Capitulo 18

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   Marcia estaba tan inmersa en los casos que seguía y en las terapias para mejorar su matrimonio que sintió que le quitaban la vitalidad.  Y lo peor era sentir que estaba dejando a sus hijos de lado para dedicarse a cosas que no debían anular la importancia de sus chicos, incluso de Rafaela que dependía de ella para hacer muchas cosas.  Por eso decidió hacer algo especial con cada uno de ellos, para estrechar lazos y unir las partes más importantes de su vida.

    Comenzó con Hugo, lo ayudó a elegir el anillo de compromiso para Alba y lo llevó a patinar, era algo que ni siquiera sabía hacer, pero a su hijo le encantó y quiso compensar de alguna manera su ausencia haciendo algo que el niño apreciaba.

    - Mamá tiene que seguir intentándolo, tú que eres tan insistente,¡¿vas a rendirte tan fácilmente?!  – dijo Hugo, riéndose del rostro disgustado de su madre.

- Hijo mío, un buen soldado elige sus batallas – dijo Márcia seriamente, tratando de contener la risa – y definitivamente yo no elegí esa – terminó riéndose de sus propias palabras junto con su hijo, que salió de la pista de patinaje y sentado a su lado.

- Es muy extraño verte renunciar a algo, pero está bien, a partir de cierta edad tus huesos ya no se pegan como antes – dijo el niño conteniendo una risa.

- Respétame, muchacho – respondió la madre, dándole una palmada en el hombro a su hijo – Sólo tengo cuarenta y tantos… – finalizó mordiéndose el labio para no reírse.

- Mamá, tienes la misma edad que mi... Que Esteban ¿Verdad?  – añadió el chico, corrigiéndose inmediatamente.

- Sí, solo nos separan unos meses.

- ¡¿Entonces vas a cumplir los cincuenta pronto?!  – concluyó Hugo sorprendido.

- Más o menos, pero la edad de una mujer no es algo de buena educación, toma nota de eso para cuando te cases con Alba – sugiere irónicamente Márcia.

- Está bien, ya paré, pero de verdad mamá, es realmente genial verte siendo como te imaginaba cuando era niño.  – dijo espontáneamente el muchacho, mirando las brillantes esmeraldas de su madre.

- ¿Y cómo me imaginabas?  – preguntó la pelirroja con curiosidad, acariciando ligeramente el rostro de su chico.

- Bueno, una mujer fuerte y decidida, me imaginaba que eras el doble de la fuerte personalidad de mi padr… – se interrumpió, rompiendo el contacto visual con su madre.

- De tu padre – concluyó Márcia – y no, tu padre y yo éramos muy diferentes, ¿por qué pensaste eso?  – volvió a preguntar.

- Porque pensé que sólo una persona con una personalidad más fuerte que la suya podría “domesticarlo”.  – respondió Hugo sonriendo tímidamente

- Tiene sentido, pero tu padre nunca necesitó ser domesticado, se rindió en el primer encuentro – soltó una carcajada, contagiando a su hijo.

- Tenemos algo en común, yo también me entregué en la primera cita con Alba.  – añadió el niño sonriendo con nostalgia.

- Creo que es una debilidad en la sangre Lombardo.  – Concluyó la pelirroja intentando reír más tranquilamente.

     La abogada se dio cuenta de que, por primera vez, Hugo hablaba de su padre sin amargura;  aunque él no se dio cuenta.  Era imposible no hablar de Esteban, borrarlo era como borrar un gran pedazo de historia para cada miembro de la familia, aunque ninguno de ellos jamás lo admitiría.

- Mamá, gracias por ayudarme con el anillo, ni siquiera sabía el tamaño y hubiera sido un desastre sin ti – dice el muchacho

- De nada hijo mío, me alegro mucho por ti y ¿ya tienes una fecha para cuando le vas a pedir matrimonio?  – pregunta Márcia con un poco de ansiedad.

- Realmente no, estoy pensando en algo diferente, pero aún no lo he decidido.- responde Hugo mirando la hora.  – Mamá, me tengo que ir, necesito revisar algunos detalles para el próximo gran evento de la empresa… Oh droga, se me olvidó traerte unos documentos para que los firmes, ya que eres el representante legal de las acciones de Rafita, debes Estate al tanto de lo que produce la empresa, intentaré llevártelo mañana – dice el Hugo, un poco nervioso, jugando con los botones de su abrigo.

- No te preocupes, está bien, confío en tu administración y en cuanto puedas enviarme el papeleo lo firmaré.  – aseguró la pelirroja.

- Está bien, ya me voy, gracias por la invitación, aunque apenas hayas patinado – volvió a bromear sobre las dudas de su madre a la hora de patinar.

- Pero disfruté verte patinar así que valió la pena, adiós hijo mío y cuídate – se despidió la abogada dándole un abrazo a su hijo, quien rápidamente se lo devolvió.

- Hasta luego mamá y envíale un abrazo a la mocosa de Rafita  – dijo Hugo poniéndose nuevamente los zapatos y saliendo.

   No pasó mucho tiempo para que Pelirroja se fuera también, ya estaba oscureciendo y quería llegar pronto a casa, para pasar tiempo con Rafita también.  Llegó poco después que la pequeña que intentaba organizar el caos en la habitación, Márcia se detuvo para observar a la niña de lejos, parecía ansiosa por encontrar algo en medio del desorden del lugar;  todavía estaba con su uniforme de fútbol y con el pelo recogido en un moño.

     La niña sacó todos los juguetes de su lugar, pero no jugó con ninguno, sus tareas escolares y carpetas también quedaron tiradas al suelo, parecía como si un tornado hubiera pasado por el cuarto de la pequeña mientras ella seguía moviendo cosas fuera de su lugar.

- RAFAELA VICTORIA LOMBARDO DE CISNEROS ¡¿Qué clase de desorden es esta?!  – preguntó Márcia desde la puerta del dormitorio, en un tono de voz lo suficientemente alto como para hacer saltar por el susto la pequeña.

- Mami, no estoy haciendo nada malo – respondió rápidamente Rafaela, volviéndose hacia su madre.

Ciclo infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora