Capítulo 22

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Roberto Musso abrió la puerta y ni siquiera dejó que Topo Antuña dijera un "hola" o "buenas tardes", no pudo evitar abalanzarse para darle un fuerte abrazo. Una ola de calidez y seguridad lo golpeó al tener a su amigo frente a él, algo que estuvo necesitando desde la noche anterior.

—Yo también te extrañé mucho hoy, Rober —se rio Gustavo Antuña, rodeó a Roberto con el brazo que tenía libre. Para Topo, había sido un largo día en el estudio, a pesar de que el ensayo duró menos tiempo; las horas pasaban mucho más lentas sin la presencia de Roberto en el lugar de trabajo.

—Es lindo verte de nuevo —Roberto le dio un beso a Topo en los labios antes de soltar a Topo para dejarlo pasar.

El más bajo de estatura estaba demasiado feliz por ver al más alto feliz.

—Perdón si tardé un poco, es que me quedé hablando con Riki sobre guitarras en el pasillo de lácteos... —comentó el hombre de gafas grandes mientras ponía la bolsa del supermercado sobre la mesada de la cocina.

—Ah, te encontraste con mi hermano, qué chico es Montevideo... —Roberto sonó algo sorprendido.

—¿Puedo meter algunas cosas en la heladera? —preguntó Topo, mientras miraba dentro de la bolsa de plástico que había traído.

Roberto asintió con la cabeza y vio cómo Topo sacaba dos potes de flan para guardarlos.

—¿FLAN? —el mayor no pudo contener la emoción, no tenía ni la más mínima idea de que su amigo iba a traer una de sus comidas favoritas.

—Sí, pensé que algo dulce no caería mal —dijo Gustavo y le alegró la reacción de Roberto ante algo tan pequeño y simple como un postre.

—Es que adoro el flan, a veces hago el que se vende en polvo, sigo al pie de la letra la receta que dice en la caja pero las primeras veces no me salieron bien... —comentó Roberto, recordando la vez que le salió amargo aquel postre y otra en que quedó duro como una roca.

—Es normal, al igual que la vida, la cocina es ensayo y error. —opinó Topo.

—Juro que usaré la palabra flan en alguna canción, lo juro por mi ojo desviado —esta vez, Roberto parecía hablar consigo mismo, totalmente emocionado e inmerso en esa idea.

Topo juraría que Roberto estaba al borde de darle una charla sobre flanes que duraría dos horas o más.

—Bo, Rober, ¿qué almorzaste hoy? —preguntó después de un rato.

—Ah, pues... no almorcé. —confesó Roberto, un poco avergonzado.

—¿Cómo que no almorzaste?

—Me levanté al mediodía... limpié un poco y luego me volví a dormir. —Roberto miró hacia otro lado, no quería recordar el mal momento por el que atravesó hace tan solo unas horas atrás—. Menos mal desperté hace media hora o si no te quedabas afuera jajajaja.

Topo se preocupó por su amigo, de seguro estaba muerto de hambre ya que se había salteado las dos primeras comidas del día. Se percató que Roberto seguía viéndose cansado como los días anteriores, las ojeras se había vuelto mucho más notorias.

—¿Querés comer algo? —inquirió el hombre de gafas grandes—. Es tarde para almorzar y demasiado temprano para cenar pero no podés tener el estómago vacío...

Para ser sinceros, Roberto no deseaba comer nada, aun si el estómago le seguía doliendo por estar vacío, el deseo de consumir algo era casi nulo. No obstante, sabía que debía comer algo o sino empeoraría su situación.

—... Dale. —acabó contestando, intentando sonreír.

—Traje unas latas de atún, ¿tenés arroz? —preguntó Topo.

Desvelos (Roberto Musso x Gustavo Antuña)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora