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Anabelle y Salma.

El camino de regreso a mi casa lo hacemos sin mediar palabras.

Marcus va manejando con el reproductor encendido y escuchando su música rap favorita. Yo, en cambio, voy revisando el celular y respondiendo los mensajes de felicitación sin mucho interés pues no dejo de pensar en la conversación que Camille habría tenido con él.

No es que sea una idiota e infantil para que todo aquello pueda siquiera darme celos, evidentemente. Camille podrá ser una perra pero jamás me traicionaría y por supuesto, mi compañía le resulta importante pues tengo mucho más dinero y popularidad que ella. No, definitivamente, no tendría celo alguno. Lo que me resulta un poco extraño y hace que me carcoma los sesos, es la actitud que ha tenido Marcus en las últimas horas. Me llama totalmente la atención como se ha estado comportando y si esto tiene algo que ver con mi mejor amiga, sea cual sea el fin, lo voy a descubrir.

El vehículo se detiene en un semáforo de la avenida y Marcus aprovecha para observarme con interés.

— Eres demasiado hermosa, princesa.

Su voz es tierna y sincera. Y sabe que me encanta que me llame así. Él sabe cómo hacerme feliz.

—Te amo. –le respondo.

Nos besamos. Lentamente me muerde el labio inferior y me toca mi pecho con delicadeza, yo gimo, y me despego de él en contra de mi propia voluntad.

— Déjame hacerte mía. –suplica con deseo.

Niego con la cabeza arreglándome la blusa.

Ufff, que calor.

— Bueno ya cumplí los dieciocho, supongo que ya las cosas serán diferentes, ¿no?

Marcus asiente.

— Así es amor, pronto serás mía para siempre. –sonríe y se toca su miembro el cual puedo ver como se ha puesto duro a través de la tela.

Me sonríe, malevolente.

— ¿A qué hora paso a buscarte? –pregunta, acelerando por la avenida.

— Pensé que vendrías a casa hoy. –contesto—. Papá hará una barbacoa como de costumbre.

Él mueve la cabeza a ambos lados como si sopesara esa opción.

Nuevamente me invade la duda.

<<Marcus, Marcus, ¿Qué está ocurriendo?>>.

Por una fracción de segundo nos inunda un silencio incómodo y comprendo que me está ocultando algo. No me gusta esto, tengo un mal presentimiento. Marcus jamás me ha ocultado nada. Ni siquiera por ser mi cumpleaños, actuaría tan extraño como ahora.

Decido hablar, pero me interrumpe.

— Quiero pasar tiempo a solas contigo, princesa. –me toca la mejilla.

Respiro.

Sí que lo amo.

—"Y deseo estar junto a la mujer de mi vida, Annie.

Guao. Te amo, de verdad.

Lo beso en la mejilla y seguimos el camino a casa.

— Como tú digas. –le respondo.


***


Salma.

La biblioteca.

Busco entre la pila de libros que he puesto sobre la parte superior de la mesa de la biblioteca, sin hallar el título de la novela que me he propuesto a conseguir. Paul me otorga los títulos uno tras otro y yo los voy descartando hacia un lado, con una fina capa de sudor recorrer mi frente.

Me lo enjugo.

Paul se sienta, un tanto exhausto.

— Me rindo. –susurra colocando los brazos en jarras.

Deja escapar un suspiro de agotamiento, y empieza a teclear en su teléfono móvil. Decepcionada, dejo el manojo de libros en su lugar y me doy por vencida. La pequeña lámpara que permanece sobre la mesa nos ilumina el rostro de una forma lúgubre.

— Es más difícil de lo que pensé. –confirmo para mi sorpresa.

Mi amigo levanta la vista sobre el aparato electrónico y me mira con cierto desdén. Ya ha recuperado el control y vuelve a ser el mismo de antes. Al menos, me digo, no ha sido para tanto después de todo.

— Déjalo, ir, Salma. –masculla—. No es nada de importancia. Solo déjalo ir y ya.

Ambos estamos sumamente agotados por la infructuosa búsqueda. Recojo el desastre causado y dejo todo en su lugar. No creo que esto no tenga nada de importancia pero a decir verdad ha sido un día de locos y lo que realmente quiero es irme a casa de una vez por todas.

Cojo mi mochila y descendemos por la escalera de caracol.

— Supongo que después de todo no irás a esa fulana fiesta.

Mi voz suena un poco ruda para mi sorpresa; Paul no dice absolutamente nada por el contrario lo veo tecleando en su teléfono como si no hubiese algo más relevante para él.

— ¿Me estas escuchando Paul?

Él se sobresalta. Su mirada es de complicidad. No me responde.

— "Pues, has lo que quieras. –le digo y salgo de la biblioteca.

Mi amigo no tiene la menor intención en seguirme. Por el contrario toma el camino hacia los pisos superiores del instituto y entiendo a modo de respuesta que la verdad está tontamente enamorado de Marcus. Es increíble lo idiota que podemos llegar a ser cuando amamos a alguien. O quizás, lo estúpido que podemos convertirnos por conseguir un poco de amor.

Siento pena por él.

Y no me gusta verlo así.

Pero entiendo que la felicidad no depende en ocasiones de lo que uno quiera o desea. Sino de lo que verdaderamente sea más fácil.

<<El amor es dolor>>, leí en un libro de literatura clásica.

¡Cuánta verdad en esas palabras!

Con paso apresurado, salgo del instituto con aire de resignación y agradezco en lo más profundo de todo mí ser no tener que enamorarme jamás. 

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora