tristeza. Todas las veces que las chicas se habían burlado de ella, la habían insultado, le habían pegado. El día anterior le habían dado un puñetazo en la tripa. Había sido fácil esconderlo.

Estuvieron así mucho tiempo, abrazados. Eva dejando al descubierto su secreto, y Christian descubriendo lo que había atormentado a su hija durante los últimos años.

- Esto no va a volver a pasar. No lo permitiré.

Eva se imaginó lo que su padre sería capaz de hacerle a aquellas chicas.

- Hablaremos con la escuela. Les contaremos todo - Christian percibió el temor de su hija al oírle pronunciar esas palabras -. No te preocupes. Yo estaré a tu lado. No estás sola.

«Pero primero - añadió en su mente -, vamos a contarle todo esto a Jack y a tu madre. Y también a Erik. Estaba muy preocupado.»

De inmediato, Eva sintió terror a tener que volver a contarles todo a los demás miembros de su familia. Su padre lo notó.

«No te preocupes. Yo me encargo. Tú quédate aquí.» - con estas palabras, se levantó de la cama y se dispuso a salir de la habitación.

«Espera» - dijo Eva.

Su padre se giró.

«Gracias»

Christian le dedicó una de sus medias sonrisas.

«No hay de qué. Para eso están los padres.»

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora