Capítulo 44

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—Un nuevo show para dar lo mejor de nosotros mismos—dijo Alvin Pintos con entusiasmo, sentándose ante la batería. Las luces del escenario estaban apagadas para que cada miembro del Cuarteto de Nos tomara su lugar correspondiente antes de que el show del Antel Fest comenzara.

—Te memorizaste las letras fáciles también, ¿verdad, Rober? —le tentó Santiago Marrero a Roberto Musso, siempre le resultaba gracioso que él se acordara de las canciones más complicadas pero no las más sencillas.

Antes de que Roberto pudiera al menos pensar en decir algo, escuchó a la multitud gritar: ¡CUARTETO! ¡CUARTETO! ¡CUARTETO!

Las luces azules se encendieron y una luz de tonalidad rojiza cayó sobre Roberto durante unos segundos.

"Es hora, es hora...", se decía Roberto en mente y respiró hondo.

Hoy estoy raro y no entiendo por qué... —La primera canción en la lista era una de las favoritas del álbum Raro: Hoy estoy raro.

Y así, el show empezó.

En Cuando sea grande, fue notorio que a Roberto se le quebró la voz en la primera estrofa. Fue algo inevitable, las canciones basadas en vivencias personales lo golpeaban siempre, sentimientos de amarga tristeza, rabia y angustia ya olvidados podían ser percibidos en su manera de cantar.

Ni qué decir con No llora.

"En la canción que escribí para mi hija, dije que ella no va a llorar cuando alguien le pegue en el jardín de infantes o que en la escuela se rían por no ser como los demás... Yo sé que ella no va a llorar como yo lloré.", recordó haberle dicho eso a su terapeuta en una sesión. Juraba que en aquel instante las lágrimas iban a deslizarse por sus mejillas en cualquier momento.

"Respirá, Roberto, respirá. No olvides que vos también sos una persona fuerte a tu modo", dijo la voz de la razón, y eso le dio fuerza suficiente para seguir cantando con toda pasión.

Y sí... yo soy así. ¡Por eso brindo por mí!

Después de varias canciones que el público cantaba a la par que ellos, Roberto carraspeó un poco para hablar ante el micrófono:

—El momento narcisista de la noche, el que todos a veces necesitamos. —anunció, con una sonrisa.

Me encanta mi aspecto, de hombre tan perfecto, yo soy lo más grande que hay... —El instrumental de Me amo inició para acompañar al vocalista.

A pesar de que Roberto Musso había escrito esa canción en 1999 para el álbum Cortamambo como burla hacia las personas egocéntricas de autoestima por las nubes, no podía negar que esa noche era capaz de gritar que se amaba a los cuatro vientos.

Él había pasado cosas poco memorables ese año, tanta oscuridad que actualmente se iba disipando. Y ahora, él estaba ahí, sobre ese escenario del Antel Fest, cantándole a una multitud que adoraba a la banda con toda su alma.

¿Qué más podía pedir en ese instante...?

De súbito, vio que Topo se tiró al suelo del escenario, aún tocando la guitarra con todas sus energías. Roberto no titubeó ningún segundo, ni siquiera se atrevió a pensarlo: Se sentó sobre el guitarrista, y se inclinó para darle un breve pero profundo beso en los labios.

Podían escuchar a la multitud silbar y gritar por ser testigos de aquella acción. Quedó sentado un par de segundos sobre Gustavo y le sopló un beso con la mano antes de que ambos se levantaran para seguir con el show.

Santiago Tavella, Alvin Pintos y Santiago Marrero, desde sus lugares, compartieron miradas de complicidad, con una sonrisa dibujada en el rostro de cada uno.


***

—Eso fue bastante espontáneo, lo de que me besaras en los labios frente a miles de personas—dijo Topo, eran como las seis de la mañana cuando llegaron al departamento del Roberto, el viaje de Paysandú a Montevideo había durado como cuatro horas y ambos estaban cansados.

Dejaron sus mochilas al costado del sofá azul, más tarde ordenarían sus cosas.

—No pude controlarme cuando te vi ahí tocando la guitarra en el piso, tampoco es la primera vez que jugamos así en el escenario —se rio Roberto—. Ellos creerán que es parte del show cuando en realidad es algo más.

Ambos señores se rieron, los fanáticos nunca sabrían que esos gestos de ahora en adelante tendrían un doble sentido (bueno, al menos si ellos hacían su relación pública).

—¿Por qué no nos tomamos una ducha y descansamos? Tenés cara de que estás por dormirte —propuso Topo y bostezó.

—No pude dormir en el bus, se me quedó la adrenalina del concierto y dudo que pueda cerrar los ojos. —protestó Roberto, desabotonando su camisa y arrojándola en el cesto de ropa.

Topo se le quedó mirando por unos segundos.

—¿Qué mirás? —el vocalista intentó sonar pícaro, sin embargo su voz de cansancio no permitió eso.

—A vos —contestó el guitarrista con una sonrisa que expresaba que estaba disfrutando la vista, y le pasó una toalla—. Te preparo un té después de ducharnos, ¿dale?

—Dale. —aceptó Roberto y sonrió algo fatigado. Al parecer, el cansancio sí iba a ganar esta vez.


Después de una ducha de agua tibia compartida, ambos señores se dirigieron a la cama y se metieron bajo las mantas. El sol ya se estaba asomando entre los edificios de la ciudad, entonces bajaron las persianas para poder dormir, al menos hasta el mediodía.

—¿No íbamos a tomar té? —preguntó Roberto.

—Ah, lo olvidé —Topo estaba a punto de destaparse para ir a poner agua a hervir cuando sintió a Roberto agarrándolo del brazo izquierdo.

—No hace más falta, el agua tibia me relajó bastante, jaja —comentó el hombre de cabello enrulado. Era cierto lo que acababa de decir, aunque también lo dijo para que su pareja no se levantara.

—Bueno. —asintió el hombre de gafas grandes.

—Pongo el despertador a las once, ya que quedamos en encontrarnos con los chicos al mediodía para almorzar —dijo Roberto, mientras configuraba una nueva alarma en la aplicación de Reloj de su celular. Cuando terminó esa acción, dejó el teléfono sobre su mesita de noche.

—El otro día, al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Pinky mirándome fijamente —contó Gustavo, al ver que Roberto agarraba al susodicho peluche para abrazarlo.

Roberto solo se rio.

—Es muy suave y reconfortante, me recuerda a vos —Roberto se recostó por el pecho de Topo y sintió cómo este último lo rodeaba con ambos brazos para tenerlo más cerca. Podía percibir los latidos del corazón de su pareja, y eso lo relajó en menos de un minuto.

—Awww, nos vemos en unas horas, Rober —Topo le dio un beso en la mejilla, pero terminó dándole uno en los labios que duró más de diez segundos.Finalmente, se quitó los anteojos y apagó su lámpara para sumirse en un sueño que necesitaba después de un recital tan enérgico como el de la noche anterior.

Para Roberto, no había acto de pareja tan íntimo como dormir abrazados, nadie podría hacerle cambiar de opinión.

Los desvelos no podrían invadirlo hoy, y los pensamientos intrusivos mucho menos.

Su cabeza estaba como un mar en calma, por ahora. Sin embargo, si se aproximaba una tempestad sin ningún aviso, sería capaz de enfrentarla.

Y no sé si me encontraré con un hada o con un dragón, pero por las dudas llevo conmigo varias flechas y una flor...

Desvelos (Roberto Musso x Gustavo Antuña)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora