Capítulo 11

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Por fortuna, el vaso que cayó de sus manos era uno de los vasos de plástico que había comprado para cuando su hija se quedaba en casa. Un gran alivio, a decir verdad, porque no estaría buscando como loco trozos de vidrio que podrían lastimarlo a él o a su hija.

Sin embargo, el estruendo del plástico contra las baldosas lo aturdió suficiente como para querer cubrirse ambas orejas.

—Topo... —tartamudeó Roberto Musso al recuperar el habla, quieto en su lugar, tenía la vista clavada en el charco de agua que se formó alrededor del vaso en el piso, le estaba desesperando no poder limpiarlo en aquel instante por estar en plena llamada.

—Hola, Rober —repitió el guitarrista, aliviado por escuchar al vocalista desde el otro lado de la línea—. ¿Cómo estás?

Qué pregunta tan ambigua y vacía para mantener una conversación. A él siempre le había disgustado porque la gente esperaba que dijera un simple "Bien, ¿y vos?" y mostraban incomodidad cuando le decía cómo genuinamente se sentía.

—Estoy... Estoy mejor que ayer —contestó Roberto, la mano le temblaba y se apoyó en la mesa por temor a desmayarse—. ¿Y vos? —le devolvió la pregunta.

—¿Podríamos encontrarnos en persona hoy? Necesito hablar contigo... —pidió Gustavo, en su voz se notaba algo de preocupación, tanta que había pasado por alto la pregunta que se le acababa de hacer.

Roberto Musso se quedó mudo. La idea de encontrarse con Topo Antuña era algo que su cabeza ni siquiera se había dispuesto a procesar, aún si Riki le hubiese tranquilizado diciendo que todo se solucionaría una vez que hablaran en persona, se abstuvo de imaginar ese momento porque sabía que su cabeza le daría los peores escenarios posibles como:

Ellos terminando más enojados

A los golpes

Topo dejando banda

Roberto dejando la banda

Roberto teniendo otro colapso nervioso

Se soluciona pero no duran una semana en su "prueba de compatibilidad"

Y la peor: No ser capaces de al menos volver a ser amigos...


—¿Roberto? ¿Seguís ahí? —insistía Topo desde el otro lado del teléfono.

—Topo, es sábado, quiero dedicarle tiempo a mi hija... Y la verdad es que no me siento preparado para hablar con vos todavía. —dijo el hombre de cabello enrulado al final, cerrando los ojos por unos segundos para poder tranquilizarse.

Hubo un par de segundos de silencio, hasta que oyó decir al guitarrista:

—Entiendo...

—Podemos hablar después del ensayo del lunes en todo caso.

Roberto sentía que acababa de elaborar su propia sentencia. ¿Por qué consideraba como el peor de los castigos hablar con la persona que tanto quería? Aún con todo lo malo que había pasado, sus sentimientos por Topo Antuña seguían vivos, más intensos que nunca. Lo amaba con todo su ser, deseaba estar a su lado, hablar horas y horas sin parar, abrazarlo, besarlo, formar una familia... Todas las cosas hermosas que podría tener el mundo, deseaba vivirlas junto a él.

—¿Y domingo? En verdad quiero resolver las cosas con vos, Roberto —pidió Topo—. No soporto este silencio entre nosotros, hay tantas cosas que explicar y no quiero que sigamos molestos.

¿Molestos? ¿Esa era la mejor forma de describirlo? Ese adjetivo no era cómo él se sentía, no sentía enojo alguno; siendo sinceros, no sabía exactamente cómo se sentía en ese instante mientras hablaban.

Desvelos (Roberto Musso x Gustavo Antuña)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora