Capítulo 43

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Como nada era para siempre, la última cita con el terapeuta había llegado.

—Tomá, este es el informe sobre los tres meses de terapia que tuviste conmigo —diez minutos antes de que la sesión acabara, el psicólogo le entregó a Roberto una hoja de papel que describía su evolución durante los últimos meses.

El hombre de cabello enrulado le dio una lectura rápida a lo que el psicólogo le acababa de entregar. Por primera vez en su vida, no sintió ningún sentimiento negativo al leer los términos Trastorno obsesivo compulsivo y Trastornos del Espectro Autista. Veía ahora a ambos desde un punto de vista neutro, ni buenos ni malos, eran parte de él y ya. Los había aceptado al fin.

Subsecuentemente, levantó la vista para mirar a los ojos al psicólogo durante unos cinco segundos antes de volver su vista al informe que ahora guardaría dentro de una carpeta azul que se había traído consigo.

—Muchas gracias —agradeció Roberto, bastante animado.

—Deberías escanearlo y guardarlo en la nube, suele ser útil tener esta clase de documentos al alcance, al menos en digital —recomendó el psicólogo—. Aún nos quedan cinco minutos para que la consulta acabe, ¿te gustaría agregar algo?

—No, la verdad es que no tengo nada que decir.

—Si llegas a necesitar nuevamente de ayuda, no dudes en venir —mencionó el hombre de cabello blanco—. Aprendiste mucho durante este tiempo y yo también aprendí mucho de vos. Siempre considero que en la terapia el aprendizaje es mutuo.

Roberto desvió la mirada hacia uno de los certificados que estaba colgado en las paredes del consultorio, donde destacaba en tipografía cursiva el nombre del terapeuta: Lic. Vladimir Hernández.

—...Gracias, en serio —repitió Roberto, y sonrió—. En verdad valió la pena arriesgarme en venir aquí. Confieso que me daba un terror enorme, hasta imaginé el peor escenario posible jajajaja.

—Me alegra saber que has superado gran parte de tus temores—el psicólogo bajó la planilla y su bolígrafo y miró a su paciente mientras ambos se levantaban—Este es solo el comienzo.

—Muchas gracias por su ayuda, ha sido una gran experiencia venir aquí —dicho eso, Roberto le estrechó la mano al psicólogo, pero al final terminó abrazándolo.

—Sólo hago mi trabajo, mucha suerte, Roberto —dijo el terapeuta y le sonrió cuando su paciente deshizo el abrazo. Contempló a su paciente caminar por el pasillo hasta que lo perdió de vista.


***

Roberto se retiró del consultorio, sintiéndose bastante raro. No, no raro en el mal sentido de la palabra. No lograba identificar qué estaba sintiendo precisamente, era una mezcla de ligereza, alegría y nuevamente esperanza por el futuro que estaba por venir. La sensación de que todo iba a estar bien era casi abrumador, y deseaba aprovecharla mientras durara.

Se puso sus auriculares para poder escuchar un poco de música de la playlist de canciones que Topo había hecho para él.

Tengo tiempo para saber, si lo que sueño concluye en algo..., comenzó a sonar Bajan de Luis Alberto Spinetta, y Roberto no dudó en ponerla en bucle porque se obsesionó con la letra unos días atrás y no la podía sacar de su cabeza, necesitaba analizarla y buscar una interpretación. Caminar y analizar canciones era su actividad favorita.

—¿Riki? —después de cinco minutos de caminata, vio a un hombre de su misma estatura con cabello enrulado negro, caminando a unos diez metros de distancia— ¡¡¡RIKI!!!

Desvelos (Roberto Musso x Gustavo Antuña)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora