4: Jugando A Ser Humano

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A Takato Saijo se le había enseñado a mantener su orgullo en alto frente al público, a mantener una sonrisa profesional acompañando su rostro a cada hora del día. Incluso siendo acorralado por buitres del espectáculo, o incluso ante situaciones de gran estrés en el trabajo, se encargaba de seguir aquel principio.

Manten tu frente en alto, no la bajes ante nadie.

Tragó en seco sin quitar aquella expresión desafiante en su rostro. Estaba temblando de pies a cabeza, rogando en silencio por que Azumaya no lo notara.

Azumaya, quien unos segundos atrás sonreía de forma impaciente, ahora poseía una mirada impredecible, carente de toda emoción.

Su pierna dolía como el infierno, tomaba cada parte de su ser no recostarse en forma fetal y llorar hasta dejar de sentir todo a su alrededor, y aún así se había atrevido a desafiarlo. ¿Era estúpido?

El contrario se puso de pie abruptamente, causando que Takato perdiera su fachada y saltara sobre su lugar.

Sin embargo no hizo nada. Simplemente salió de la habitación, y no volvió hasta muchas horas después.

Durante la primera hora Takato se mantuvo en el mismo lugar, aterrado de que fuera a ser una trampa.

A la segunda ganó la confianza suficiente para sentarse en su lugar, gimiendo de dolor. Todo, desde la pierna hasta la cintura, ardía, y pese a haber sido bañado por Azumaya se sentía sucio. Había sido abusado hasta el punto de inconsciencia, y probablemente se volvería a repetir.
No entendía las intensiones del contrario, y no esperaría para descubrirlas.

Movió el pie izquierdo hacia el suelo, poniéndolo cuidadosamente sobre la superficie helada. Al hacerlo cada nervio conectado a sus piernas se activó, despertando una sensación aguda que recorrió todo su cuerpo.

Dolía, pero sabía que lo difícil estaba por comenzar.

Esta vez movió la pierna derecha, siendo aún más lento y cuidadoso que con la izquierda. La puso con minúsculo cuidado contra el piso, saltando de inmediato y encorvando la espalda hasta caer de vuelta contra la cama. Un par de lágrimas se asomaron por sus ojos, pero las limpió con coraje y volvió a intentar levantarse. Su rostro se había puesto rojo por el dolor y la humillación. Juró para si mismo mandar a aquel lunático al infierno.

Esta vez triunfó poniendo ambos pies sobre el suelo, pero rápidamente se dió cuenta que aquel sólo era el primer paso, todavía necesitaba ponerse en pie y caminar, o incluso correr en caso de que Azumaya volviera.

Escaneó sus alrededores, buscando objetos con los que pudiera apoyarse.
Sus ojos se posaron sobre el taburete, en el cual se encontraban unas llaves, una caja de Tylenol, un paquete de vendas y, convenientemente, un bastón. Azumaya lo había planeado todo, ¿Eh?

Cerró los ojos, dando profundas bocanadas de aire antes de hacer lo impensable: ponerse en pie.

Lo hizo sin razonar mucho, dando dos pasos para, despectivamente, caer.

Ahogó un grito, aferrándose a su propia pierna. Las gasas cubriéndola empezaron a turnarse rojas por la agresividad de la acción. Se lamentó internamente, pero ya que estaba ahí no quedaba de otra más que continuar.

Estiró el brazo lo suficiente para alcanzar la parte inferior del bastón, haciéndolo caer justo a su lado. Apoyó todo el peso sobre la pierna izquierda, usando el bastón en el lado derecho, y poniéndose en pie rápidamente.
Empezó a dar pequeños pasos, temblando ante la sensación punzante. Las gasas estaban completamente pintadas de rojo y comenzaban a derramar gotas por el suelo, dejando un camino como evidencia de su actividad.

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