Capitulo 9

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Aviso: Este capítulo puede contener factores desencadenantes.

  Los ojos curiosos de Esteban recorrieron cada centímetro de la habitación en la que se encontraba, era extrañamente divertido admirar cada detalle y color de los objetos;  Aunque todo era en tonos pasteles y sin mucho color, cualquier lugar era más atractivo que las mugrientas paredes de su celda de prisión.  Aunque estaba esposado a la cama, disfrutaba de la textura suave y acogedora de las sábanas, de la suavidad de un colchón real y, sobre todo, de la expectativa de volver a ver a Márcia.

    Las palabras de la pelirroja se repetían una y otra vez en sus pensamientos - "¿De verdad quiere ayudarme?...bueno...no me habría arriesgado a un desacuerdo con los chicos y Iñaki si no hubiera querido". - pensó el moreno - Mejor no crear ilusiones, tal vez solo lo hace por Rafita, o por remordimiento y tal vez por lástima… – siguió dándole vueltas a las palabras de la  abogada.

   Sus divagaciones fueron interrumpidas por el dolor punzante que sentía en la parte baja de su espalda cuando intentaba ponerse en una mejor posición, debido a las esposas le era imposible cambiar de posición.  Su inquietud hizo que el médico le aplicara un sedante para evitar que la herida se abriera por el movimiento.  Inés, cuando finalmente consiguió permiso para verlo, lo encontró profundamente dormido, no pudo quedarse mucho tiempo por normas de seguridad.

   Márcia se resistía a ir a trabajar, sabía que no podría concentrarse en nada, ya que sus pensamientos estaban en Esteban, pasó buena parte de la tarde divagando sobre innumerables formas de pedir la libertad condicional o incluso reabrir el caso para obtenerla la libertad de Esteban.  Sin embargo, esta utopía que empezó a cultivar en su mente tendría que esperar un tiempo, al menos hasta que esta situación terminara, pero la pelirroja no sabía si podría pasar mucho más tiempo sin verlo.

   Al darse cuenta de que el trabajo del día no le daría ningún resultado, decidió recoger temprano a Rafaela de la escuela, hablarle de lo sucedido y llevarla a ver a su padre.  Su celular iba acumulando llamadas y más llamadas de su esposo, pero no tenía ganas ni paciencia para contestarlo y tendría la excusa perfecta para hacerlo, estaría en una reunión con una persona muy importante;  una persona de cuatro pies de altura con lindas mejillas.

   La pequeña no entendía por qué se iba temprano, pero no lo cuestionó y fue al encuentro de su madre con una gran sonrisa en el rostro.

- Mami, me salvaste – dijo la niña tomando la mano de su madre y conteniendo la risa.
   Márcia frunció el ceño y preguntó;
- ¿Que has hecho ahora?  – miró a la pequeña, imaginando lo que había hecho.

-No hice nada, la profesora quería que formáramos grupos para hacer una actividad, pero odio el trabajo en grupo.  – respondió Rafita haciendo una mueca y frunciendo sus grandes cejas.

-Pero hija, necesitas aprender a trabajar en equipo, ¿sabías que hasta en la universidad hay trabajo en grupo?  – preguntó la pelirroja apretando el cinturón de su hija.

- ¡¿QUÉ?!, entonces, ¡NUNCA VOY A LA UNIVERSIDAD!  – Exclamó la pequeña de ojos verdes, su madre no pudo contener la risa ante la reacción de su hija.

- Entonces mi amor, quiero ver qué dirá tu padre Esteban cuando escuche esto.- dijo sonriendo a la niña.

- ¡¿Mi papi?!...¡¿lo vamos a ver?!  – preguntó Rafita, tratando de contener su euforia y sorpresa, pues nunca había ido a ver a su padre en compañía de su madre.

- Sí, pero no será como es normalmente.  Hubo una pelea entre unos reclusos y tu padre resultó herido, pero no te preocupes mi amor, él está bien, pero se quedará unos días en el hospital y hacia allá vamos.  – Le habló con atención a la pequeña, acariciando ligeramente sus mejillas y secando las lágrimas que al instante brotaban de sus pequeñas esmeraldas.

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