CAPÍTULO 12: El escondite

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Ante sus ojos apareció un paisaje que a los tres les era familiar. Se trataba de un prado en el que crecía hierba. Mas allá se veía un bosque, y se oía el río fluir por él. Y en medio de todo estaba la casa. La Casa en la Frontera.

A Victoria se le llenaron los ojos de lágrimas, y se abrazó a Jack sollozando.

- Hemos regresado, por fin hemos vuelto...

- Sí, Victoria - respondió Jack, también con los ojos llorosos -. Hemos vuelto.

- Vamos dentro - susurró Christian en el oído de la chica -. No tenemos mucho tiempo.

- Vamos - asintió ella.

Limbhad estaba en un estado lamentable. Todo estaba lleno de polvo, y hacía mucho frío. Pero Victoria no tardó en renovar la magia de la casa con su báculo, de manera que todo comenzó a funcionar de nuevo. Decidieron dedicar las siguientes horas a limpiar la casa a fondo, pues si, como parecía, Erik y Eva habían despertado, durante aquellos días iban a necesitar aquel lugar más de lo que les gustaría.

Sin embargo, había una cosa que debían hacer, y que era mucho más importante que limpiar. Los tres subieron las escaleras corriendo a toda velocidad, hasta llegar a la biblioteca de Limbhad. Empujaron suavemente la puerta, que se abrió para ellos sin un sólo ruido. Las luces se encendieron, y la tríada se sentó a la mesa. Victoria apoyó las manos en la mesa, y de inmediato, el Alma se materializó en forma de una esfera azul.

- Alma - susurró Victoria -, muéstrame a Shail Fesbak. Quiero saber si está a salvo, qué hace.

De inmediato, la tríada se encontró flotando sobre Idhún, entre las nubes. Se movieron con sólo desearlo, y bajaron al suelo para descubrir a dónde los habría llevado el Alma.

A sus pies se extendía un bosque, y todo estaba en silencio. Su primera reacción fue esconderse, pero en seguida recordaron que no se encontraban allí en realidad. Compartieron una sonora carcajada

De pronto, se oyó un ruido. Una niña pequeña corría entre la espesura, y en un momento se detuvo y se escondió detrás de un árbol cuyo tronco era muy ancho.

- Holaaa... Se que estás aquí... - otro niño más mayor caminaba hacia allí, al parecer buscando a la otra niña. Ella reía y lo miraba de reojo, por lo que Jack supuso que estarían jugando al escondite.

Se fijó mejor en los dos niños. Su piel tenía un ligero tono azulado, pero ambos tenían cabello, él castaño y ella negro. Jack supuso que serían semicelestes.

Victoria también observaba a los dos chicos. Le eran extranamente familiares. De pronto, el niño más mayor encontró a la chica, y ambos rieron divertidos.

- Ahora sólo faltan Arylin y papá - dijo ella.

Y de repente, Victoria cayó en la cuenta de quiénes eran aquellos niños. Lo veía en sus voces, en sus caras, en sus ojos, en sus sonrisas.

- Son los hijos de Shail y Zaisei- susurró la joven.

- No puede ser - replicó Jack.

- Ya lo creo que sí, dragón - respondió Christian -. Esos niños son hijos de tu amigo el mago. No hay ninguna duda.

Mientras tanto, los niños habían empezado a caminar, alejándose de ellos lentamente. La tríada se apresuró a seguirlos.

Ajenos a los tres individuos que los espiaban, los semicelestes seguían con su juego. No tardaron en encontrar a su otro hermano, y también a su padre. Cuando salió de su escondite, Victoria no pudo reprimir las lágrimas.

Era Shail.

- ...vale, vale, me habéis encontrado... Pero al menos he sido el último.

- Ya, claro, claro... Tus tiernos retoños te ganan al escondite, admítelo.

- Sois mis retoños, sí, pero no os veo muy tiernos hoy - río Shail mientras daba la mano a la niña.

De pronto, llegaron a un pequeño claro en el que había una casa. Estaba construida al estilo celeste, con suaves cúpulas y paredes sin esquinas. No cabía duda de que Shail y Zaisei se habían establecido allí.

- ¡Hola! Parece que habéis terminado con vuestro juego... - los saludó ésta, que los esperaba en la puerta.

- ¡Mamá! Papá es un mal perdedor...

- Yo no he perdido... Sólo me han encontrado.

- Sí, lo que tú digas... - respondió la mujer irónicamente.

Jack, Victoria y Christian observaban todo esto desde su escondite, los dos primeros con una gran emoción en sus rostros, y el joven shek tan impasible como siempre.

- Deberíamos volver - sugirió Christian -. Tenemos una gran tarea de limpieza por delante.

- Es cierto - dijo Jack -. Deberíamos volver.

Victoria respiró hondo, y dijo al Alma de Limbhad que querían regresar a casa. De modo que pronto estuvieron de nuevo en la biblioteca. Ya habían comprobado que Shail estaba a salvo, y aquello los llenaba de alivio.

Pero ahora tenían otra larga tarea por delante. Y no se trataba sólo de limpiar. Se apresuraron a dejar sus armas y volver a la Tierra. Tenían un mal presentimiento con respecto a sus hijos.

Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora