CAPÍTULO 11: El desván

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- No puedo creer que se hayan ido así sin más. ¡Es que no me lo puedo creer!

Erik estaba furioso de nuevo. Sus padres habían discutido a gritos, habían cogido tres lo que fueran del desván, habían dejado una nota en la mesa y se habían largado. Así, sin más. El chico no podía creerlo, y su hermana no entendía nada, pero su mente shek ya tenía una teoría. Sin embargo, había algo que no podía deducir tan fácilmente.

- ¿A dónde han ido?

- A un sitio llamado... - Erik intentó recordar el nombre de aquel lugar - Ah, sí. Nimbhad o algo así.

- Me da igual su nombre. ¿Dónde está eso?

- ¿Y yo que sé? - respondió el chico de malos modos - No sé leer mentes como tú.

- Erik, basta. No quiero discutir contigo ahora.

- Vale, está bien - aceptó éste -. Pero seguimos sin saber a dónde han ido.

- Eso da igual. Es nuestra oportunidad de descubrir algo por nosotros mismos, ya que parecen dispuestos a no explicar nada de nada.

- Me he perdido cuando has dicho "eso da igual".

- Te lo resumo - dijo Eva -: entramos en el desván, buscamos más cosas interesantes, las guardamos, se las enseñamos a nuestros padres cuando vuelvan y nos explican un par de cosas.

 - Todo «facilito y sencillo», no? - comentó Erik irónicamente.

- No vengas si no quieres - replicó su hermana -. Pero yo voy a entrar en ese desván.

- Y yo voy contigo. No te librarás de mí tan fácilmente - sonrió el chico.

Subieron las escaleras hasta el piso de arriba, y luego las que llevaban al desván. Nunca habían entrado allí, aunque parezca mentira. Hay algunas casas que son tan grandes que sus habitantes nunca llegan a recorrerlas por competo, o de pronto aparece alguna habitación que nadie había descubierto hasta entonces. Pues bien, la mansión de Allegra d'Ascolli era una de aquellas casas.

- Yo pensaba que esto estaría lleno de porquería - comentó Erik al verlo todo tan limpio allí arriba.

- Y no lo está, lo que demuestra que nuestros padres cuidan mucho este lugar.

- Hay que ir rápido. Nuestros padres volverán para la comida.

- Para entonces - aseguró Eva - ya habremos encontrado algo interesante.

- ¿A qué llamas tú «interesante»?

- Precisamente a esto - respondió la chica con entusiasmo -. Mira lo que he encontrado, Erik.

El chico se acercó a donde estaba mirando su hermana, y descubrió con sorpresa que lo que Eva tenía en sus manos era un cuaderno de tapas de cuero rojas, bastante gastado y cerrado con una cinta plateada.

- ¿Qué pasa con esto? - preguntó Erik fastidiado - No es más que un viejo bloc.

- Es algo más que eso. Mira - dijo ella quitándole la cinta al cuaderno.

La chica abrió la libreta por la primera página, en la que había una dedicatoria. Era la letra de Victoria, y decía así:

«Para Jack y Christian, por ser los dos hombres de mi vida. Y para Erik y Eva, porque algún día tendremos que contarles todo lo que sabemos. Sois la mejor familia que podría haber deseado.»

Los dos niños ya iban a pasar la página y seguir leyendo, cuando oyeron la llave girar en la cerradura. Se apresuraron a bajar las escaleras y meterse en sus cuartos, Eva aún con el cuaderno entre sus manos.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora