19: No Te Contengas

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Miró por la ventana del auto, admirando los altos edificios y la cantidad inmensa de personas. Jamás había notado lo colorida que era la ciudad. Era abrumador a cierto nivel, aunque también refrescante.

La música navideña inundaba el auto, lo cual lo hizo deducir que navidad estaba cerca. Llevaba encerrado desde poco después de pascua. Tal vez fueran 6 meses, como mínimo.

Fue distraído de sus pensamientos por el sonido de Chunta masticando sus mentas.

Este notó que lo veía, ofreciéndole la caja.

-- No me gustan- contestó, volviendo su atención a la calle. Entre más se alejaban de la ciudad, menos gente era visible rondando por el lugar.

Tal vez pasó media hora antes de que llegaran a un edificio. Jamás había estado ahí.

Bajó en cuanto Chunta se parqueó, abriendo su puerta y tomándolo del brazo izquierdo. Caían gotas de agua, lo cual significaba que pronto comenzaría a llover otra vez. Llevaba asi desde hace semanas.

Cogió apoyado de él, mirando a su alrededor. Había sólo un par de carros en el estacionamiento y aún así sintió su corazón latir, nervioso por tener contacto humano por primera vez en meses.

Chunta parecio notar su nerviosismo, pues se aferró con mayor fuerza a él. Pese a ser molesto, este acto logró relajarlo un poco. ¿Qué tan mal estaba de la cabeza, sintiéndose así hacia su captor?

Chunta le ajustó la bufanda, la máscara y el gorro antes de abrir la puerta por él, siendo inmediatamente recibido por el aroma de café fresco y panqueques. Era un restaurante.

Una mesera los recibió con una sonrisa en el rostro, llevándolos a una mesa a la orilla del restaurante. Tomó asiento, Chunta sentándose delante suyo.

Había un grupo de señores, quizás 5 o 6, sentados en  la barra del lugar, riendo ruidosamente y tomando como si no fuera entre semana. Seguro tambien habían tenido su trabajo puesto en descanso por el tifón, supuso. Tambien había una que otra familia, y una que otra persona sentada sola. Justo a su lado se encontraban una pareja de ancianos, comiendo panqueques.

Tomó el menú que le ofrecio la mesera, agradeciendo torpemente.

-- ¿Qué les gustaria de tomar?

Preguntó, lista para anotar sus pedidos en su libreta.

Tragó en seco, sintiendo su estómago contraerse.

¿Eh? ¿Qué tomaría? ¿Qué le gustaba?

— Dos cafés, por favor.

— Enseguida.

Suspiró, agradeciendo internamente a la persona delante suyo.

Tomó el menú, volviendo a sentirse nervioso ante la cantidad inmensa de opciones.

-- ¿Puedo ir al baño?- preguntó en un murmullo.

-- Ah, iré conti-

-- No es necesario.

Contestó, poniéndose en pie y caminando hacia donde, asumió, se encontraba el baño. Una vez dentro se quitó la bufanda, el gorro, la máscara y el abrigo, dando fuertes bocanadas de aire. No podía respirar. Debía salir de ahí, no estaba listo para esto.

Se lanzó agua helada al rostro, lo cual logró tranquilizarlo un poco. Entonces levantó la vista, viéndose directo al espejo. Ya no se reconocía, tal vez por eso había dejado de verse meses atrás. Ojeras decoraban sus ojos, y su cabello desordenado le llegaba casi a los hombros. Eso y el hecho de que ahora cojeaba, usaba bastón y usaba pijamas la mayoría de los dias lo hacían irreconocible. No hacía falta usar nada de lo que Chunta le había puesto, de todas maneras no lo reconocerían aunque se parara en una mesa y gritara que su nombre era Saijo Takato.

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