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Anabelle.

La oscuridad me envuelve por completo.

Un ligero manto de ingravidez me mantiene suspendida en el aire y puedo sentir como mi cuerpo se va fragmentando en mil pedazos de una forma lenta y acogedora. Imaginaba la muerte de mil maneras: dolor, horror y lamentos pero, jamás así. Además, soy consciente de que esta fatídica muerte me ha hecho pensar en muchas cosas, espera...

¿Por qué sigo pensando si ya estoy muerta?

La respuesta me regresa a la vida abruptamente.

El respingo va acompañado de una larga bocanada que sale de lo más ínfimo de mí ser. Un grito ahogado emerge de mi boca y a continuación observo como unos brazos me toman y me rodean con suavidad.

Escucho una voz pero aún estoy completamente confundida. La oscuridad ha desaparecido pero siento que mi cuerpo tardar en activarse.

— Tranquila, tranquila. –me susurran al oído.

Pocos segundos después, me abraza y siento como su suave voz me reconforta. Dan.

Mis ojos se adaptan al lugar y percibo como gran parte de mi cuerpo está cubierto de arena.

—¿Un poco mejor? –

Asiento. La verdad, si me siento un poco mejor.

Poco a poco, voy separándome de él y noto como sus mejillas se han enrojecido por un momento. El gran Dan, sonrojado.

¡Qué novedad!

Sonrío y el desvía la mirada con evidente vergüenza.

— Lo siento... —comienza a decir.

Le coloco mi dedo sobre sus labios, este momento es tan íntimo, tan nuestro que no quiero que deje lugar a la duda. Sus ojos se fijan sobre mí. Fuego y pasión.

— Anabelle yo...

Y entonces, me acerco un poco más y lo beso.

Una rápida y embriagadora corriente eléctrica se extiende a través de nosotros. Nuestros labios se tocan una y otra vez, y Dan me coge el rostro con sus enormes brazos y puedo notar como el calor se expande de una forma apacible a nuestro alrededor.

Él muerde mi labio inferior y aunque mis ojos están cerrados en aquel momento puedo notar la calidez que emana de él. Me recorre con su lengua la delicada piel de mi cuello y lanzo un tenue gemido. Él sigue tranzando círculos y me atrae más hacia su corpulento cuerpo.

Un extraño pensamiento cruza mi cabeza, al ver como Dan y yo nos fundimos en uno solo:

¿Qué pensará Camille de esto?

¡Ja!

Como deseo que esa perra estuviese aquí para que vea lo que estoy haciendo.

— Vaya, vaya, Annie. –me sorprende una voz—. Como me has cambiado tan rápidamente.

Y al abrir los ojos veo como el objeto metálico se mueve en el aire, y choca con fuerza en la cabeza de Dan.



Marcus.

El clima ha cambiado, otra vez.

Las nubes se aglomeran entre sí y forman un tumulto sólido vaticinando, sin duda, otra tormenta. La naturaleza puede ser sumamente peligrosa y desafiarla no está nuevamente en mis planes.

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora