48 (FINAL)

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Paul.

Salma salta por encima de Camille y me tumba en la arena cuando me rodea con sus brazos. Ambos rodamos y la tierra se adhiere a mi rostro pero, la verdad no me importa. Mi mejor amiga está con vida y no puedo sentirme más feliz.

— ¡Estás con vida! ¡Te odio!

Comienza a zarandearme por los hombros y aunque está enojada de verdad no puedo más que reír ante su arrebato.

—Te odio, Paul Chang. Juro que te odio.

Intento desembarazarme con sumo cuidado pero Salma está encima de mi abdomen y me mira con curiosidad.

—¿Creías que ibas a huir de mí? De ninguna manera lo iba a permitir.

Me rio y la abrazo con la limitación que acarrea dicho movimiento.

—Te quiero tanto, Paul. –me dice y siento sus lágrimas por mi cuello.

Está empapada de pies a cabeza.

— ¿Qué ha sucedido? –pregunto y ella se separa de mí.

Ahora bien, cuando creo que la cosa no podría sorprenderme más, Salma se incorpora y asesta una fuerte bofetada al profesor Mcfarlland.

— ¡Usted sabía todo sobre este maldito lugar!

El profesor la mira con los ojos muy abiertos. No puede dar crédito lo qué está sucediendo.

— ¡Y confié en usted! –admite Salma—. ¡La nerd e idiota de Salma confió en el idiota profesor! ¡Típico!

Me levanto y me coloco entre ambos con los brazos extendidos. Observo como el voraz fuego de un barco en la orilla no es nada en comparación al odio que surge de la mirada de mi mejor amiga.

—Puedo explicarlo, Salma, puedo explicarlo todo. –murmura el profesor.

—Claro que puedes. Por supuesto, que puedes, pero no quiero escuchar toda la mierda que tienes que decirnos.

Y se aleja dando tumbos por la arena.

El lindero del bosque está al otro lado y para mi gran sorpresa observo como el crepúsculo ha caído exponencialmente sobre nosotros. Las aves comienzan a alzar el vuelo hacia el otro lado de la isla y sólo allí en este panorama es cuando damos crédito a una enorme columna grisácea que se alza en lo alto de las montañas.

El profesor Mcfarlland está mirándome y asiente en silencio.

—Salma, escúchame. –implora dando pasos hacia ella.

Mi amiga se detiene sólo porque ha llegado al límite de la playa y se gira para mirarlo frente a frente.

—Lo siento profesor, no tengo tiempo para usted. No tengo tiempo...

— ¡Podemos salir de aquí! –le dice el profesor cayendo de rodillas en la húmeda arena.

Ella no se inmuta. Lo observa fijamente con marcada hostilidad.

—Entonces díganos de una vez por todas como es que sabes tanto del Triángulo de las Bermudas, profesor. –da unos pasos hacia él—. Si hay una salida la quiero saber ahora. –y señala hacia el bosque con ímpetu.

Mcfarlland levanta la mirada y la mira como un niño.

—Lo primero que debemos hacer es entrar en el bosque y buscar los archivos de la isla.

Todos estamos escuchando. Salma niega una y otra vez como si sus palabras carecen de sentido alguno.

—No diga tonterías, profesor. ¿De qué rayos está hablando?

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora