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Anabelle.

— ¡Agárrate! –ordena una voz de forma irregular.

La embarcación se vuelve a estremecer y mi cuerpo se sacude entre espasmos y temblores, mis manos se resbalan de la barandilla y me golpeo con el suelo tras la abrupta sacudida. El dolor asciende y los gritos de pavor se mezclan en la terrorífica escena.

Levanto la mirada hacia lo más alto de la embarcación y el fuego ha comenzado a consumir rápidamente la torre de control. Los relámpagos aparecen y la lluvia empieza a caer de improviso. Entonces, reconozco los gritos y veo como el profesor Mcfarlland surge en el casco del yate.

¿Qué coños...?

La caótica escena transcurre a destiempo y la explosión me toma por sorpresa cuando la torre estalla y el fuego nos derriba nuevamente. Mi brazo choca con el metal y la sangre emana del corte en mi piel. El ardor se extiende y cuando busco a Dan que lo he perdido en medio del barullo, otra explosión me eleva por los aires.

Lo último que veo mientras mi mundo gira sobre sí mismo es como la embarcación comienza a hundirse.

Caigo de costado sobre el mar y mi cuerpo se adentra más y más en la negruzca oscuridad del agua. Un movimiento me sacude y me saca a la superficie. Mis temores aparecen y vislumbro como las imágenes surcan mi mente poco a poco.

"Estoy luchando por salir del agua pero mi respiración se ralentiza y el dolor da paso a la calma. Ya he dejado de luchar porque sé que en cualquier momento voy a morir. No puedo visualizar más nada porque mi padre está a lo lejos y supongo, no se ha dado cuenta de lo que acontece. Sí, voy a morir. Expulso el aire de mi boca y un sinfín de burbujas ascienden mientras yo me hundo en lo más profundo de mi pesadilla. Luego, con una suprema fuerza, me atraen hacia arriba y la presión golpea mi cuerpo; salgo al exterior entre bocanadas de aire".

En esta ocasión, no es a mi padre quien logro ver después de un jadeo.

Es Dan. El hermoso y apacible, Dan.



***

Su corpulento cuerpo me atrae hacia él y mis piernas, inmóviles y rígidas, chocan con la suyas dentro del agua. Siento las náuseas en el centro de mi abdomen y por la forma en qué me mira, comprendo que está sumamente preocupado.

— Estoy contigo, tranquila. –su voz me reconforta.

No respondo, cierro los ojos con suavidad pero el vaivén y el movimiento del agua me mantiene alertas. Dan realiza brazadas y mueve las piernas con gran esfuerzo. No debe ser nada fácil tratar de mantenerse a flote conmigo en sus brazos.

— Agárrate a mi espalda, Annie. –ordena.

Siguiendo sus instrucciones, le rodeo con mis brazos el cuello y puedo darme un segundo para respirar con tranquilidad. Por otro lado, Dan sigue nadando con ímpetu hacia lo que reconozco al cabo de un rato: son algunos de mis compañeros. El rostro de Marcus está empapado y nada con determinación hacia lo que parecer ser los últimos indicios del yate. Su hundimiento genera una onda en la superficie del agua y algunos nos sentimos atraídos por el magnetismo de la misma. Dan prosigue en su faena, en contra de la fuerza de la corriente.

Empiezo a sentir mucho miedo. Jamás hubiera pensado encontrarme en una situación como esta, ni en mil años. Sin duda, van a pagar bien caro por todo esto.

Dan, sigue luchando y entonces siento como algo me toma por el cabello con una enorme fuerza. Mi cabeza se dirige hacia atrás en un movimiento limpio y mis brazos se sueltan del cuello de mi compañero. Grito, pero el agua se introduce en mi boca y me hundo en las tórpidas aguas.

<<Otra vez no>>, pienso.

Un brazo con tatuajes me sujeta y Dan vuelve a mantenerme a flote.

— ¡Hijo de perra! –grita con furia.

Y no lo veo venir pero su puño golpea el rostro del asaltante. El golpe lo desestabiliza y suelta lo que parece ser una de las plataformas del yate. En este punto me doy cuenta que varios objetos flotan como cuerpos sin vida pero reconozco que prefiero que sea todo menos eso.

— ¡Toma Anabelle! –la voz de Dan es dura y febril.

Me apoyo en la plataforma y mi cuerpo se mantiene en la superficie sin dejar de moverse por el incesante y monótono mar. Vuelve a golpearle el rostro al desconocido y lo hunde un buen rato en el agua.

— ¡¡¡DAN, NO!!! –el alarido sale de mi boca.

Él se gira, y me observa con sus fosas nasales abiertas.

— ¡Intentó matarnos, Annie, por favor!

— ¡Tú no eres un asesino!

Tras un jadeo, el asaltante me mira con compasión. Debo ser rápida y astuta.

— ¿Quién te contrató?

Dan niega con la cabeza. Está pensando que estoy loca, lo sé.

— ¡Dímelo! –insisto.

El hombre no se preocupa en responder.

— ¡Dímelo o le diré que te mate!–

Mi mirada transmite fuego.

Pero sus palabras, me dejan atónita y pierdo el control de mis emociones.

— Camille. Fuimos contratado por Camille.

Y entonces, todo se tornó oscuro y brumoso. Una enorme ola nos golpea con ferocidad y lo último que puedo recordar es la voz de Dan elevarse por todo el lugar antes de desprenderme de la plataforma y hundirme en el enorme vacío y abrazo... de la muerte.

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora