Head Over Heels

886 42 7
                                    

No dormí.

Me pase toda la noche revisando quien veía mi historia, revisando todos mis seguidores para por lo menos sospechar de quien se podría tratar, pero no encontré absolutamente nada.

Después me enoje, porque no dudé de nadie.

Revise todos los trabajos donde hice grupo con mis compañeros para comparar la letra y tampoco encontré algo.

Cuando vi la hora eran las cinco así que pare y no hice nada más que aceptar mi final.

Abrí la puerta de mi casa y encontré al Diego apoyado en su moto todo feliz.

Ojalá yo.

— ¿Uy qué pasó?

— Que te importa.

— Bueno, el día de hoy no hablamos.

Me pasa el casco y yo le entrego mi bolso, como hoy ando enojada me hago la chora y trato de abrocharme yo el casco.

— Abrocha po' mierda. — susurro intentando.

Se acerca a mi y saca mis manos para abrocharlo el, resignada dejo que lo haga.

— Ya súbete.

Cuando me baje no dije pero lo espere con el casco colgado de mi brazo izquierdo y en el derecho mi bolso, acomodó la moto y me miró.

— Casco.

Obediente se lo paso y lo vuelvo a esperar.

— ¿A que edificios vas?

— B. — comenzamos a caminar.

— Vamos entonces.

Salimos del estacionamiento que estaba a la par con el edificio B, así que este era mi momento.

Me metí en mi papel de suricata para encontrar al hombre de las notas.

El edificio B estaban la mayoría de clases de las carreras de ciencias sociales, por lo que se me hacía más fácil poder ver donde estaban todos.

— ¿A quien buscas?

Me asusto, haciendo que la tira de mi bolso resbale por el brazo, vuelve a apoyarla a mi hombro.

— No, estoy mirando nomas, gracias. — empiezo a avanzar rápido.

Lo escucho seguirme, mientras intento ir más rápido esquivando gente y aguantándome la risa, cuando doblo la esquina me jala con su brazo de la cintura, me sube como un saco de papas a su hombro.

— Dieguito bájame. — ruego mientras me aferro a su chaqueta.

— No, estoy mirando nomas, gracias. — habla imitando mi voz.

— Yo no habló así. — digo ofendida.

No me responde así que me resigno a mirar el piso e ignorar las miradas de las personas en el pasillo.

— ¿Porque la traes así? — veo como la Isi me levanta el cabello que me impedía ver.

— Chistesito. — le responde bajándome.

Por culpa de la anemia me desequilibro toda, el Diego me afirma de los brazos y me abraza apoyándome la cabeza en su pecho.

De pura maldad le pellizcó en brazo.

— Malo.

— Lo siento, me había olvidado, busca en mi bolsillo hay una mandarina.

Meto la mano a su bolsillo y cuando encuentro el tesoro me separo de él, aunque aún sigue sosteniéndome.

Ya po', pololeameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora