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Dan.

Justo cuando llego a la plataforma que se eleva sobre el agua, y ésta se extiende a lo lejos para dar lugar a una bifurcación en forma de T, observo como Camille y un grupo de chicos me llaman fervientemente.

— ¡Por aquí, Dan! –Camille agita la mano en el aire con verdadero entusiasmo.

Me acerco hacia ellos y visualizo los rostros conocidos de mis compañeros de clases. Aunque no me da tiempo de absolutamente nada porque ya Camille se ha abalanzando sobre mí.

— Nuestro gran Dan El Demoledor –Me susurra, con un cálido beso en la mejilla.

Todos saludan con mi nombre y les sonrío. Marcus me observa con gesto adusto y hace ademán de que me acerque a él. Por su parte, los otros se apartan para dejarme el paso libre.

— Bonita noche, ¿no? –Compruebo, cuando ya estoy a unos palmos.

Mi amigo asiente en silencio. Está nervioso sin lugar a dudas.

Alguien grita y todos giramos para ver a Paul llegar a nuestro encuentro.

— ¡Viniste! –Camille lo abraza y la cerveza que lleva en su mano se derrama sobre la franela de él.

<<Ya está borracha>>, pienso y asumo el hecho de querer ir a su salvación antes de que cometa una verdadera locura. Saludo a Paul, quién por su parte mira a todos lados con un aire muy preocupado. La verdad, se nota cierta confusión en el ambiente; si así va a comenzar la celebración de Anabelle lo lamento mucho por ella.

Sonrío, y siento un aliento muy cerca de mi rostro que hace que regrese abruptamente a la realidad.

— ¿Qué piensa El Demoledor, sí puedo saberlo? –susurra Camille, cruzándose de brazos.

La mayoría está enzarzada en sus propias conversaciones e intuyo que nadie nos estará mirando salvo Marcus que está firme como una roca junto a un nervioso y pálido Paul. Son polos opuestos: como agua y aceite. Y ahí están, juntos, sin siquiera mirarse.

<<No te acerques mucho muchacho, quiero decirle, o serás la victima de Marcus esta noche>>.

A pesar de que conozco a ciencia cierta este grupo, admito también que todos están completamente locos. Cada quien tiene sus propios demonios dentro y nadie lo dice muy en alto pero todos los días se libra una batalla interna... una batalla inminente contra nuestros más recónditos miedos.

Exhalo el aire y recuerdo que no tomé la pastilla para la ansiedad. Pero, el doctor Foster me prohibió rotundamente el hecho de que no puedo mezclar ningún tipo de bebidas alcohólicas con medicamentos ansiolíticos. Qué si llegase eso a ocurrir podría retroceder todo lo que con tanto esmero he labrado. Sin embargo, reconozco que en las últimas semanas he tenido la sensación de que no avanzo en lo absoluto. Me he vuelto muy vulnerable y dependiente a dicha píldora, y cada ingesta me lleva a otra y a otra...

En fin... no sé qué cojones sucede pero ya quiero dejarlo todo atrás.

— Dan...

Doy un respingo. Ahora es Marcus quien me habla muy cerca.

— Debemos irnos, ya es hora. –vuelve a decir y comienza a caminar hacia la bifurcación asfaltada que constituye el puente donde nos hallamos.

Los sigo: Camille va adelante con Paul sosteniéndole un brazo parta evitar una fatídica caída. Pobre, no debe ser fácil ser el conejillo de indias de la mayoría del colegio. A veces lo entiendo y a veces solo quisiera darle una bofetada para que tome las riendas de su vida. Pero claro, si ni yo mismo tengo el control de mi propia vida... ¿Cómo diantres voy a exigirle a otros que lo hagan?

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora