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Camille.

El cuerpo desnudo de Ariadna deja de respirar y las lenguas de fuego la atrapan con ferocidad hasta provocar un sonido chirriante de la carne al ser calcinada.

Salma grita y Dan nos aleja lo más posible de aquella terrorífica escena. Siento como Anabelle me empuja hacia atrás y doy un traspié hasta caer en el inestable suelo de metal. El afilado cristal se introduce en mi brazo con fuerza y siento el dolor aumentar de manera considerable con el irregular corte.

— ¡MIERDA! –

Y observo como la sangre sale de la herida. Dan me levanta y vislumbra el daño pero sigue empujándonos hacia el exterior lo cual se nos complica un poco hallarlo, debido a la densa bruma que provoca el inclemente humo.

—No encuentro la salida. –vocifera Dan.

El aire comienza a faltarme y siento como me arden los pulmones tras cada respiración.

— ¡Nos queda muy poco tiempo, Dan! –grita Anabelle y comienza a toser con un sonoro estrépito.

Sigo caminando palpando las paredes a mí alrededor y siento el oxidado metal en mis dedos. La herida sigue sangrando y el dolor ya ha cubierto gran parte de mi brazo derecho. Todo me da vueltas. Mi visión comienza a fallar. Me falta el aire.

—Voy a... des-desmayarme. –vacilo al borde del abismo.

Todo se ha nublado por completo y observo como la oscuridad ha ensombrecido el lugar en su totalidad. Algunas formas comienzan a moverse en las sombras y siento un extraño frío recorrer mi cuerpo.

Mis piernas pierden estabilidad y siento el peso del mismo impulsándome hacia delante de una forma pendular.

—Lo siento, Annie. Lo siento, de veras. –digo entre dientes hasta desplomarme.

Cuando caigo al enorme agujero que se extiende por debajo de mi cuerpo, veo el rostro de Marcus sonriéndome y pienso que al final de todo las cosas han salido como realmente yo quería.



Salma.

Camille emite un sonoro alarido cuando cae al agujero de la planicie que está a nuestra izquierda. Su cuerpo ingrávido se precipita sobre la superficie del agua y nos salpica el rostro mientras su voz se calla por un breve instante. Anabelle me observa pero Dan es más rápido que nosotras y se lanza al vacío para ayudarla.

Ella comienza a gritar y por el sonido que le acompaña está luchando por mantenerse a flote.

— ¡Chicos! ¡Ayúdenme! ¡Por favor!

Su voz se alza en las sombras del enorme agujero y tras unos minutos que parecen horas, escuchamos como Dan le ordena que se calme.

—Estáte quieta, Camille. No te muevas.

Anabelle se inclina por el borde del precipicio pero la densa bruma y el humo que sale al exterior nos dificulta un poco ver en concreto la escena.

— ¿Dan?

El eco suena tenue y agudo por las sombras, hasta este punto estoy temblando de pies a cabezas.

—Estamos bien, Annie. Estoy intentando conseguir...—se detiene y hace un evidente esfuerzo—. Una salida.

El golpe sobre el metal retumba en la oscuridad.

Siento un poco de tranquilidad al saber que al menos más nadie morirá de una forma inhumana y la verdad, admito, me siento muy poco segura estando sin Dan. Además, algo me hace pensar muy en lo profundo de mi mente que algo no está marchando bien.

Por ejemplo, ¿dónde rayos está Jared?

El solo hecho de pensar que ha tenido el mismo final que Ariadna me estremece los sentidos.

— ¡Dan! ¡Deben tener sumo cuidado!

Anabelle se mueve en una posición agazapada para resguardarse del denso humo que se incrementa cada vez más. El calor ya es insoportable y solo nos queda muy poco tiempo para actuar si queremos salir con vida de aquí.

De pronto, se me ocurre una descabellada idea.

Anabelle sigue gritando y Dan intenta hallar una infructuosa salida en la oscuridad de la embarcación. Por otro lado, salgo por la improvisada entrada del costado del buque y me permito respirar de una forma más segura.

Piensa, piensa, piensa.

Me rebano los sesos pero no se me ocurre nada en particular.

Entonces, la explosión llega sin previo aviso y el estruendo me impulsa hacia adelante como una fuerza invisible. Cuando caigo al agua, me sumerjo sin oponer resistencia y observo lo lejos que he sido propulsada. Muevo los brazos con el escaso oxígeno saliendo de mis pulmones como burbujas y en el momento que creo que voy a ahogarme vuelvo a salir a la superficie.

Las llamas rodean el barco a toda velocidad y Anabelle grita una y otra vez mientras intento adaptar mis pensamientos a la tortuosa realidad.

— ¡Dan! ¡Dan!

Las dos figuras se asoman por el agujero que minutos antes servía de entrada y ahora está cubierto por el fuego y para mi sorpresa noto como Dan y Camille nadan con dificultad aparente, y con el rostro ensangrentados.

Camille está inconsciente y Dan por su parte sangra de una herida que de lejos parece ser mortal. De manera simultánea, Anabelle y yo nadamos a su encuentro y sostengo el flácido cuerpo de Camille.

Desconozco en un principio si está viva pero la alejo del caos que consume el barco. Está completamente cubierto en llamas y el aire huele a alquitrán y metal fundido.

Una vez en la orilla de la playa intento darle reanimación a Camille pero no hace falta ya que ha despertado de su estupor; Dan cae en la arena y Anabelle lo mira con temor cuando observa la herida que se ha hecho en la frente.

— ¿Te encuentras bien? ¡Dímelo!

Él asiente y se lleva una mano a la cabeza para mitigar, sin duda, el dolor.

Todo se ha ido al demonio.

¿Cómo pudo suceder algo de este calibre?

—Annie... Annie... –la voz de Dan es suave y delicada.

Ella toma su rostro y cubre con su mano la herida.

—Annie...

—Shhh, no te esfuerces cariño. Por favor, no lo hagas.

Dan abre los ojos y asiente en silencio.

Anabelle lo besa en los labios y la sangre se adhiere a su mejilla. Camille está sentada sobre sus rodillas y se vislumbra la herida de su brazo. Al menos, no está sangrando.

— ¿Qué demonios ha ocurrido allí?

Nadie responde.

Ella levanta la cabeza y me mira con suplicio.

¡Joder!

Me acerco y le froto la espalda en señal de condescendencia.

Ella comienza a llorar y siento que mi corazón se arruga como una bola de papel.

—Me quiero ir. –dice—. No soporto estar aquí.

—Entonces será mejor que busquemos una maldita salida, de una vez por todas. –comenta una voz detrás de nosotros.

Mi corazón se detiene bruscamente y solo hicieron falta dos segundos para comprender que se trataba nada más y nada menos que de mi mejor amigo Paul acompañado del profesor Mcfarlland. 

La última travesía (En edición) Pronto En FísicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora