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Camille.

Esto se ha convertido en un completo desastre...y Marcus, sin duda alguna, se ha vuelto loco. Lo que más me trastorna de todo esto es el hecho de haber practicado tanto lo que tenía que acontecer en la fiesta. Fueron horas y horas de mucha meticulosidad y entonces, sucede lo impensable.

¡Maldito seas!

¡Siempre Marcus, estropeando todo!

Su odio irracionable hacia Paul lo podría tolerar. Yo también lo odio a decir verdad, y podría comprender su repugnancia hacia él, pero llegar tan lejos en un plan que no dejaba cabida a la duda y mucho menos al fallo... eso no lo puedo soportar.

La fiesta está en pleno auge y yo he tomado más de lo normal. Lo admito. El alcohol puede desinhibir a muchos pero en circunstancias tan complejas como esta me resultan muy necesarios unos cuantos sorbos. Y sí, me relajo paulatinamente lo cual agradezco para mis adentros.

Todos bailan y disfrutan el momento mientras en mi cabeza los engranajes giran y giran como un autómata. Estoy rememorando todo el plan y ya Anabelle debe estar a punto de despertar.

La ansiedad me carcome.

Vuelvo a tomar un sorbo de tequila.

El líquido me abrasa la garganta y me hace estremecer. Luego, sonrío al grupo de idiotas de chicas a mi lado y reprimo una fuerte carcajada al imaginar lo que está a punto de suceder sin que ellas sospechen nada.

La música deja de sonar, y unas voces se alzan al otro lado de la embarcación.

Frunzo el ceño y agudizo el oído.

— "¿Lo sientes verdad? El desprecio que siento por los maricas como tú, Paul".

Los demás también se han detenido y oyen las voces alzarse entre el viento que sopla a nuestro alrededor. Esa voz, es inconfundible.

— "Y te gusta porque para eso naciste. Para ser una escoria que personas como yo debe pisotear".

<<Marcus>>, pienso.

Asiento al ver los inexpresivos rostros que me observan.

— ¿Ese es Marcus? –pregunto, sin darme cuenta de querer decirlo en voz alta.

Una chica afirma con la cabeza y mi corazón empieza a acelerarse.

— ¡Joder, Marcus...! –mascullo y con rapidez doy la vuelta.

Los otros me siguen y puedo oír como las voces se incrementan aún más, mientras me acerco. Para este momento, mi cuerpo es presa del pánico y del abuso del alcohol por lo que en medio de la marcha doy un traspié y si no es por Ariadna, una compañera de clases, casi me desplomo en el húmedo piso.

— Escucha –me susurra, sosteniendo mi brazo.

Volteo lentamente y observo como dos figuras a pocos metros de mí, están enzarzadas en una fuerte discusión. Marcus yace de espaldas con botella en mano mientras que Paul, firme como una estatua, le responde sin siquiera titubear.

Abro los ojos como platos. No puedo evitar sorprenderme.

— "Que grandísimo idiota eres, Marcus Rickson. Ambos sabemos que no eres capaz de admitir que eres más maricón que yo".

Todos se asombran.

Incluida yo, que me he llevado una mano a la boca. Marcus se irgue y lanza con furia la botella. El cristal se hace añicos y entiendo sin darle tiempo a nada, de que se acerca un fallo en el plan.

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora