CAPÍTULO 26: En casa de Shail

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Erik se tumbó cuan largo era en la cama, y respiró hondo. Estaba cansado. Había sido un día muy largo.

Cuando el mago Shail y la mujer azul se habían recuperado de la sorpresa de tenerlos allí, en seguida les habían asignado habitaciones. Por suerte, en aquella casa tan grande entraban todos sin problema.

Erik y Eva habían tenido tiempo de observar a los niños que vivían en aquella extraña casa. Eran tres: Arylin (la mayor), Kaisen (el mediano), y la pequeña Kanei.

Arylin tenía 15 años. Erik en seguida notó que era el vivo reflejo de su padre. Ojos marrones, pelo negro y aquella jovialidad que caracterizaba a Shail, aunque no de la misma manera. No habían tenido ocasión de conocerla mucho, pero a Eva ya le caía regular, y el sentimiento era mutuo.

Kaisen (alias Kai) tenía 12 años, como Eva, pero era una de las únicas cosas que tenían en común. Aquel chico era pura luz, tanta que deslumbraba a quien lo miraba con atención. Todo lo hacía con una sonrisa en la cara, y también era muy inteligente. Tenía una imaginación desbordante, cosa que los dos hermanos encontraban fascinante.

Y luego estaba Kanei, a quien habían llamado así en honor a su difunta abuela, la madre de Zaisei. Cuando nació Arylin, Shail insistió en llamarla de aquella manera, a pesar de la tradición celeste de hacer rimar los nombres femeninos con Mei. Pero con su segunda hija, nadie pudo oponerse a aquel nombre que su madre siempre había querido para la primera.

Al final, Shail había acabado por admitir que era un nombre muy bonito. Kanei tenía ahora 9 años, tres menos que su hermano. No hablaba mucho, pero era muy buena y alegre.

Cuando la tríada y sus hijos habían terminado de instalarse, los adultos habían empezado a ponerse al día, y Erik y Eva aún seguían en sus habitaciones, sin saber qué hacer.

Erik estaba a punto de sacar su bloc de dibujo cuando llamaron a su puerta. Sorprendido, se puso en pie y se acercó. Esperaba encontrar a su hermana, pero era Kaisen quien quería verlo. El chico esperaba sonriente tras la puerta, y sonrió a Erik cuando este la abrió.

- Hola, Kai - el chico abrió la puerta un poco más -. ¿Pasas?

- Sí.

El niño entró y Erik cerró la puerta tras él. Ambos se sentaron en la cama recién hecha.

- Dime - el joven dragón parecía contento de tener a alguien con quien charlar -, ¿Qué te cuentas?

- Nada interesante. Me aburro.

- Vaya. Yo también.

- ¿Cómo es tener dos padres? - se notaba que Kaisen había ensayado aquella pregunta. A Erik no le importó - Debe de ser raro.

- Lo es. De todas formas, uno de los dos nunca está. Así que en realidad no es para tanto.

- No lo será para ti - comentó el niño -. Pero si para Eva.

- Es verdad, Eva. Espera - Erik miró a Kaisen, que apartó la mirada -, ¿Cómo lo sabes tú?

- Yo... nuestros padres nos contaron muchas cosas sobre vosotros y vuestros padres. Todo Idhún os conoce.

- Lo sé. No estoy enfadado. Sólo se me hace raro que unas personas de las que no sé nada sepan tanto sobre mí.

- Ya.

Hubo un silencio que cada uno ocupó con sus pensamientos, hasta que Erik dijo:

- ¿Y qué os han contado?

- Que vuestros padres son héroes. Que salvaron Idhún de Ashran el Nigromante. Que tu padre le paró la hemorragia de la pierna al mío con su espada de fuego. No sé por qué sigo acordándome de eso - añadió para sí mismo -. Supongo que es guay.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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Memorias de Idhún: Erik y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora