Capítulo 5

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No era la primera vez que Gustavo iba al departamento de Roberto, solían reunirse con el resto del Cuarteto, y Ricardo Musso si este aceptaba las invitaciones, para disfrutar una noche de amigos o para pasar el rato con Roberto a solas, hablando sobre cualquier interés en común o simplemente chismosear.

Sin embargo, esta vez, Roberto se sentía... raro.

Hoy estoy raro y no entiendo por qué...

"Sí sabes, al fin aceptaste que estás enamorado de Topo y eso vuelve todo incómodo", se interrumpió en mente.

—Sentate mientras pongo un poco de agua en la pava —Topo le señaló el sillón—. Las tazas siempre están en el mismo lugar, ¿verdad?

—Sí, y el café y el azúcar también —contestó Roberto.

El hombre de cabello enrulado tomó asiento y se volvió a refregar el rostro con las manos. Las conversaciones que había tenido con Laura y Riki no salían de su cabeza. En parte, ella tenía razón, hacía tiempo que no se arriesgaba en jugar de nuevo a pesar de su gran deseo de volver a tener pareja. Y su hermano también tenía razón: él era experto en ser extremadamente sincero con los demás y que la única forma de saber si algo iba a funcionar o no era atreverse a hacerlo.

Roberto sabía estar solo, disfrutaba de su soledad aunque cada tanto deseaba compartirla con alguna persona que estuviera interesada en él. Ese alguien podría ser su propio amigo, si es que se atrevía a dar el primer paso.

—¿Y Federica? —preguntó Topo desde la cocina.

—Oh, ella está con Lau esta semana —Roberto tardó unos segundos en contestar por estar demasiado sumergido en sus propias ideas.

—Mandale saludos de mi parte cuando la veas.

—Lo haré —asintió Roberto. Una imagen de Gustavo como otra figura paterna para su hija se le cruzó por la cabeza y eso lo hizo sonreír. Topo, él y Federica teniendo un momento familiar, jugando algún juego de mesa y riendo, mirando una película juntos, yendo a la plaza...

—¿De qué te reís? —preguntó Topo volviendo a la sala con dos tazas de café en manos. Le entregó una taza a Roberto y se sentó a su lado en el sofá.

—De nada —mintió Roberto y le dio un sorbo al café, el dulce sabor de la bebida lo relajó—. Extrañaba tu café, Topo.

—Pero es solamente poner café y azúcar en agua caliente, Rober, no hay tanto secreto. —dijo Topo y bebió un poco.

—Lo sé, pero hay que admitir que las cosas hechas por gente especial tienen un sabor distinto... —agregó Roberto, dando otro sorbo.

—... ¿Soy especial para vos? —Gustavo no esperaba oír eso.

Roberto sintió que se le subía el color rojo de nuevo.

—Obvio que sí, eres una las personas más importantes de mi vida —a Roberto le hubiera gustado ser directo de una vez por todas lo que tenía en su cabeza pero algo lo impedía—. Cuando te cuesta hacer amigos, valorás mucho más todavía la poca gente que se queda con vos... Sos de las pocas personas que no me mira raro cuando hablo de las cosas que me gustan y no me ignora, eso es muy lindo de tu parte, Topo.

—Awwww, a mí me encanta escucharte, Rober —dijo Gustavo, bajando la taza de café sobre la mesita que tenían frente a ellos—. Yo también puedo decir lo mismo por vos, en serio. Gracias por ser mi amigo.

—Amigo... —murmuró Roberto, bebiendo lo que le quedaba en su taza para poder colocarla al lado de la de Topo.

Ninguno quería seguir escondiendo lo que sentía por el otro. Querían gritarlo.

Un silencio los envolvió, interrumpido por los ruidos de los autos que pasaban frente al edificio. Ya estaba oscuro afuera y la temperatura había descendido. No había nadie que los pudiera interrumpir en aquel departamento, las paredes serían los únicos testigos de cualquier cosa que podría suceder entre ellos.

Por eso no quiero perder tiempo en perderme.

"Este es mi momento", pensó Roberto.

"Este es mi momento", pensó Gustavo también.

—Rober, hoy estaba hablando con Alvin y me comentó que vos... —empezó a decir Gustavo Antuña, pero no pudo continuar hablando porque Roberto se abalanzó por él para darle un beso en los labios.

Siendo sinceros, nadie esperaba eso. Ni siquiera el mismo Roberto Musso.

—PERDÓN, NO DEBÍ HACER ESO —Roberto se apartó rápido, le faltaba el aire como si estuviera a punto de sufrir un ataque de pánico, al ser una acción que no había premeditado al menos diez veces en su cabeza, el arrepentimiento lo invadió al instante, se habría levantado de su lugar para huir por la puerta si Topo no lo hubiera rodeado con ambos brazos para mantenerlo en esa posición y sumirlo en otro beso.

Gustavo sintió que los hombros y la respiración de Roberto se relajaban conforme pasaban los segundos. No quería apartarse de él, esto era lo que más había añorado durante tanto tiempo y al fin se había vuelto real.

Roberto estaba embriagado de todo lo que una simple conexión de dos bocas le generaba.

—Te sentís mejor parece —dijo Gustavo cuando al fin se apartaron.

—Dicen que la pasión cura cualquier mal —dijo Roberto, y no pudo evitar reírse de lo que acababa de decir.

—¿Quién lo dice? —Topo acarició la mejilla derecha de Roberto, la sintió algo caliente, posiblemente por el calor del momento.

—Yo lo digo —dijo Roberto finalmente, y para la siguiente frase, tomó valor en mirar a Gustavo a los ojos: —. Te quiero, Topo.

—Lo sé, Rober —asintió Gustavo—. El beso lo dejó en claro.

Volvieron a juntar sus labios, las manos de Gustavo comenzaron a recorrer el cuerpo de Roberto, hasta que una de ellas se metió debajo de su camisa, acariciando la piel de su espalda.

—Yo también te quiero —agregó Topo, para dejarle en claro a Roberto que sus sentimientos eran mutuos.

El beso y el recorrido de sus manos por el cuerpo del otro se fueron intensificando conforme pasaban los minutos.

Este amor me está entibiando...

—¿Querés ir a la pieza? —preguntó Roberto, antes de que Gustavo le quitara la camisa.

—Dale. —respondió Topo, con una sonrisa dibujada en el rostro. 

Desvelos (Roberto Musso x Gustavo Antuña)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora